Julio Castillo Sagarzazu 18 de enero de 2023
Cuando
el conductor se equivoca y toma una vía distinta a la que indica el GPS, el
dispositivo suele alertarlo y se escucha la frase: «recalculando…». Es señal de
que vendrán nuevas señales para retomar la vía.
Las
fuerzas democráticas venezolanas deben recalcular su estrategia para enfrentar
al oficialismo, una vez que se ha metido por meandros que ha debido evitar. No
leímos bien el GPS.
Este «recalculo» debería llevar un desplazamiento del eje de la política que se ha venido desarrollando en los últimos meses. Pareciera importante y más útil, igualmente, encontrar esa ruta mirando más por el parabrisas, que perdiendo el tiempo haciéndolo por el retrovisor.
Hay
dos elementos nuevos que deberían considerarse: Por una parte, está el parteaguas
de las fuerzas opositoras que ha supuesto la eliminación del gobierno interino
y por la otra, la irrupción notable de una nueva oleada masiva de protestas y
de presencia en la calle, que no se veía desde los días de entusiasmo que
siguieron a la proclamación de Guaidó.
Sobre
la primera no hay mucho que decir. Ha quedado patente que la oposición que
venía actuando en conjunto en la llamada plataforma unitaria, ya no lo está
formalmente. De esa experiencia queda únicamente la Comisión de
Primarias que se constituye, de facto, en la única instancia que conecta a
estas fuerzas y que tendrá la delicada misión de mantenerlas unidas, al
menos, para concretar la realización de ese proceso tan importante para
mantener una cierta homogeneidad de fuerza frente al gobierno de Maduro.
Sobre
la segunda, si pareciera necesario detenerse a tratar de desentrañar la
naturaleza y los rasgos novedosos de esta oleada de movilizaciones que han
sacudido al país en estos últimos días.
A ese
respecto, no deja de ser paradójico que se recupere esta capacidad de
movilización, justamente, en el momento de esta severa crisis de la élite
opositora. Este hecho, lo que pareciera sugerir es que el contagio no se ha
producido porque entre la dirigencia social y gremial y la política, hay la
suficiente «distancia social» para no haberse contaminado. En cualquier caso,
lo que se debe deducir de esto, es que esa falencia debe ser superada, porque
este divorcio solo hará más compleja la salida de la crisis y el cambio
político en el país.
¿Por
qué es necesario resolver este problema? Pues porque como bien lo señalaba el
manual leninista, el ¿Qué Hacer?: «El movimiento obrero dejado en su expresión
espontanea, solo genera “tradeunionismo». En latín vulgar, lo que esto quiere
decir es que el movimiento social, dejado a su libre albedrio, lo tiene
demasiado difícil para lograr un cambio político.
Este
desafío es de capital importancia. Sin manipular las movilizaciones, sin
instrumentalizarlas y sin pretender usurpar su dirección natural, las fuerzas
democráticas, deben encontrar el mecanismo para darle profundidad, estrategia y
direccionalidad a las reacciones espontaneas y a las que están siendo
conducidas por los lideres naturales de gremios, sindicatos y comunidades.
Para
ello es indispensable regresar a cultivar la relación con la gente de carne y
hueso; hacer una labor de caza talentos, para identificar a los mejores
dirigentes y para organizar esta vanguardia detrás de un plan político y social
claro y que apunte al cambio. Dicho de otra manera: Hay que apartarse
un poco del WhatsApp y el Instagram y sumergirse barrio y gremio adentro, al
encuentro de la gente.
Es, en
este momento, en el que hay que regresar al tema de las primarias y volver a
señalar que este proceso debe conseguir un punto de encuentro con la
movilización social. Un viraje audaz, junto a una generosidad, humildad y
capacidad de comprender que hay liderazgos surgiendo, es una iniciativa
necesaria hoy en día. De esa sinergia, dependerá mucho el futuro democrático de
Venezuela.
Hay
que recalcular la ruta. Es la única manera de avanzar.
Julio
Castillo Sagarzazu
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