Ángel Lombardi Boscán 04 de noviembre de 2022
Las
fechas históricas no coinciden con los tiempos históricos. Hay sociedades en
pleno siglo XXI que aún se mantienen en el siglo XX como la venezolana. Otras
como algunas africanas y asiáticas, muy pobres y con desarrollo social ínfimo,
se han quedado inmovilizadas en el tiempo.
El caso venezolano es paradigmático y asombroso a la vez. Pasamos de ser una sociedad próspera y receptora de inmigrantes luego de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) a otra arruinada y con su población en fuga. Proceso este iniciado con la llegada al poder del chavismo en el año 1998 y que se profundizó, como rosario de males, entre los años 2012 y 2022.
La
evidencia del colapso se traduce en el desmantelamiento institucional de la
democracia y la colonización de los distintos poderes públicos de parte de la
hegemonía en el poder. Esta crisis «sistémica» nos ha llevado a una especie de
callejón sin salida en la hora actual. Tampoco representa una novedad si
recurrimos a una mirada histórica de larga duración.
La
actual hegemonía pretoriana bebe y se inspira en el caudillismo decimonónico
surgido de los escombros de la Independencia (1810-1831). El proyecto
republicano fue asumido desde una formalidad platónica tratando de imitar el
prestigio institucional de los países líderes de la modernidad en ese momento.
La realidad premoderna, con sus expresiones primitivas y campesinas, marcadas
por el ojo del huracán de la violencia, contradecían los modales patricios de
sucesivas hegemonías (Páez, Monagas, Guzmán Blanco, Castro-Gómez) con apenas
luces y méritos en aspirar desarrollar una gestión gubernamental de alto vuelo
y con continuidad en el tiempo.
El
chavismo-madurismo, con una determinación suicida, decidió demoler la cultura
pluralista que empezó a formarse luego del año 1936 con la muerte del tirano
Juan Vicente Gómez. Es necesario recordar que en el año 1903 el dictador
Cipriano Castro fundó la Academia Militar y que en ese mismo año en la Batalla
de Ciudad Bolívar, el vicepresidente Juan Vicente Gómez derrotó al caudillismo
montonero y selló el fin de la Independencia. Una Independencia que duró más de
100 años y desestabilizó al país según una interpretación más amplia atribuida
al historiador Manuel Caballero.
La
Independencia como herida histórica abierta nunca se cerró completamente.
El Gloria al Bravo Pueblo quedó como retórica y venda
patriótica. La Generación del 28, universitaria y civil, representó junto al
descubrimiento de la riqueza petrolera, la vieja aspiración de modernizar a la
muy atrasada y militarizada sociedad venezolana. Los gobiernos militares
moderados y de apertura política de López Contreras y Medina Angarita entre el
lapso 1936 y 1945, representaron los primeros pasos de la asunción a la
democracia. Luego vino el trienio adeco de 1945 a 1948 con importantes avances
sociales siendo los más importantes el derecho al voto de las mujeres y la elección
presidencial a través del voto directo, secreto y universal.
La
reacción de Marcos Pérez Jiménez cuando derrocó a Rómulo Gallegos en 1948
volvió a poner al país bajo la bota militar. El 23 de enero de 1958 representó
el retorno a la democracia y 40 años de predominio civil. Quizás sea, con todas
sus imperfecciones, los mejores 40 años de toda nuestra vida republicana desde
que terminó la Independencia.
Esta
concatenación de hechos nos lleva a una gran conclusión: el chavismo-madurismo
volvió a conectar al país con el período de Cipriano Castro y Juan Vicente
Gómez, haciendo de la baza militarista el sustento de su hegemonía política.
Esto
representa una regresión histórica pasmosa caracterizada por la demolición de
las rutinas civiles hoy postergadas. Las prácticas pluralistas fueron
sustituidas por la confrontación (Diego Bautista Urbaneja).
Esto
es lo que explica el éxodo más grande del mundo en el presente: 7.1 millones de
venezolanos huyendo de la nueva barbarie impuesta en el país. El indiscriminado
saqueo nacional y el predominio de una corrupción sin límites ha desmontado la
seguridad social de los venezolanos apuntalado por el quiebre inexorable del
modelo rentista petrolero.
Mariano
Picón Salas hizo popular el axioma de que Venezuela ingresó al siglo
XX en el año 1936 con la muerte del gamonal férreo. Nosotros, habitantes del
siglo XXI, aún no hemos ingresado al siglo XXI estando en Venezuela, y esto
solo será posible cuando hayamos recuperado la democracia bajo el protagonismo
de los civiles y la recomposición de la vida social pluralista y tolerante en
un sentido político real.
Ángel
Lombardi Boscán
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