Laureano Márquez 18 de enero de 2023
A
todos los maestros que me ayudaron
a
crecer y avanzar
La
palabra, que viene del latín magister, tiene varios sentidos, todos
asociados a la condición de jefe o comandante de algo. Por ejemplo, el
conductor de elefantes era magister elephantis. Viene de magis que
quiere decir más. El magister es lo más, lo opuesto es minister,
que es lo menos, porque este último es el que sirve, de donde dimana ministro.
Aunque en nuestra tierra el minister cobra como un magister y
el magister que es el único que es minister, es
decir que sirve, porque en sus manos está el futuro de la nación, cobra un
sueldo miserabilis y de allí las contundentes protestas de
esta semana.
En definitiva, maestro designa a una persona con los más elevados conocimientos en su oficio, de allí que se habla de maestro de la pintura, maestro de música o maestro de cualquier arte y oficio, como los antiguos «maeses». Que de ese origen se haya pasado a designar a la persona de mayor sabiduría que comanda un salón de clase, resulta obvio.
Los
griegos usaban otra palabra paedagogus, literalmente el conductor
del niño, porque era el nombre dado al esclavo que llevaba al niño a las
lecciones, pero después pasó designar a la actividad misma de enseñanza. El
hecho de que el término tenga su origen en la esclavitud tampoco autoriza a
esclavizar a los docentes en un país en el que la esclavitud fue,
supuestamente, abolida.
También
tenemos, para designar la actividad docente, el término «profesor», emparentado
con las voces latinas profiteor, que es declarar y professio que
es profesar, de donde viene nuestra profesión de fe en la que pregonamos
aquello en lo que creemos, como en la misa al rezar el Credo. El profesor
entonces es aquel que se prepara a profesar lo que sabe frente a sus alumnos
(palabra, esta última, que no viene de «sin luz» como comúnmente creemos, sino
del verbo alere que es alimentarse) y nutrirlos con sus
conocimientos, con aquello en lo que él cree, es decir da lecciones, que viene
del latín lectio que quiere decir leer, porque los profesores
medievales se ponían de pie frente a sus alumnos y leían. Luego vino la quaestio (interrogatorio),
es decir la posibilidad de preguntar al profesor sobre su lectio y,
por último, la disputatio (discusión) entre los alumnos. Con
la unión de estos elementos tenemos las lecciones modernas relajadas y no
«magistrales» en las que alumnos y profesores intercambian preguntas y puntos
de vista.
Detrás
de la función del maestro está la historia de la evolución humana. Desde
el principio, alguien enseñó a otro a hacer algo: a encender el fuego, a cazar.
Por eso esa expresión «pasar más hambre que un maestro de escuela», que tiene
su origen en la España del siglo XIX, pasó a formar parte de nuestras frases
recurrentes, como nos recuerda Andrés Eloy Blanco, es la constatación de una
tragedia: aquellos que están destinados a enseñar, es decir a la transmisión de
nuestro mayor tesoro: la cultura, son los peor remunerados y los que con más
apuros viven. Esa frase, ya en desuso en otras latitudes, sigue siendo
para nosotros una cruda verdad.
Cuando
en nuestra tierra se diga: «vives mejor que un maestro de escuela», sin duda
será porque habremos superado la ignorancia que nos hunde en los numerosos
fracasos de nuestro destino común y habremos encontrado, por fin, el
anhelado camino de la superación (del latín superare, que
quiere decir crecer) y el progreso (del latín progressus, que
quiere decir avance).
Laureano
Márquez
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