Los problemas y actuar para enfrentarlos constituyen el dúo del emprendimiento. Desde tiempos inmemoriales han existido fórmulas mediante las cuales individuos o grupos poblacionales han buscado soluciones comunes a sus problemas, ellas van desde las lecherías comunes en Armenia, las confraternidades de sepultura y las de seguros en Grecia y Roma; pasando por los ayllus de la cultura inca, el aynien y la minka como expresiones de ayuda mutua y trabajo asociado en los países andinos, los ejidos colectivos de México y el convite y la manovuelta en Venezuela, hasta las mutuales y las cooperativas como expresiones de la economía social que, si realmente construyesen el valor de la solidaridad conformarían la economía solidaria, como se observa en la experiencia autogestionaria del Organismo de Integración Cooperativa Cecosesola, experiencia orgullo de los venezolanos que en el mes de diciembre recibirá el Premio Nobel Alternativo también sueco por la Fundación Right Livelihood de entre 175 nominados de 77 países del mundo: «Por establecer un modelo económico equitativo y cooperativo como alternativa sólida a las economías basadas en el lucro».
En la idea de mostrar y reflexionar sobre expresiones de «nuevas economías» voluntarias y cotidianas con bases colaborativas, el Goethe Institut, institución alemana encargada de difundir la cultura y el idioma alemán, en alianza con la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales (FaCES) de nuestra UCV, realizó en octubre 2016 un ciclo de conferencias entre las que, junto a experiencias venezolanas muy válidas para una economía alterna, pudimos oír la disertación de la ponente alemana Silke Helfrich sobre «Co-crear comunes: Más allá de la producción de mercancías» en su disertación sobre: Límites y potencial de la Economía Colaborativa.
Lamentablemente, recientemente nos enteramos del fallecimiento de Silke justamente hace un año, el 10 de noviembre del 2021, mientras caminaba por los Alpes de Liechtenstein horas antes de una de sus tantas conferencias. Ella nació en Alemania Oriental en 1967, estudió lenguas románicas, ciencias sociales y educación, fue directora de la Fundación Heinrich Böll en Centroamérica y México, y siempre mujer preocupada y activista porque los humanos tomen las riendas de su propia vida sobre esquemas de interconexión superando egoísmos y creando condiciones de corresponsabilidad para, superando binomios engañosos como lo que es de todos es de nadie y esquemas como el del dúo mercado–Estado como base de desarrollo, impulsar lo mejor de todos.
Bajo esos preceptos, abogó por la necesidad de reflexiones sobre los derechos de propiedad y las prácticas comunes para una convivencia exitosa rescatando de las sombras prácticas de impactos como las alemanas granjas SoLaWi inspiradas en la agricultura sostenida por la comunidad y la centenaria Asociación Pilzfreunde de amigos de los hongos de Stuttgart.
Gracias, entonces, al Goethe-Institut, Silke —que conocía la experiencia de Cecosesola por referencias de algunos de sus asociados en México y Alemania, y por los libros traducidos al alemán, El Camino y Una utopía viviente de una cooperativa en Venezuela— por fin tuvo la oportunidad de visitarla en el 2016.
Esta central cooperativa, ahora autodefinida solo como organismo de integración, había sido visitada por decenas de interesados de docenas de países y mencionada por Bernardo Kliksberg como referencia acerca de cómo superar la pobreza, pero necesitaba un empujoncito como el de Silke y la cineasta mexicana Carmen Elka para ser conocida por los jueces del Premio Nóbel Alternativo.
Varios fueron sus informes y libros sobre los bienes comunes tradicionales, como el territorio y el uso de los recursos de los pueblos indígenas, y la lucha contra la contención de los commons en la era de los derechos de propiedad intelectual tales como semillas libres y código abierto. Su último libro, Libres, dignos, vivos: el poder subversivo de los comunes lo escribió con David Bollier con el objetivo de «superar una pandemia de miedo con una ola de esperanza basada en la realidad».
Necesitamos replantearnos la situación preguntándonos: ¿qué podemos hacer de forma colectiva? ¿Cómo podemos hacer todo esto dejando a un lado las instituciones convencionales que nos están fallando? […] La buena noticia es que ya están germinando innumerables semillas de transformación colectiva.
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Pero no nos equivoquemos: los comunes no son únicamente proyectos a pequeña escala que mejoran nuestro día a día, sino que conforman un enfoque germinal para reimaginar nuestro futuro de forma conjunta y reinventar la organización social, la economía, las infraestructuras, la política y el propio poder estatal. El procomún es un marco social que permite a las personas ser libres sin reprimir a otras, promulgar la equidad sin control burocrático, promover la solidaridad sin coerción y afirmar la soberanía sin nacionalismos. El columnista George Monbiot resumió muy bien las virtudes de los comunes: “Un común… proporciona un enfoque claro a la vida comunitaria. Depende de la democracia en su sentido más genuino. Destruye la desigualdad. Brinda incentivos para proteger el mundo vivo. En resumen: crea una política de pertenencia.
La gentileza de Silke la llevó a enviar un ejemplar de su libro antes de editarlo en español a quien este artículo suscribe, a fin de que opinara sobre su contenido y colocar así su nota entre los reconocimientos, tarea cumplida por quien escribe aunque desconoce finalmente se incorporó al texto.
oscarbastidasdelgado@gmail.com
https://talcualdigital.com/silke-helfrich-lo-comun-y-la-interconexion-humana-por-oscar-bastidas-delgado/
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