En guerra entre sus fracciones, la oposición desata una tempestad de calamidades contra sí misma. Su desacuerdo estratégico, la ausencia de una política transicional creíble y los desatinos a granel disolvieron su condición alternativa.
Es increíble que dirigentes con experiencia y formación sorprendan con una mala práctica política. Pero ese error se ha hecho costumbre y hay que ponerle límite: si las oposiciones no acuerdan un candidato con opción de victoria, hay que renovar a sus directivas. ¿Para qué se necesita a quienes prolonguen por cinco años el poder autoritario?
Las perspectivas políticas para el 2023 mejorarán sustancialmente si las fuerzas democráticas articulan una alianza electoral que agregue a todo lo que no es gobierno para expresar el descontento social y la aspiración de cambiar. Una alianza para vivir en un país mejor.
No parece conveniente que esa amplia coincidencia la personifique una figura involucrada en la pugna opositora de los últimos cinco años. Un aporte que los partidos podrían dar si aceptan considerar nombres que provengan de trayectorias académicas, intelectuales, sociales o empresariales exitosas en la dimensión cívica de la política.
Esa figura debe tener atributos como visión de futuro con propósito; capacidad de organizar entendimientos; voluntad de reconciliación para adelantar cambios con inclusión y un plan para sacar al país del hoyo. Un candidato cuyo triunfo sume y cuya serena voluntad de cambio garantice convivencia para abrir una estable transición hacia la reinstitucionalización democrática.
Esto es posible si descubrimos los rastros de futuro en los hechos del presente. Algo de lo que se necesita para tener un país mejor ya está ocurriendo en pequeña escala. En el leve ascenso en los sótanos que se produjo en el primer semestre del 2022 la guaya principal fue el emprendimiento económico a pulmón propio y no el iceberg de los bodegones.
La movilización de los maestros también muestra una oposición social útil, cuyo objetivo no es calentar la calle para tumbar al gobierno sino restituir un salario que dejó de existir y rescatar el derecho de los niños a una educación pública de calidad. Son protestas que simbolizan el deseo de salir de la sobrevivencia, con participación de opositores y chavistas.
El único sentido que tiene pensar en las perspectivas políticas es actuar para generar nuevas tendencias. El 2023 es la antesala del principal evento para triunfar electoralmente y detener democráticamente la disolución del país por hambre, pobreza y exclusión civilizatoria.
No está permitido un triunfo de Maduro por prestarle atención a la competencia para arribar de segundo o al invento de pretextos para no aglutinar el descontento social y la diversidad opositora.
La teoría, importante para orientar la acción, es inútil cuando la refuta la realidad y no resuelve sus acertijos. El país necesita un mensaje de esperanza objetiva desde la verdad. Un relato que sustituya las ficciones de la oposición autoritaria que prefirió la vía insurreccional a la electoral.
La gente quiere cambiar una situación cuya responsabilidad es fundamentalmente del gobierno; pero ya le es indiferente quien le abra esa opción. La oposición debe presentarla, salir de su burbuja y pasar a una fase de construcción de soluciones para unirse a la sociedad descontenta.
El horizonte puede aclararse. Pero, ¿quién se decide a encender una luz?
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