Por Piero Trepiccione
Por allí se ha dicho en
múltiples ocasiones que las palabras no son neutras. Que por el contrario,
están cargadas de sesgo ideológico para instrumentar u operacionalizar la
argumentación lógica de quien está en el poder. Nunca antes habíamos tenido un
ejemplo tan claro de ello como en la Venezuela actual. Para miles de
venezolanos la palabra “diálogo” significa alargamiento, ganar tiempo,
manipulación, correr la arruga, salvación del gobierno, entreguismo, entre
otras acepciones que desatan pasiones inusitadas. Es una palabra prácticamente
asociada al gobierno nacional y más específicamente, al presidente Nicolás
Maduro Moros. “Negociación” no se queda muy atrás. Ha sido asociada al célebre
“Pacto de Punto Fijo”, a la traición al pueblo, al acuerdo entre cúpulas
podridas; al dejar de lado los supremos intereses de la gente para asumir los
propios; entre muchísimos argumentos más. Como vemos, son dos palabras que al
pronunciarse y relacionarse con el momento-político del país causan la
exacerbación de sentimientos encontrados en lugar de coincidencias y
concertaciones para avanzar.
Es importante destacar que
frente a esta marejada de sentimientos que afloran frente al proceso de
mediación que ha iniciado formalmente en Caracas, existe un país que está mucho
más unido de lo que aparenta. Quiero traer a colación un estudio de opinión
pública realizado por la empresa Datincorp a mediados de este 2016 donde se
comparan algunos criterios de pensamiento entre grupos de autodenominación
chavista y opositora. Los resultados son extremadamente ¡sorprendentes! En sus
visiones sobre cómo debería estar organizado el Estado en cuanto a las
políticas públicas y el modelo económico, las coincidencias superan en algunos
casos el noventa por ciento. Increíble pero absolutamente cierto. Chavistas y
opositores tienen muchísimos más temas que en los se están de acuerdo que en
los que se diferencian. Esta nueva realidad ha promovido una Venezuela
despolarizada diferente a lo que ha sido en los últimos años. Hoy día tenemos
una especie de “polo único” agrupado alrededor del ochenta por ciento soportado
sobre el descontento y el cuestionamiento creciente a la forma en cómo se ha
administrado el Gobierno y las consecuencias de las políticas económicas
implementadas.
En suma, cómo podemos
calificar entonces a la mediación que se está llevando a cabo en el país que
aún no se está haciendo con criterios unificados debido a las diferencias que
existen en el seno de la oposición y del chavismo. A mi juicio, debería ser
negociación. Es un proceso que implica dialogar mucho, sí, pero también de
manera inmediata, debe ir produciendo resultados concretos. Es decir, gestos de
buena voluntad que ahuyenten los temores de miles de venezolanos que piensan
que estas conversaciones son una perdedera de tiempo. Es importante que todas
esas coincidencias que tienen los venezolanos y el ambiente de despolarización
sea aprovechado al máximo para recuperar la esperanza y el rumbo de una nación
devastada por la severa crisis que atraviesa.
Hay que resignificar el
diálogo y la negociación. Operativamente los necesitamos a ambos. En Venezuela
se requiere dialogar mucho, pero con resultados concretos. Tenemos que devolver
la soberanía al pueblo para que sea éste quien decida en términos electorales
la mejor fórmula para abordar integralmente el estado de la economía. Más allá
de los cuestionamientos ideológicos y políticos a las palabras “diálogo” y
“negociación” es necesario desmontar lo que queda de polarización en el ámbito
del liderazgo político venezolano. Esta polarización que se manifiesta con una
exacerbación creciente de los calificativos que se endilgan tirios y troyanos
cada vez que se refieren al adversario, debe interpretar la tendencia actual
que es una Venezuela despolarizada y concentrada en los embates que recibe a
diario en su cotidianidad. Un país desgastado y “unipolarizado” que no
soportaría una nueva burla a sus expectativas. La sociedad venezolana, en las
últimas mediciones de opinión pública, le está apostando fuerte a la
negociación política. No hay margen para una nueva decepción, en ello, los
actores políticos tienen que actuar con enorme responsabilidad. Quien pretenda
sacar partido privado a la actual situación no está haciendo cálculo político
sino jugando con fuego. La mejor forma de llevar a cabo un proceso de esta
naturaleza es unificando las vocerías de lado y lado para que se minimice el
ruido comunicacional insano e innecesario en esta hora de decisiones
trascendentales.
08-11-16
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