Julio Castillo Sagarzazu 02 de noviembre de 2022
Diosdado
Cabello, medio en serio, medio en broma, pareciera haber cantado lo que el chavismo está pensando sobre
el proceso electoral: en primer lugar, que es muy probable que la fecha de las
elecciones sea una que sirva para descolocar a las fuerzas que han resuelto
convocar unas primarias para dirimir la candidatura presidencial. Consumar un
adelanto del proceso, no solo agarra a la oposición sin pañuelo para el catarro
sino que acentúa las condiciones para sea más complejo constituir un frente
competidor frente al 25% del oficialismo.
¿Por qué esto es así? Pues, porque si no hay tiempo para realizar las primarias, se estaría llevando agua al molino de quienes han sugerido que, en esa eventualidad, habría que decantarse por un consenso de partidos. Con la actual desafección de los venezolanos hacia las organizaciones políticas no es difícil imaginar el inmenso peso del plomo en el ala con el que se partiría a la contienda electoral.
No es
descartable que esta política pudiera conseguir afectos en el frente opositor.
Como anillo al dedo les vendría a aquellos que no están de acuerdo con las
primarias porque se ven un chance limitado, pero también a otros que se darían
por bien servidos, apostando por la prolongación del statu quo actual,
del que han tirado no pocos beneficios.
La
papeleta es todo un desafío y planteará la necesidad de un plan de emergencia,
si esta especie llegara a confirmarse. Así las cosas, la oposición tendría
frente a sí varios retos: definir cuanto antes las cuestiones cruciales del
voto en el exterior; la designación del Comité Rector de las primarias y un
mecanismo para reevaluar la fecha en caso de que efectivamente se adelanten.
Paralelamente
a ello —porque en la política, el arte de mascar chicle y caminar debe ser
dominado a la perfección— las organizaciones y eventuales candidatos estrían
compelidos a activarse inmediatamente.
No hay
duda que una asignatura pendiente es volver a conectar emocionalmente con los
millones de venezolanos que acompañaron la protesta y la lucha por recuperar la
democracia. Conectar igualmente, como ocurrió el 2015, con los millones de
compatriotas que usaron el voto para protestar por el deterioro de las
condiciones de vida. Es evidente que una campaña electoral, sea esta de
primarias o directamente las presidenciales, tiene que conjugar sabiamente
estos dos elementos.
De la
misma manera habría que evaluar que las elecciones que se convoquen no sean
solamente para la Presidencia de la República. Es altamente probable que Maduro
no quiera ir solo a este proceso. Una manera de asegurar que todo el activo del
chavismo participe es involucrando, al menos, a los gobernadores para ponerlos
a todos a trabajar en la misma dirección.
Esto
va a obligar a que los factores democráticos comiencen desde ahora a plantearse
alianzas y reagrupamientos. Si hay elecciones regionales, habrá que incorporar
a las negociaciones a decenas de factores sociales, organizaciones
independientes y liderazgos locales con peso específico en sus regiones. Esto
podría ser una gran oportunidad para alargar las fronteras de la oposición más
allá de los partidos.
Unas
primarias pueden, igualmente, convertirse en una excelente ocasión para volver
a entusiasmar al activismo local y poder presentar opciones competitivas. Esto
es esencial.
El
resultado de una consulta popular (por más compromiso que haya de que los
vencidos apoyen al vencedor) donde los ganadores lo hagan con un pequeño
porcentaje, no abona en el terreno de presentar a ese candidato como
competitivo.
De
allí que sería importante que las alianzas se perfilasen desde ahora. Hay
alternativas afines que podrían reagruparse y establecer el compromiso de que
los mejores colocados en la opinión pública recibirían el apoyo de los menos
favorecidos. Lo repetimos, si hay elecciones regionales, hay un amplio espacio
para negociaciones y para conformar frentes y acuerdos. Que las primarias se
hagan entre alternativas que se han ido decantando y reagrupando sería una
buena noticia para tener opciones fuertes y creíbles.
Si es
verdad que en la política «lo que parece, es», entonces estamos atrasados.
Había
que comenzar ayer a trabajar en todos estos complejos pero
fascinantes desafíos.
Julio
Castillo Sagarzazu
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