“Estamos dispuestos a reunirnos en donde sea”, dijo hace poco a los periodistas Nicolás Maduro. Y en diversas fuentes hemos leído que es probable que se reanude en México la mesa de diálogo -o negociación, que no es lo mismo, pero en todo caso pueden conducir a acuerdos ambos caminos. Cuando escribo estas líneas, escucho en el noticiero que en París se reunirán representantes de ambas partes. Saludamos cualquier reunión, pues, aunque sean difíciles y los resultados no son inmediatos, es mucho mejor que seguir de brazo cruzados, esperando que el maná venga del cielo. El maná no va a venir: hay que hacerlo aquí.
Si yo pudiera ir a esa mesa en México, pediría, primero que se escucharan ambas partes, pero que se escucharan de verdad y no sólo para ver cómo se le cae al otro, descalificándolo. Ha habido muchos insultos, incluso acusaciones graves de lado y lado. Les recordaría lo que Mandela aconsejó a los burundíes en el año 2000, cuando se dispusieron a sentarse a ver si terminaban con el conflicto bélico abierto que tenían. Parafraseo a Mandela en aquella idea: cuando uno se sienta con los que piensan distinto, no se puede ir con posturas de todo o nada. Hay que estar dispuestos a ceder.
Además de esos consejos sobre la actitud necesaria, recordaría que deben estar sobre la mesa los sufrimientos de la mayoría de los venezolanos: los que no comen todos los días -porque la inseguridad alimentaria sigue siendo muy grande-, los niños y niñas, como los pacientes del J.M. de los Ríos, que mueren por falta de tratamiento, por falta de trasplantes, en edades que son para jugar y estudiar; los de la tercera edad cuyos pensiones no les da para comer ni mucho menos para medicinas y tratamientos; les pediría que la educación, en verdadera emergencia, esté en esa mesa, pues está realmente muy mal y se requiere una gran alianza para salvarla: recordar que ningún país ha salido de su crisis sin una educación de calidad, y claro, les daría los datos de lo que gana un maestro y les preguntaría si creen que con eso se vive.
Pondría el artículo 91 de la CRBV sobre la mesa, solo para que digan si se está cumpliendo; pondría la necesidad imperiosa de reconstruir el aparato productivo, son héroes los que en este país insisten en producir con tan pocas garantías y con esos privilegios que se tiene para importar y no para producir; recordaría la necesidad de mejorar los servicios públicos, porque la mala calidad de vida por ese tema mantiene a la mayoría de los venezolanos con mucha angustia; no olvidemos el punto de los presos políticos, como Javier Tarazona, Ronald Carreño, y todos esos que el Foro Penal contabiliza, ¿hasta cuándo?… Incluyo también el tema de la cantidad de emisoras de radio que han ido cerrando, a veces sin explicación ninguna: una democracia sana debe tener informados a sus ciudadanos… Acuérdense del tema del delito organizado, que sigue creciendo. No es sólo en la Cota 905 o en algunos puntos fronterizos: bandas armadas que amedrentan a los ciudadanos, que son “verdaderos gobiernos”, que reclutan niños y adolescentes -pregunten a Cecodap-. Es necesario recuperar espacios de paz para los ciudadanos. Y metan, por favor, el tema del deterioro ambiental, la deforestación feroz de esa zona bajo el ropaje legal del Arco Minero.
También hay que pensar que no solo en esas mesas, con el gobierno y parte de la oposición. Todos esos políticos que dicen querer un cambio para que mejore la situación de la mayoría de los venezolanos, para que se reduzca la desigualdad, deben sentarse a ponerse de acuerdo, trascendiendo sus posturas personales, pensando en el “bien común”, haciendo política de la buena, como dice el Papa. Un paso bueno ha sido esa comisión electoral para las primarias, conformada por gente que viene de la academia, empresas, ONG. En esa mesa también tienen que pensar en los sufrimientos de la mayoría.
Sería bueno para ambas mesas, que se lean completico los datos de la Encovi, esa maravillosa encuesta de la UCAB, que apenas el 10 de noviembre se dio a conocer. Vean, por ejemplo, cuántos chamos en edad escolar están fuera de las aulas, por ejemplo.
No sería malo que hicieran uno de esos talleres para ver cómo se crece en empatía, o sea, en la capacidad de ponerse en el puesto del otro. En Fe y Alegría se ofrecen. Al igual de trabajar los pensamientos para convivir: el pensamiento causal -por qué las cosas están como están-, el pensamiento consecuencial -qué pasará si yo actúo de esta manera o de la otra-, el pensamiento alternativo -qué más puedo hacer-, el pensamiento medios-fines – qué ruta necesito para lograr las metas-.
Saludamos que se pongan esas mesas y las necesarias. Los ciudadanos y ciudadanas necesitamos soluciones.
https://correodelcaroni.com/opinion/los-puntos-sobre-las-mesas/
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