ZAIR MUNDARAY 11 de abril de 2023
@MundarayZair
“Mientras estos pillos desaparecen lo que
podría exceder los 20 mil millones de dólares los maestros siguen lidiando con
un sueldo de 7 dólares, el hambre avanza, la destrucción del proyecto de vida y
la desesperanza de los venezolanos sigue en el tapete”.
La gran especialidad de la revolución bolivariana, es su voraz capacidad de apropiarse de lo ajeno, la indolencia frente a las consecuencias de su modelo rapaz, y tal vez uno de los temas que más rechazo genera, su impúdico placer por exhibir lo robado. Cómo llegamos hasta acá, tiene mucho que ver con nuestro relativamente exitoso pasado petrolero, en el que el ascenso social se relaciona con tener dinero, lo cual es percibido como algo positivo, sin reparar mucho en los orígenes de esas fortunas. Pero lo que ha ocurrido en días recientes en Venezuela difícilmente pueda ser cotejado con otras situaciones en el mundo; el descaro y la descomposición de todo lo que es loable en el ser humano tiene en el chavismo su grafía más excelsa.
Debo
decir, que estoy convencido de que esta razzia contra un pequeño grupo de
corruptos nunca se hubiese producido si no estuviésemos a las puertas de
un evento con ribetes electorales. Para la casta gobernante, la “política” no
pasa de ser una excusa para su sostén, no está revestida de ningún objetivo
altruista ni de servicio. Pero, la cercanía a cualquier “consulta popular”
viene de la mano de un enorme incremento en el gasto público, en el que se
impone la ya manoseada fórmula revolucionaria, de salir a la calle a
regalar neveras, lavadoras, bolsas de comida, y a prometer todo lo que han
incumplido durante los últimos 25 años.
Maduro
necesita plata, y contaba mayoritariamente con lo escondido en criptoactivos
para poner en marcha su maquinaria de propaganda. Sin embargo, al pedir
cuentas, bajo la premisa, claro está, de que ha colocado a cuidar los activos a
consagrados ladrones, se percata que la plata no está, y no solo eso, sino que
no hay forma alguna de que pueda recuperarla. En resumen, Maduro sabe que son
pillos, como él, sabe que roban, como él, los pone donde hay, pero bajo la
creencia de que lo que tiene que ver con la campaña es sagrado, porque se
relaciona con la continuidad de la fiesta de corrupción que implica
mantenerse ilegítimamente en el poder. Esa es su “arrecehera”, tal como ha
confesado en alocuciones públicas.
“Estoy
convencido de que esta razzia contra un pequeño grupo de corruptos nunca se
hubiese producido si no estuviésemos a las puertas de un evento con ribetes
electorales”
Hay
gente que no tiene otro talento, ni conoce profesión distinta a la de robar.
Hace años, Isaac De León Beltrán, escribió un libro que me hizo repensar
todo lo que había estudiado sobre criminalidad. Se trata de “El
Crimen como Oficio”, un ensayo sobre la eficiencia delictiva, donde a
partir de diversos análisis, arriba a la conclusión de que el crimen es
una verdadera profesión que algunos han asumido de forma seria y metódica,
que no es casual o una situación momentánea, sino una elección de vida.
Esta elección tiene como objetivo la eficiencia, que se expresa en la obtención
de las mayores ventajas frente a la mínima brecha u oportunidad posible,
calculando el riesgo en todo momento. No podemos negar, que Tareck El
Aissami ha tenido la virtud de crear una maniobra de latrocinio a largo
plazo, no es un arrebatador de carteras, sino un calculador estratega que
además ha conseguido un importante staff de ladrones, que han
sabido colocar en lugares claves, es decir “donde hay”.
Hay
gente que olvida, que Venezuela gracias a la obra revolucionaria, se
ha convertido en un Estado cuidadosamente diseñado para el crimen,
especialmente para robarse lo público. Por eso, estos hechos que hoy causan
escándalo y que no son más que la sustitución de un grupo criminal por otro, se
gestaron hace mucho, cuando algunos impusieron la idea de que había que
“blindar” la posibilidad de que el Estado pudiera cobrar acreencias vía
criptoactivos y además que podía ejecutar partidas públicas por la misma vía.
La Sunacrip (Superintendencia Nacional de Criptoactivos) fue un
invento de la írrita constituyente de 2017, y por arte de magia fue adscrita
desde su creación a la Vicepresidencia de la República, que para la fecha
estaba en manos de Tareck El Aissami, quien puso en esa instancia bajo su
control, no en balde, a uno de sus conocidos aliados Joselit Ramírez. Este
fue designado como Superintendente desde junio de 2018 hasta su estrepitosa
caída ahora en 2023. Si revisamos las competencias de la Sunacrip, y lo
concatenamos con los parámetros de la Ley Antibloqueo impulsada por Diosdado
Cabello, Tania Díaz y Gladys Requena, como miembros de la junta directiva de la
constituyente, es fácil percatarse que hay una asociación para delinquir que
permite usar la tecnología de las cripto para desaparecer el dinero.
El uso
de las criptomonedas impide que las transacciones sean reversibles, además son
anónimas, y con solo un clic pasan de manos, compran bienes, se intercambian
por otras, se invierten en distintos valores, sin que se pueda rastrear
eficientemente. Maduro lo sabe, de hecho, conocía que todo esto se estaba
llevando a cabo, pero confiaba que el dinero de la campaña estaba aún a su
disposición, obviamente se equivocó. De ahí en adelante era muy fácil para los
grupos de poder que desean ocupar los espacios de los caídos en desgracia,
armar la narrativa de la conspiración; era tanto como decir: podemos robar y
ser eficientes agarrándonos todo, pero la plata de echar a la calle para
elecciones es sagrada, es nuestra garantía para seguir robando.
Lo
cierto es que Maduro envía un mensaje claro: yo soy quien decide cuándo y
cuánto se roba, y el que no lo acate que se atenga a las consecuencias.
Mientras estos pillos desaparecen lo que podría exceder los 20 mil
millones de dólares los maestros siguen lidiando con un sueldo de 7
dólares, el hambre avanza, la destrucción del proyecto de vida y la
desesperanza de los venezolanos sigue en el tapete. A diario vemos los videos
de los lujos en los que viven los jerarcas revolucionarios, las mansiones, los viajes,
los carros, el oro, las operaciones estéticas que convirtieron en
irreconocibles ante el espejo, a quienes antes eran humildes jóvenes de barrios
populares. Frente a esto la sociedad está dividida ente quienes los repudian y
quienes lamentan no ser parte de la banda; porque sí, el modelaje es
importante a las sociedades. Qué falta hace además una dirigencia política que
asuma la denuncia, la investigación y que, con los escasos recursos existentes,
ponga el foco en la corrupción como uno de los males que más gravamen ha
causado a la población en nuestra historia reciente. Tenemos que ser capaces de
hacer las cosas de forma diferente, ese debería ser el mansaje.
Mientras
tanto, la sociedad reacciona, señala, denuncia, pero toda esta puesta en
escena queda en manos de operadores de justicia que han sido parte del
mismo festín de corrupción, desde el Ministerio Público hasta el Tribunal
Supremo de Justicia. Quién revisará a los que juzgan, pero eso es materia
de otra reflexión.
ZAIR
MUNDARAY
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