ANDRES OPPENHEIMER 11 de noviembre de 2022
Tras
analizar la reciente visita oficial del presidente de Colombia, Gustavo Petro,
a Venezuela y su reunión con el gobernante venezolano Nicolás Maduro, es
difícil no concluir que Colombia está ayudando a legitimar una de las peores
dictaduras del mundo. Durante su visita a Caracas el 1ro. de noviembre después
de haber reanudado las relaciones diplomáticas con Venezuela, el presidente
izquierdista de Colombia posó sonriente junto con Maduro, invitó a Venezuela a
reintegrarse a la la Comunidad Andina de Naciones, y reiteró su decisión de
retirarse del grupo de países que ha pedido una investigación de la Corte Penal
Internacional (CPI) sobre los crímenes de lesa humanidad de Maduro. Cuando
entrevisté al embajador de Colombia en Venezuela, Armando Benedetti, pocos días
atrás, el diplomático me citó razones humanitarias, comerciales y pragmáticas
para la normalización de las relaciones entre ambos países.
Primero, me dijo Benedetti, hay cinco millones de colombianos viviendo en Venezuela que se quedaron sin servicios consulares cuando el gobierno anterior de Colombia rompió relaciones diplomáticas con el régimen de Maduro. Estos colombianos se habían quedado sin documentos, sin pasaportes, y sin poder certificar sus títulos universitarios, me dijo Benedetti. En segundo lugar, dijo, Colombia había perdido un enorme ingreso de exportaciones a Venezuela. Mientras que en 2008 Colombia exportaba casi $8,000 millones anuales a Venezuela, esa cifra se ha reducido enormemente. “Muchos de nuestros empresarios quebraron”, enfatizó.
En
tercer lugar, dijo el embajador, no hay razón para que Colombia no hable con
Venezuela, cuando Estados Unidos se reunió con el dictador de Corea del Norte,
y habla con Irán e incluso con la propia Venezuela, argumentó. Finalmente,
sugiriendo que Petro se preocupa por los derechos humanos, el embajador me citó
el hecho de que Petro ha invitado a Venezuela a reintegrarse a la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos. Sin embargo, la mayoría de estos argumentos
son muy cuestionables.
Respecto
de la acusación de que el ex presidente colombiano Iván Duque había cometido un
gran error al cerrar los consulados de Colombia en Venezuela, el ex presidente
Duque me dijo no fue él, sino Maduro, quien cerró los consulados en enero de
2019. En cuanto a la afirmación de que la ruptura de las relaciones con
Venezuela había causado un desplome de las exportaciones colombianas a su país
vecino, esa no fue la razón del derrumbe del comercio de Colombia. Lo cierto es
que la economía de Venezuela está quebrada, y desde hace varios años no tiene
fondos para comprar ni una pequeña fracción de lo que importaba hace más de una
década. En cuanto a la comparación de la reanudación de las relaciones de
Colombia con Venezuela y el hecho de que Estados Unidos habla con sus enemigos,
es una falsa equivalencia.
Estados
Unidos habla con Corea del Norte, Irán e incluso Venezuela, pero Washington no
ha restablecido las relaciones diplomáticas con ninguno de ellos. No es lo
mismo hablar con un país, que normalizar las relaciones, y retirar peticiones
de investigaciones sobre derechos humanos de la CPI. Finalmente, la petición de
que Venezuela se reincorpore a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos,
es un buen gesto, pero minúsculo comparado con el espaldarazo político y
propagandístico que le dio Petro a Maduro. Según me dio el dirigente opositor
venezolano Leopoldo López, está bien que Petro intente ayudar a los colombianos
que viven en Venezuela, “pero eso no puede convertirse en una excusa para
blanquear a una dictadura”. Estoy de acuerdo. Maduro fue declarado presidente
ilegítimo por más de 50 países después de que se reeligió fraudulentamente en
2018. Además, el régimen de Maduro ha sido encontrado responsable de más de
6,700 ejecuciones extrajudiciales por parte del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Al visitar a Maduro en Caracas y tratarlo
como un presidente legítimo, Petro está normalizando a un paria internacional.
Eso envalentonará aún más a Maduro y sienta un precedente para que otros
aspirantes a autócratas lleguen a la conclusión de que pueden quebrar todas las
reglas de la democracia, y salirse con la suya. En lugar de ponerse del lado de
las víctimas de la represión en Venezuela, Petro ha decidido legitimar a uno de
los peores violadores de derechos humanos del mundo.
ANDRES
OPPENHEIMER
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