Laureano Márquez P. 14 de abril de 2023
El
tema de la inmortalidad ha sido recurrente en el devenir histórico del ser
humano. Desde los inicios mismo del pensamiento, que trajo consigo la
percepción clara de nuestra finitud y contingencia, mucho se ha fantaseado la
posibilidad de vivir para siempre. La inmortalidad, usualmente, es percibida
como un supremo bien, pero también, no pocas veces, como fatalidad y castigo.
Baste recordar las palabras que el general espartano Leónidas dirigió a
Efialtes de Tesalia cuando éste, en el desfiladero de las Termópilas (que
quiere decir fuentes calientes), les mostró a los soldados de Jerjes una ruta,
desconocida para ellos, por la cual pudieron avanzar y atacar a los griegos por
la retaguardia: «ojalá vivas eternamente», le dijo (al menos en la película).
La piedra filosofal no es una invención de Harry Potter. El anhelo de dar con ella se remonta a la antigüedad. Se trata de una sustancia química legendaria, cuya búsqueda obsesiva fue de gran estímulo para el desarrollo de la alquimia, que luego devino –entre otras ciencias– en la química actual, esa complicada asignatura donde el agua, que se ve tan claramente que es agua, es llamada H2O, nada más que para complicarle la vida a uno. La piedra filosofal tendría la posibilidad de trastocar en oro y plata los metales corrientes, pero también, en términos del tema que nos ocupa, de alcanzar el hallazgo de la inmortalidad para el ser humano.
Pues
bien, este asunto de la inmortalidad, que era solo material de literatura y
cine de ciencia ficción, según los especialistas científicos, podrá ser una
realidad alrededor del año 2045.
Investigaciones
patrocinadas, entre otras instituciones por Google (que en definitiva es un
buscador, también de vida eterna), el envejecimiento –catalogado como una
«enfermedad curable»– podrá ser detenido. Sería «la muerte de la muerte», como
los mismos expertos señalan, el fin de la edad humana y el comienzo de la edad
posthumana. Se avecina un mundo controlado por la inteligencia artificial. Al
parecer vienen computadoras con capacidad para tener eso que hoy día se ha
perdido entre nosotros: la conciencia, con capacidad para asumir la
inteligencia combinada de todos los hombres (de todos los hombres inteligentes,
obviamente. Los brutos quedamos fuera). De todas estas investigaciones puede
dar cuenta –no podía llamarse de otra manera– la Methuselah
Foundation (Fundación Matusalén).
Como
sería de esperarse, los primeros en acceder a la inmortalidad, seguramente,
serán las personas de más billete, entre las cuales se cuentan, claro está, los
políticos corruptos, que ya sabemos de sobra cuáles son los más destacados del
mundo mundial. Sin embargo, el no acceder al «beneficio» de vivir para siempre,
no será, ni con mucho, un castigo para los limpios. En un mundo como el que se
avecina, el poder morirse será un gran privilegio. Eso que llaman el tedio
vital será insufrible para los inmortales: no querrán leer, ni viajar, ni ver
un cuadro, porque como tienen toda la eternidad para ello, dejará de ser
importante, lo cual equivale a ir para atrás, como el cangrejo. Ya veremos el
incremento del índice de suicidios entre los inmortales.
Afortunadamente,
quien esto escribe, para el 2045 ya estará, Dios mediante, en pleno goce de la
vida eterna, no de la que aquí se avecina, sino de la otra, la del más allá, la
de siempre.
Laureano
Márquez P.
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