Rafael Veloz García 14 de abril de 2023
@Rafaelvelozg
Nunca
hemos sido partidarios de subestimar al adversario político y en caso de una
dictadura mucho menos. Consideramos que es un error muy grande, al punto que
muchos analistas lo han llegado hasta catalogar como un “pecado”. Por lo tanto,
en lo que se refiere a Nicolás Maduro, no lo podemos hacer, sobre todo en este
momento en que las fisuras de su régimen son ahora grietas visibles en lo
interno. Y en lo externo también, representado en la percepción que tienen los
ciudadanos del país de su presencia en Miraflores y el indecente manejo del
erario público nacional, todo por causa de las ollas podridas de la corrupción
que se han destapado en las últimas semanas, que involucran a funcionarios del
más alto nivel del gobierno usurpador y a sus colaboradores más cercanos.
La amenaza de Maduro y de otros funcionarios de su régimen contra Juan Guaidó y su entorno, así como el riesgo que corren otros dirigentes de organizaciones políticas y sociales del país, no pueden considerarse como simples actos de fanfarronería. Son amenazas reales a las que hay que prestarles mucha atención. No se trata solo del encarcelamiento o un intento de intimidar a un líder. Esto va más allá.
No
vamos a llegar al muy recurrente ejemplo de lo más peligroso en que se
convierte una fiera cuando está herida al hablar del régimen de Maduro, porque
sería en buena medida subestimarlo. Coincidimos, en cambio, con lo señalado en
una ocasión por el disidente ruso Natán Sharanky, en eso de que “las dictaduras
son en el fondo débiles”. Esto explica la razón por la cual recurren a la
persecución y encarcelamiento de los líderes de oposición, así como en el más
absoluto desprecio a los derechos humanos de quienes los adversan, todo en aras
de sostenerse en el poder.
En
consecuencia, podemos hasta decir que esas acciones forman parte de una
política de Estado y han sido aplicadas por Maduro desde que de manera
fraudulenta fue instalado en Miraflores por un moribundo Hugó Chávez, esto si
creemos que cuando lo hizo a modo de sucesión de un trono, aún estaba con vida.
Dentro
del tema hay que incluir algunas consideraciones importantes. Primero, ellos
mismos han reconocido que la corrupción es el origen de la tragedia que viven
los venezolanos. En este sistema, el de justicia está usurpado y hecha de
corrupción. Y ese mecanismo de control absoluto de los poderes públicos se
configura en un terrorismo de Estado para la utilización de un sistema de
justicia, con el Tribunal Supremo de Justicia, fiscalía, tribunales, etc., no
para servir a los ciudadanos, sino que se utilizan para la intimidación, la
persecución y para atornillar en Miraflores a Maduro.
Juan
Guaidó ha demostrado y ha anunciado todo lo relacionado con la preservación de
los activos de los venezolanos en el exterior y se ha enfocado en hacer valer
los mecanismos constitucionales a fin de ir a los procesos de elección
presidencial y parlamentaria válidas, que nos deben. Y ha dicho la verdad, al
dejar claro que ese mecanismo no puede ser ejecutado por parte de la dictadura
y por eso sigue en la lucha sin desmayo. Y eso no le gusta a Maduro.
Esas
virtudes le han hecho ganar seguidores. Por ello, las alianzas, integradas por
organizaciones políticas y sociales, que a la fecha lo han respaldado en forma
pública y otros que lo harán en los próximos días, manifestaron ayer en una
reunión conjunta su solidaridad con Guaidó, indicando que siguen adelante en su
trabajo y argumentaron que la finalidad del régimen es su inhibición, lo cual
no conseguirán. Prueba de ello es que el día martes se juramentó el comando de
campaña en el estado Nueva Esparta.
El
otro tema es que ningún candidato a la elección primaria está a salvo del
sistema represivo en que el régimen ha convertido a los poderes públicos. Esto
no es una acción aislada, sino que Juan Guaidó ya ha anunciado públicamente que
es un candidato a la primaria, por lo que su persecución es a la vez una acción
contra ese proceso electoral de la oposición. Lo que se persigue es el saboteo
de este proceso que va a la nucleación e identificación del liderazgo que no
solo estará empoderado para la reconstrucción del país, sino también inmerso en
el acuerdo de gobernabilidad, para recuperar la institucionalidad, los
servicios públicos, dar fuerza al salario y lo más indispensable para la vida
de los venezolanos. Cuando sea así, podremos volar como volaba Venezuela en el
punto de vista financiero en las décadas de los ’60 y ’70 del siglo veinte,
fundamentalmente.
El
mundo libre está atento porque no ha cesado la intimidación y las acciones de
persecución contra Juan Guaidó, a su entorno y a su grupo familiar. De allí que
el día de ayer el Departamento de Estado de EE.UU. y otras instancias
internacionales han anunciado que eso no abona a los acuerdos que se llevan
adelante y en la solución al conflicto político.
“Condenamos
la represión constante y generalizada de activistas y figuras de la oposición
venezolana”, subrayó un portavoz del gobierno de Joe Biden, después de que
Guaidó alertó sobre el plan de la dictadura para detenerlo.
El funcionario de los EE.UU. dijo que Washington “revisará y ajustará” su
régimen de sanciones si Maduro “no negocia de buena fe, no cumple sus
compromisos o incrementa la represión de activistas políticos”, destacó Europa
Press en su información.
Repetimos,
hay que dejar claro que torpedear la acción de un candidato es torpedear la
salida política. Y Nicolás Maduro nunca ha demostrado un interés por la salida
política.
Por
otro lado, este sistema criminal nunca ha luchado contra la corrupción, porque
está hecho sobre sus bases. Y trata con falsedades y mentiras utilizarlo como
argumento para eliminar tanto a sus adversarios internos como a los potenciales
candidatos o personas que le son adversos. La amenaza latente de
encarcelamiento es una acción contra el cambio político y la unión de los
venezolanos.
Maduro
y sus funcionarios, tras el escándalo de corrupción en Pdvsa, que ellos mismos
revelaron, quieren hacer ver que es la primera vez que se presenta un caso de
este tipo, pero la realidad es que la corrupción del régimen tiene más de 20
años, porque es más que evidente el inmenso desfalco a la nación, que se ha
denunciado durante todo ese tiempo. Basta con revisar los medios de
comunicación independientes de todos esos años, que hoy son una auténtica
memoria histórica del saqueo hecho al país por vía de la corrupción, que es la
esencia de este régimen.
Frente
a todo lo anterior debemos estar alertas, denunciar y advertir sobre esta
situación para que Nicolás Maduro no haga lo mismo que ha hecho Daniel Ortega
en Nicaragua. Eso hay que advertirlo desde ahora, que pretenden utilizar el
sistema en manos de los poderes públicos para perseguir, exiliar, amedrentar,
encarcelar a cualquier persona que le pueda competir y ganar un proceso
democrático electoral.
Maduro
con ello comete un error, un error que puede ser muy costoso. Olvida que está
bajo la lupa del mundo libre, que la Corte Penal Internacional de La Haya
avanza cada día más en la investigación por crímenes de lesa humanidad. Olvida
los informes de la Misión Independiente para la Verificación de los Hechos de
la ONU y, como señalamos antes, Estados Unidos ya le anunció que las sanciones
contra él y su cúpula serán ajustadas para más fuertes de continuar con la
represión constante contra Guaidó y el resto de la oposición. Y olvida que las
protestas de los trabajadores pasaron de largo los tres meses y no tiene como
parar esa situación, porque se robaron los recursos financieros, por lo que la
conflictividad social irá en aumento.
Maduro
no ha podido echarle tierra a los escándalos de corrupción y eso lo puede
llevar a cometer errores como son la persecución y la detención de sus
adversarios políticos. Ha caído, sin darse cuenta, en arenas movedizas. Y en
esas circunstancias, mientras más se mueva, más se hunde.
Rafael
Veloz García
@Rafaelvelozg
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