Orlando Viera-Blanco 04 de enero de 2023
@ovierablanc
Creo
que la política es oportunidad. Lo hermoso de la política es que mi verdad, no
por antagónica, debe convertirnos en enemigos. No somos más que adversarios de
ideas y visiones, normativas o ideológicas. Pero mientras seamos buenos seres
humanos y no hagamos de la política, sangre, despojo, dolor y lágrimas, la
búsqueda del poder debe seguir siendo esperanza en acción, respetuosa y noble.
Valió
la pena
Escribe
Arthur Schopenhauer «No hay viento favorable para el que no sabe a dónde se
dirige». Cuando acepté ser Embajador sabía dónde iba, las tormentas que
enfrentaría, sus riesgos y consecuencias. Pero no hay viento más favorable que
luchar por la libertad y la felicidad de los hijos de la patria. Nada compensa
más que representar con fuerza y honor, la gloria al bravo pueblo. Al decir del
poeta, al partir de Venezuela dejé un beso y una flor, un te quiero, una
caricia y un adiós, un ligero equipaje para un largo viaje, por un sueño:
regresar a una Venezuela en paz, libre y redimida.
Ha
valido la pena porque las piedras del camino han forjado un destino, un
aprendizaje, una experiencia sublime y elevada, para que quede lo querido: la
Venezuela anhelada. Allá nos dirigimos…
Embajadores de la dignidad y el dolor
Cuando
el 29/01/2019 aceptamos ser Embajador de Venezuela en Canadá, un empeño
consciente y recurrente que teje las sombras, alumbraba. Vino a mi
mente un rostro inspirador. La cara dulce, de ojos gachos, celestes,
tiernos y vidriosos de mi maestra de tercer grado. La inolvidable profesora
Pérez. Una segunda madre. Cuanta sabiduría ofrecía cada mañana después de
cantar el himno nacional. Cuanto amor por sus niños que éramos sus hijos. Con
ella aprendimos a enhebrar el hilo en una aguja, que ha sido adestrar el hilo
de la vida; abrir una tapa atorada, golpeando el piso suavemente, que ha sido
batir el capricho ajeno; mantener mi uniforme limpio y hablar si me lo
solicitan, que ha sido mantener limpias y atentas mis ideas…
«Estudien
para que figuren”» Un niño de ocho años no entendía aquella prédica. Pero “el
plan” quedó dando vueltas en la mente, hasta que el sol amanece por el este.
Allá nos dirigimos…
Entonces
comenzó un hermoso viaje en dirección norte por la libertad. Embajadores del
dolor de la patria. Viví lo nunca vivido. Abrazar a nuestros compatriotas, a
nuestras mujeres, a nuestros niños, padres y abuelos en tierras lejanas,
buscando ilusión. Sentir la alegría de ser venezolano por ver en cada rostro de
la diáspora, la dulce cara de la profesora Pérez. No sólo llevamos nuestra
bandera en alto, sino también nuestros corazones. Porque luchar por regresar a
casa, por volver a pisar el Ávila, la arena que baña el mar caribe, el jazmín
de una azucena o el granzón que nos lleva a la gran sabana, son motivos que
acercan. Allá nos dirigimos…
Salimos
de Venezuela hace más de un lustro a las tierras gélidas de Canadá. Un nuevo
lugar, pero no un nuevo hogar. El hogar está donde quedaron las fotos de
los hijos siendo niños. El hogar sigue al lado de mis libros, mis discos, los
corotos debajo de la escalera, mi vetusto guante de béisbol. Donde aprendimos
español, recibimos nuestro primer beso, subimos nuestra primera montaña y
pasamos el primer susto…Quería ser médico como papá. También
pelotero. Pero muy nervioso para ambas profesiones…El destino es cosa
seria. El consciente o el subconsciente nos colocaron en el lugar de
nuestras circunstancias, si acaso de nuestro sufrimiento, con ligero
equipaje…De ese aroma, de ese afán, de ese reto, de ese país, hemos sido
Embajadores, de la dignidad y del dolor, lo cual nos honra. Ahí hemos estado…
¡Oh
Canadá!
Canadá
ha sido un remanso de desbordado respeto y solidaridad. No sólo nos concedió
un plácet diplomático sino un camino: el de la paz, la libertad y la
democracia de Venezuela. Y comenzó un largo viaje…que aún no cesa.
