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sábado, 30 de julio de 2022

¿Y tú?… Negro, marico y valclista.


Por Roberto Hung Cavalieri

Antes de seguir leyendo estas líneas, en caso de que te interese hacerlo, debo aclarar algunas cosas. Hace más de un año que tengo en mente la idea de esta publicación, pero me habían recomendado no hacerlo porque podía considerarse ofensiva. Era una invitación a la autocensura, aun cuando en realidad no creo que contenga nada ofensivo. Sin embargo, no fue sino hasta hace pocos días que ocurrió algo -que ya les contaré- que no solo me animó a escribir el artículo, sino que es prácticamente una obligación hacerlo y, como siempre he señalado, quedarán en la cabeza de cada lector sus propias conclusiones.

Lo siguiente que quiero destacar es que, en lo personal, no me gusta y procuro en lo posible no hacer uso de lenguaje soez ni vulgar, ello más allá de que las palabras o expresiones según su contexto pudieran ser utilizadas tanto para ofensas como para cualquier otro uso propio de la jerga informal.

Nótese cómo el elemento esencial del título de este artículo no son las palabras y la expresión en sí, sino que las mismas se encuentran entre comillas, pues, como referiré luego, son una cita textual de su uso por terceras personas, también en un contexto particular. En modo alguno haré uso abusivo de ellas, no porque crea que pueden resultar ofensivas y deban ser eliminadas o bloqueado su uso en las redes, sino porque, y específicamente sobre la expresión que pudiera relacionarse con preferencias sexuales, las considero personalmente algo soez, más en ambientes formales, en este caso el de un artículo.

Viene a mi mente irremediablemente lo que uno de los venezolanos más ilustrados dijo en una oportunidad sobre el uso del lenguaje vulgar.

Se encuentran referencias en las redes sociales que Arturo Uslar Pietri, en 1955 en su columna “El Pizarrón” en El Nacional afirmaba en la entrega La lengua sucia:

La palabrota que ensucia la lengua termina por ensuciar el espíritu. Quien habla como un patán, terminará por pensar como un patán y por obrar como un patán. Hay una estrecha e indisoluble relación entre la palabra, el pensamiento y la acción. No se puede pensar limpiamente, ni ejecutar con honradez, lo que se expresa en los peores términos soeces. Es la palabra la que crea el clima del pensamiento y las condiciones de la acción.

Sin duda alguna la cita anterior y las reflexiones que genera invitan a la utilización de un lenguaje que sea respetuoso y no ofensivo, sin embargo, cuando se pretende bajo la justificación de evitar un lenguaje ofensivo limitar la libertad de expresión e imponer censura y responsabilidades que pueden llegar hasta graves penas, ello puede a su vez resultar en violaciones de derechos fundamentales que toda sociedad que se precie ser democrática y libre debe garantizar.

Lugar y contexto real de los hechos.

No serían más de las 11:30 de la noche de un viernes, fin de mes en una cervecería, lugar no muy distinto al que existe en cualquiera de nuestras poblaciones latinoamericanas, cuando entre el bullicio retumbó la fuerte voz de una persona que le profería a otra la expresión textualmente citada en el título de este artículo, seguida de un muy fuerte golpe seco a la mesa que generó un automático y absoluto silencio.

Todos los presentes, incluyéndome, y los hoy lectores que recreen una escena así en su mente, esperábamos que luego de tan enérgica increpación y el seco golpe vendría inexorablemente un encuentro súbito entre los actores, que como mínimo sería una respuesta verbal o irse como quien dice a las manos, al menos hubiera sido lo más común.

Yo me encontraba de espaldas a escasos metros de donde ocurría el episodio, así que con simplemente voltear me era posible seguir el desenvolvimiento de los hechos e incluso verificar la situación para, en caso de que fuera necesario, ponerme a buen resguardo, no me viera envuelto en un encuentro entre gritos, puños, botellas, navajas o disparos propios de esos que se suelen reseñar en la sección de sucesos de la prensa.

No había terminado de voltear cuando lo que ocurrió no fue otra cosa que la respuesta del increpado de «más lo serás tú» y otro golpe seco en la mesa, seguido de las carcajadas de todos los allí involucrados… No se trataba de otra cosa que de un muy apasionado juego de dominó entre lo que imagino era un grupo de amigos muy cercanos que se refieren entre sí usando motes y palabrotas que lejos de tener connotaciones ofensivas, son manifestaciones que surgen por la cercanía y complicidad, incluso de aprecio entre los interlocutores, algo que no necesariamente pueda entender alguien fuera del contexto en que se dan los hechos.

Luego de la ocurrencia del episodio anterior, no dejaba de pasar por mi mente cómo en el caso específico de las palabras proferidas, especialmente la de «negro» y la de «marico», si bien pudieran utilizarse en contextos y entornos que resultarían ofensivos, fueron en todo caso absolutamente lo contrario, es decir, manifestaciones de cercanía, amistad, camaradería y hasta de cariño, y que no obstante pudieran parecernos vulgares e inadecuadas y que no compartamos, al amparo de muy recientes fenómenos como los de aplicación de «normas» de corrección política o moral y de supuesta protección de personas y colectivos, suelen limitarse no solo su uso y publicación, sino que las mismas hasta son eliminadas por nuevos censores morales, lo que pudiera estar generando mayores vulneraciones en el sentido de crearse nuevas y más sofisticadas formas de restricciones de las libertades individuales, algo que seguro puede ser utilizado por sectores propensos al control social.

Sobre el caso del uso de la voz negro para referirse a alguien de tez oscura, o como se ha pretendido eufemísticamente señalar de afroamericanos o afrodescendientes, preocupa mucho los niveles de estupidez a los que se ha llegado en la manía absurda de corrección política de considerar que dirigirse como negro a alguien lleva implícito algún contenido discriminatorio, cuando la verdad es que en muchos de los casos ―por ejemplo en Venezuela y más específicamente en Caracas, pero seguro que muchos de ustedes podrán hacerlo en sus localidades― refleja cercanía y afinidad. Baste con conversar con nuestros queridos amigos… y qué decir de importantes personajes históricos cómo en el caso venezolano de la Negra Matea, o el Negro Primero ¿o es que debemos llamarlos de otra forma para que podamos referirnos en las redes a su interesante e importante participación en nuestra historia? ¿Y dónde dejamos al Negrito Fullero?

Ya sobre la segunda voz, la de marico y similares, por difícil que pareciera, no son muy distintas las reflexiones, ya que más allá de que la palabra como tal pudiera relacionarse y tendría un origen relacionado con un contexto vinculado con preferencias sexuales y para muchos pueda resultar una palabra soez, en determinados contextos puede también implicar situación de amistad y camaradería cercana, independientemente de que sea usada de manera irreflexiva y no así como insulto.

En lo personal me parece de muy mal gusto el uso recurrente de esa voz y su banalización, generalmente utilizada por los jóvenes entre sí a modo de sinónimo de amigo, pana, chamo y otras similares, pero en el caso específico venezolano y que podría de alguna manera afirmarse forma parte ya de la venezolanidad, o del venezolanaje, que en la comunicación diaria el trato común entre jóvenes, y otros no tanto ya, sea el de marico o marica, este último término usado para referirse en contexto femenino, algo que merece más detallado desarrollo por las reflexiones que implica, pero que escapa a las de hoy, y qué decir de la famosa expresión que habría perdido cualquier ánimo ofensivo como lo es marico el que lo lea.

Si has llegado hasta aquí, como te has podido dar cuenta, en modo alguno ninguna de las voces utilizadas se hace con finalidad ofensiva, y no obstante ello, tal vez este artículo resulte restringido o prohibido en algunas redes sociales, o peor aún, por algún criterio de corrección política, y que decir si ello se hace automáticamente mediante algún algoritmo, lo que verdaderamente ha de alarmarnos en cuanto la utilización de la tecnología como instrumento de control masivo.

Y es que la posibilidad de que lo que se publica en las redes pueda ser restringido o baneado por supuestas normas comunitarias sobre lenguajes y símbolos que estarían incitando al odio no es una nimiedad o algo baladí, o una mariquera, que es una expresión sinónima y que en nada se relaciona con contexto sexual, sino que debe preocuparnos sobre la implementación progresiva de límites y restricciones a libertades esenciales, todo ello sin desconocer que existen verdaderas y muy graves situaciones de discriminación y agravios, pero que no solo no se estarían atendiendo sino hasta agravándose con acciones absolutamente indebidas y que se desvían de su finalidad de garantía de los derechos.

Para poder analizar con mayor detalle este importante fenómeno de cómo determinadas palabras tienen un significado que ha de entenderse en su contexto, nos es de gran interés destacar que esto no es un tema de reciente reflexión, por el contrario, observamos que lo es de muy vieja data, y es que hasta en obras como las de los propios diálogos de Platón las conseguimos, tal es el caso de Crátilo, en el que como fuese su costumbre, nos presenta a Sócrates en su función de partero de ideas más allá de las que originariamente presentan los dialogantes, en este caso entre Hermógenes y Crátilo, quienes discuten sobre si las palabras y su significado pueden derivarse únicamente de ellas mismas en su creación, contenido propio y adopción o si dependen más de su contexto, uso y costumbres.

