Trino Márquez 06 de diciembre de 2023
@trinomarquezc
A
pesar de los precarios resultados obtenidos por el régimen en el referendo
consultivo del 3 de diciembre, esa cita colocó en manos del Gobierno una bomba
que podrá activar cuando lo desee, tal como ya hizo con el llamado a esa
consulta, cuyo único propósito era reducir el impacto de la Primaria del 22 de
octubre y del claro triunfo de María Corina Machado, quien surgió de las urnas
electorales como la líder indiscutible de la oposición.
En términos de la participación popular, la jornada del domingo pasado fue un fiasco. Los reportes desde todos los puntos del país indicaban que la gente no se había interesado por ir a expresar su opinión acerca del Esequibo. El lenguaje patriotero y las presiones sobre los empleados públicos, los jubilados y los humildes venezolanos que reciben alguna de las migajas que ocasionalmente reparte Maduro, no fueron suficientes para convencerlos. Ese resulta un tema demasiado alejado de las necesidades reales de los ciudadanos, ocupados en ver cómo sobreviven día a día, cómo consiguen la comida diaria en el país con la más alta inflación en alimentos de todo el planeta: 410% anual de acuerdo con el más reciente informe del Banco Mundial. Los ciudadanos están mucho más preocupados para ver cómo subsisten sin empleo, luz, agua, transporte colectivo y salud pública, que en recuperar un territorio que fue perdiéndose en manos de Chávez, primero, y luego, de Maduro.
Sin
embargo, como suele ocurrir en los regímenes autoritarios, los resultados
fácticos les importan muy poco a los mandatarios. Lo que realmente interesa es
lo que el régimen hace con ellos. La forma como los presenta, los divulga y se
aprovecha de ellos. Para eso poseen el control de las instituciones y de un
amplio y variado aparato comunicacional que va modelando la visión de la
realidad, no importa cuánto esta se acerque o se aleje de la verdad.
En
vista del fiasco del domingo, lo primero que hizo el régimen fue utilizar al
Consejo Nacional Electoral y a su presidente, el señor Elvis Amoroso, para
presentar una cifra fraudulenta. Amoroso dijo que más de diez millones de
votantes se habían acercado a los más de diez mil centros de votación en todo
el país. Fue esa una manipulación grotesca de lo que había sucedido. Como el
gobierno actúo sin contrapesos institucionales ni supervisores que resguardaran
los votos ciudadanos, sobre todo los de quienes se pronunciaron por el NO, las
evidencias quedaron reducidas a los reportes de los medios de comunicación y de
los ciudadanos convertidos en reporteros de ocasión. Por fortuna, los medios de
comunicación internacional que se encontraban cubriendo el evento fueron
testigos excepcionales de la estafa. Podemos suponer que los militares que
dirigieron el Plan República y las bases del PSUV menos fanatizadas también
deben haber tomado nota del naufragio de ese experimento. Fue la segunda
derrota del régimen en menos de dos meses. El primer fracaso fue cuando la oposición
organizó la primaria del 22-O. En esa ocasión, el Gobierno aseguró que la cita
encallaría porque la oposición carecía del músculo financiero y organizativo
para llevarla adelante.
La
Primaria fue un éxito fulminante. Esta herida trataron de sanarla con el
referendo consultivo, pero no pudieron. Ahora Maduro y su gente cargan con el
peso de dos derrotas en la antesala de la campaña presidencial que se realizará
2024. A Maduro, tan convencido de que será el candidato del PSUV, podría
enredársele el panorama. Las cifras de la mayoría de las encuestadoras no lo
favorecen.
Con
los resultados arrojados por el referendo consultivo, el problema pasa a ser
cómo a queda la relación del país con el Esequibo. La gente que votó
supuestamente le dio un mandato categórico al Gobierno: este está obligado a
defender ese territorio por todos los medios a su alcance, debe someterse a los
Acuerdos de Ginebra de 1966, puede desconocer las competencias de la Corte
Internacional de Justicia (CIJ) y crear el estado de la Guayana Esequiba,
entregándoles ciudadanía y cédula de identidad venezolana a los habitantes de
ese territorio. El Gobierno de Maduro, tan irresponsable en todos los niveles,
ahora tiene en sus manos una bomba de tiempo. ¿Cómo usará ese poder que los
ciudadanos le entregaron en una votación minúscula? Todos los caminos están
abiertos: desde escalar en las provocaciones armadas contra Guyana con el fin
de tensar las relaciones, declarar el Estado de emergencia y suspender los
comicios de 2024; o no acudir a la cita fijada para abril del próximo año en La
Haya, en la cual a Venezuela le corresponde presentar la contramemoria y
demostrar en la CIJ que el Laudo Arbitral de París, al que Guyana está
aferrado, es írrito y significó una gigantesco despojo de unas tierras que
Venezuela viene reclamando desde 1842. Las arbitrariedades comenzaron
decretando la orden de captura contra un grupo de dirigentes políticos opuestos
al referendo.
Desconocer
la jurisdicción de la CIJ sería un grave error. Ya la situación de Venezuela es
muy precaria porque Guyana no se ha sujetado a lo pautado en el Acuerdo de
Ginebra, sino que aplicado una política de ocupación y poblamiento de facto,
que en los hechos la ha convertido en la usufructuaria de la zona en
reclamación. No es su territorio de derecho, pero sí de hecho. A esta
circunstancia la comunidad internacional le concede un enorme significado. Si
Venezuela pretende conseguir el respaldo internacional para su causa, tendrá
que acudir a la CIJ con todos los recaudos que la acreditan como la legítima
dueña de ese territorio.
El
referendo convocado por Maduro fue un fracaso político manifiesto. Ahora a los
venezolanos nos toca tratar de evitar que se convierta en un desastre
diplomático que le cueste el Esequibo a Venezuela.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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