¿Por
qué las lágrimas en los ojos de nuestra gente? ¿Qué representa nuestra
presencia en un pequeño centro comunitario de venezolanos en Canadá? Nunca
había visto a una madre llorar por extrañar su patria. Comprendí que aquel
llanto proviene de mucho esfuerzo, pero también de la distancia y lo dejado.
Compatriotas cruzando fronteras, iniciando oficios domésticos siendo médicos,
ingenieros o académicos; aprendiendo otro idioma, adaptándose a otras
temperaturas, aprendiendo lo que poco nos enseñaron: esperar y callar.
Padres
queriendo encontrarse con sus hijos y viceversa. Otros queriendo regresar para
enterrar a sus deudos. Refugiados atentos a un plato de comida, un techo y un
abrigo. Lidiar con otro sentimiento al cual no estábamos habituados: el miedo,
la incertidumbre, el rechazo, la soledad. Venezolanos pidiendo por regresar.
“No puedo más con el frío, sin trabajo y sin compañía”. Otras familias
temerosas por no ser deportadas. Por cada uno de ellos abogamos incansablemente
en Canadá. Ahí seguimos.
Sentimientos
encontrados, porque también hemos sido iluminados con la sonrisa de nuestros
jóvenes y el orgullo de sus padres por ser los mejores en sus colegios o
universidades. La alegría de empresas de venezolanos exitosas, de ver como la
bandera tricolor ondea en una arepera, fábrica u oficina en Halifax, Montreal,
Calgary, Toronto o Vancouver. Encuentros que comienzan con gloria al bravo
pueblo y terminaban con nuestra alma llanera. Todo un melting
pot de emociones y peticiones que nos forzamos atender, aun sin despacho y
sin sede…Retumba en mi mente la voz de la profesora Pérez: figure hijo
para que brille el orgullo de ser venezolano. Y Canadá lo hizo: nos dio
identidad, acogida, estatus, refugio, donaciones, voz, justicia y honor. Oh,
Canadá, gracias Canadá.
Seguimos
de pie
Decíamos
que la política es oportunidad. Pero también es un factor de cambio, de
conversión y evolución. La reciente decisión de la AN que “cesa” el Gobierno
Encargado, no puede tener un carácter involutivo. No debe ser interpretada como
la disolución de una causa superior que es recuperar la institucionalidad
democrática. La constitucionalidad no se adapta a las circunstancias sino son
las circunstancias las que deben ajustarse a la legalidad. Y las circunstancias
son que tenemos una nación devastada, despojada, desinstitucionalizada,
sometida a un poder de hecho, donde cada venezolano ha perdido su condición
ciudadana. Si la AN es el último epicentro de soberanía y poder popular,
entonces la AN debe asegurar el último barniz de legalidad que lucha por
restablecer la democracia, por su derecho a recuperar un espacio, un lugar, la voluntad
de elegir, vivir o morir en Venezuela. La AN no puede ser la reedición del
despojo y la desigualdad, sino la reivindicación del estado de derecho contra
el estado ausente. El último bastión de constitucionalidad [AN] destinado a
llenar el vacío de poder y rescatar la democracia, no puede ser eco de nuevos
vacíos y ausencias antidemocráticas.
La
cesación de los efectos jurídicos, legítimos y constitucionales no es eficaz ni
constituyente si ese acto engendra vacantes ejecutivas, administrativas, diplomáticas
o jurídicas, que cesan la última voluntad soberana. Pretender subrogarse
competencias no previstas es repetir conductas inapropiadas. Sólo una nueva
directiva de la AN sería capaz de sustituir y asumir el orden de suceder
constitucional del del Gobierno Encargado. Esa es la expresión soberana, el
último vestigio de voluntad popular y representación que ha aceptado [y
acreditado] la comunidad y las cortes internacionales.
Allá
en el horizonte con ligero equipaje, hubo un adiós, una despedida, un beso y
una caricia…pero allá de detrás de las gélidas colinas hay una patria, una
bienvenida. Allá vamos con viento favorable, con la constitución en la mano,
como Embajadores del orgullo y el compromiso de ser venezolano.
Mi
verdad -decíamos- ni antagoniza ni pretende enemistad. La política es
esperanza, es acción y verdad. Por ella estamos y seguimos. Así vamos. Allá nos
dirigimos…
Orlando
Viera-Blanco
@ovierablanc
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