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domingo, 18 de febrero de 2018

Surco, Sobre Unidad, por Josemaria Escrivá



Josemaria Escrivá 17 de febrero de 2018

La táctica del tirano es conseguir que riñan entre sí los que, unidos, podrían hacerle caer. —Vieja artimaña usada por el enemigo —por el diablo y por sus corifeos—, para desbaratar muchos planes apostólicos.

Evita siempre la queja, la crítica, las murmuraciones...: evita a rajatabla todo lo que pueda introducir discordia entre hermanos.

No se puede promover la verdadera unidad a base de abrir nuevas divisiones... Mucho menos, cuando los promotores aspiran a hacerse con el mando, suplantando a la autoridad legítima.

En el apostolado, obedece sin fijarte en las condiciones humanas del que manda, ni en cómo manda. Lo contrario no es virtud.

Cruces hay muchas: de brillantes, de perlas, de esmeraldas, de esmaltes, de marfil...; también de madera, como la de Nuestro Señor. Todas merecen igual veneración, porque la Cruz nos habla del sacrificio del Dios hecho Hombre. —Lleva esta consideración a tu obediencia, sin olvidar que El se abrazó amorosamente, ¡sin dudarlo!, al Madero, y allí nos obtuvo la Redención.

Sólo después de haber obedecido, que es señal de rectitud de intención, haz la corrección fraterna, con las condiciones requeridas, y reforzarás la unidad por medio del cumplimiento de ese deber.

No es lo mismo un viento suave que el huracán. Con el primero, cualquiera resiste: es juego de niños, parodia de lucha.

—Pequeñas contradicciones, escasez, apurillos... Los llevabas gustosamente, y vivías la interior alegría de pensar: ¡ahora sí que trabajo por Dios, porque tenemos Cruz!...

Pero, pobre hijo mío: llegó el huracán, y sientes un bamboleo, un golpear que arrancaría árboles centenarios. Eso..., dentro y fuera. ¡Confía! No podrá desarraigar tu Fe y tu Amor, ni sacarte de tu camino..., si tú no te apartas de la “cabeza”, si sientes la unidad.

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