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domingo, 18 de febrero de 2018

¿Otra vez? Por @leomoralesp



Por Leonardo Morales P.


Sí, pero no. Dale y después vemos. Espérame que no llegaré. Expresiones de una política sin aliento y sin futuro que solo se inspira en una abreviada mirada. Son como aquellas aves de atractivo plumaje y de pico largo, que a muchos atrae, pero que su mirada corta y bajo vuelo la hacen presa fácil de los depredadores.

Eso es lo que hoy se ofrece a los venezolanos: ahora abstención y luego ya veremos; antes lo habían hecho los adecos del 52 cuando llamaron a la abstención negando los votos a Jóvito Villalba, luego, en el 2005, junto al resto de los partidos le entregaron a Chávez toda la Asamblea Nacional. Lo repitieron en el 2017, regalaron las alcaldías y debilitaron la unidad.

Lo común en cada uno de esos momentos es, por un lado, que la dictadura no cayó sino hasta 1958 y no por obra de la abstención electoral, mientras que en los eventos más recientes, 2005 y 2017, revelan con meridiana claridad la inutilidad de la abstención como instrumento de cambio político: el chavismo sigue allí.

El argumento que siempre reposa en la mesa para defender la abstención es el de la legitimidad que otorgaría al régimen la participación electoral, cuando en verdad la legitimidad viene originada por el apoyo que recibe el gobierno por sus acciones. Dice Pierre Rosanvallon: “La elección solo valida un modo de designación de los gobernantes. Ya no implica una legitimación a priori de las políticas que luego se llevarían a cabo.”

A partir de esa precisión del historiador francés, bien puede concluirse que aun cuando no se participe en una elección, la designación que emerja de allí no queda deslegitimada por una baja cantidad de sufragios a favor del ganador. Así como tampoco por una alta abstención. Basta recordar que en su segundo mandato Caldera obtuvo cerca del 30% de los votos y en ningún momento se puso en duda su legitimidad y jamás se solicitó su dimisión por el escaso apoyo obtenido.


Durante el período correspondiente a la AN electa en 2005, se aprobó una Ley Habilitante que produjo 26 leyes. Los partidos políticos interpretando el clamor popular-esa fue la excusa- advirtieron que los actos de esa AN serían írritos y revestidos de ilegitimidad por los escasos votos obtenidos. Bien: ¿cuántas de esas leyes fueron boicoteadas por los partidos y el clamor popular? ¿Se dejó de cumplir alguna de ellas? ¿Dejó de gobernar Chávez? La obviedad de la respuesta salta a la vista.

Insistir en la abstención como una salida mágica es y seguirá siendo un error, una ruta cuyo fracaso es conocido. La vida de los venezolanos no la construyen actos fortuitos ni el destino; el futuro de Venezuela estará signada por las cosas que hagamos y por la que dejemos de hacer. El gobierno cambiará si en conjunto obramos en esa dirección.

Los últimos sondeos de opinión revelan una decidida inclinación de la sociedad de superar sus dificultades a través de las elecciones; no menos del 65% de la población lo señala. Cómo explicarle al país que se optará por la inacción, por la abstención, cuando ya se conocen sus resultados.

Despojarse de las anteojeras, superar las diferencias y optar por un mecanismo científico, estadístico y confiable para decidir un candidato unitario es una opción que debe ser adoptado con prontitud. Los partidos políticos de oposición no deben impedir que la oposición nacional, bastante superior a la de los partidos, se exprese mayoritariamente a favor de una salida democrática.

No existe una condición dilemática entre participación y abstención. La primera representa una oportunidad, la otra nos mantiene en ese oscuro túnel de la certidumbre de que nada cambiará para bien, sino para mal.

17-02-18




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