Es de la más elemental intuición que el uso de determinadas palabras por sí solas, no obstante, pudieran tener semánticamente un origen ofensivo o ser soeces, sin ubicarlas en un determinado contexto, pero no necesariamente constituyen un oprobio, menos aún eso que llaman lenguaje de odio o incitación a este, pues, como se viera, no solo su contenido moral o intencional puede ser neutro sino que bien pudieran ser utilizadas hasta para manifestar amistad, aprecio, camaradería y hasta cercano cariño, aunque nos parezca vulgar, inadecuado o de mal gusto.

Por otra parte, no hace falta ser especialista para percatarnos de que con el uso de palabras y expresiones cotidianas y hasta refinadas, el lenguaje puede manipularse de tal modo que no solo pueden proferirse insultos sino que se vulneran toda clase de derechos y libertades hasta de sociedades enteras, baste recordar como en 1984 Orwell nos advertía sobre la neolengua y su uso por parte del régimen totalitario de Oceanía, obra que lamentablemente no ha sido tenida como advertencia sino como manual de instrucciones de similares regímenes.

En modo alguno ha de desconocerse que han existido en muchas sociedades casos de racismo y discriminación por motivos de preferencias sexuales, así como de otras situaciones que deben genuinamente atenderse porque atentan contra la dignidad de las personas; sin embargo, es más que evidente que ante esas situaciones surgen también quienes las aprovechan, el discurso de la protección de los afectados como Caballo de Troya ideológicos que lejos de atender a las verdaderas víctimas, y más importante aún, las causas, no hacen más que a la postre generar mayores violaciones.

El fenómeno de las redes sociales sin duda trae consigo muchos retos en materia de protección de la privacidad y honorabilidad de las personas, así como de la garantía del ejercicio a la libertad de expresión y a la prohibición de toda clase de censura, dimensiones que en ocasiones pueden encontrarse en tensión y que obliga a cuestionarnos si pueden y debe limitarse la publicación de cualquier tipo de mensajes o expresiones aunque pudieran parecer o resultar incómodas, soeces y hasta insultantes, o que por el contrario deban limitarse, restringirse, eliminarse y hasta condenarse ¿qué generaría más daño? ¿Cómo deberíamos actuar?

Casos como el narrado perfectamente ilustran que no está propiamente en las expresiones y palabras el contenido ofensivo sino en el contexto en que se profieren y por ello es que son muchos los interesados en el control, no de las palabras, sino del contexto, de la libertad, y por ello nuestra resistencia a las limitaciones a la libertad de expresión aunque nos parezcan que de ellas puedan surgir manifestaciones que nos resulten vulgares, soeces y hasta en ocasiones ofensivas.

Volviendo al lugar de los hechos y el apasionado juego de dominó, perfectamente se puede comprender que las expresiones que se proferían eran de genuina camaradería, todas menos una, la de valclista, que tal vez no oí bien o si existe no la conozco, el hecho es que, incluso así, por el contexto, aunque semántica y etimológicamente pudiera identificarse con una suerte de ofensa, en realidad no lo era. Seguiré averiguando su significado para ver si pasa a formar parte de mi vocabulario personal. ¿Sabes qué significa? ¿Es una mala palabra? ¿Será que me confundí?

Ah, casi se me olvidaba, prometí que les diría lo que me ocurrió que me obligó a exponer estas reflexiones. ¿Les ha pasado que a veces tienen reproduciendo en la mente una canción que resulta imposible sacar de la cabeza? Pues un día me ocurrió con la canción “One kiss” de Dua Lipa y el video viral del fan del Liverpool, lo que me inspiró a publicar una historia en Instagram en la que aparezco con esa canción. A los pocos minutos recibía mensajes de amigos y entre ellos, uno de una gran amiga a la que el algoritmo de Instagram no le permitía enviarme el siguiente mensaje: “Negro loco” al supuestamente estarse infringiendo las “normas sobre lenguaje o símbolos que incitan al odio”.

No sé ustedes, pero para mí es de gran preocupación el nivel de intervención e invasión de estas tecnologías y plataformas en nuestras vidas más allá de que se sustenten en tales supuestas normas y como si de alguna manera fueran tales un referente de moralidad, o peor aún una suerte de autoridad.

Sin duda que estamos pasando unos interesantes tiempos en esta llamada era de la transformación digital, y en la que tampoco podemos dudar de la cada vez más inevitable convivencia en la llamada sociedad algorítmica, la cual nos trae nuevos retos en todas las áreas del conocimiento, y las del respeto y garantía de las libertades fundamentales han de tener primordial atención y deben ser atendidas con la importancia que merecen y no simplemente aceptar imposiciones que pueden muchas veces esconder no muy buenas intenciones.

Si llegaste al final de la lectura sin haber conseguido contenido ofensivo alguno que pudiste imaginar del título, lamento haberte defraudado, mi intención no era otra que la de reflexionar sobre cómo todo eso de la corrección política, lenguaje inclusivo y otras similares pueden ser manipuladas con otros fines.

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