Julio Castillo 07 de noviembre de 2022
Los
liderazgos son antropomórficos. Eso de los liderazgos colectivos puede sonar
muy democrático, pero no se conoce ninguno que hasta ahora haya logrado
insurgir y mantenerse por mucho tiempo.
Cuando
los países entran en crisis, los ciudadanos tenemos el reflejo de buscar a UN
líder que nos resuelva el problema. Cuando están en situaciones normales, este
Mesías es menos importante.
Es obvio que se trata de un tema cultural y que deriva de alguna misteriosa circunvalación del cerebro humano. Se puede estar a favor o en contra de ello, pero no puede evitarse que sea unan realidad.
Tampoco
podemos evitar que la conexión de la sociedad con ese líder, sea siempre más
emocional que racional. Son solo pequeños sectores de la “intelligetsia” de una
nación, quienes llegan a conclusiones políticas a partir de las ideas, las
doctrinas y las filosofías. Es un hecho que, en la mayoría de los procesos
electorales, en la decisión de los ciudadanos, tiene más peso, la emoción que
despiertan los candidatos que las de sus programas.
No
cabe duda que tal proceder está en el origen de no pocos errores de los pueblos
(que si se equivocan) que han costado sangre sudor y lágrimas. Quizás, el más
evidente de esos errores, es el cometido por el culto pueblo alemán al hacer de
Hitler su líder, en elecciones libérrimas e incuestionables.
Se
trata entonces, de una asignatura pendiente de la especie humana y de nuestra
civilización, que no sabemos cuándo se aprobara y cuántos más errores nos
costaran.
Esta
nota no va de proponer vías para resolver esta casi que innata inclinación, que
será un tema de siglos y cambios civilizatorios, sino de apuntar, en medio de
esa realidad y esa limitación, cual podría ser un mecanismo para rescatar el
entusiasmo popular.
Pareciera
evidente que nos aproximamos a un proceso electoral el próximo año. Las
elecciones son espacios por excelencia para la confrontación de liderazgos y de
opciones sociales y políticas. En el caso venezolano, es mas que obvio que será
Nicolas Maduro el abanderado del oficialismo y que tendrá frente a si, no a
uno, sino a varios candidatos que se postularán como candidatos de la
oposición. Al menos, para eso trabaja arduamente el chavismo porque de ello
depende de que se mantengan o no en el poder.
De
manera que hay que partir de la evidencia de que no habrá candidato UNICO
(mayúsculas ex profeso) lo cual, no quiere decir que no puede haber un
candidato unitario que sea reconocido por la sociedad como quien verdaderamente
encarna la posibilidad de un cambio. Por supuesto, que ya esto dependerá de
como muevan sus fichas las fuerzas opositoras y como se pongan de acuerdo para
dirimir ese liderazgo.
En
este sentido, quizás una de los más importantes desafíos seria tratar de
definir los perfiles de los eventuales candidatos. Ya hay quienes hacen
retratos (o autorretratos) hablados. Ya hay candidatos que, al interior de las
organizaciones, o fuera de ellas, se han propuesto o insinuado. Todos están en su
derecho.
Lo que
pareciera evidente también es que el candidato unitario debería dar la imagen
de un candidato competitivo y que la dispersión y unas elecciones primarias con
multiplicidad de candidatos, va arrojar un candidato electo con un relativo apoyo
popular. Lo ideal, pero logística y técnicamente demasiado complejo, seria
hacer dos vueltas. De manera que parecería lógico que se definieran perfiles y
reagrupamientos al interior del campo opositor para presentar opciones solidas
y que resulten competitivas.
Unas
mega elecciones, antes de ser un obstáculo, podría ser una gran oportunidad.
Están abiertas las puertas para una negociación global que incluya
gobernaciones y alcaldías, no solamente entre los partidos, sino con liderazgos
regionales y municipales.
De
repente, aquí está la oportunidad para volver a entusiasmar a ese 80% de
venezolanos que no está con Maduro.
Julio
Castillo
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico