José Ignacio Gerbasi 30 de septiembre de 2024
En un
país agotado por las sombras de la opresión y la falta de esperanza, surge un
brillo que no puede ser extinguido. Ese brillo está en la mirada de quienes,
sin importar cuán difícil sea el camino, se levantan cada mañana con la firme
convicción de que vale la pena luchar por lo que nos merecemos: la libertad y
el derecho a vivir dignamente. Son héroes anónimos, invisibles para muchos,
pero imprescindibles para la vida de un país. Como abejas que trabajan
incansablemente, polinizan la esperanza y hacen florecer sueños de libertad
donde otros solo ven desesperanza.
Esas personas son como las abejas de las que hablan los científicos: si desaparecieran, el mundo entero colapsaría, porque ellas hacen posible la vida, el crecimiento y el renacimiento. En nuestra Venezuela, llena de obstáculos y desafíos, esas abejas son cada hombre y mujer que, con valentía y perseverancia, desafían la oscuridad que los rodea. A veces parecen pequeños e insignificantes, pero cada gesto, cada acto de lucha, es una semilla de libertad. Porque la verdadera grandeza no se mide por el tamaño de nuestros logros, sino por la pureza de nuestras intenciones y el sacrificio que estamos dispuestos a hacer por los demás.
Recuerdo
cuando un maestro me dijo que hay dos tipos de personas en el mundo: las que
son como las moscas, que solo ven la suciedad y lo negativo, y las que son como
las abejas, que, a pesar de estar rodeadas de dificultades, siempre encuentran
la dulzura en medio del caos. Nosotros, los que luchamos por un país mejor,
somos como esas abejas. Por más barro y adversidad que enfrentemos, elegimos
centrarnos en lo bello, en lo posible, en aquello que aún puede florecer.
Porque el poder de cambiar nuestro entorno no está en esperar a que las cosas
mejoren, sino en decidir qué es lo que queremos ver.
Como
dijo Albus Dumbledore, “La felicidad se puede hallar hasta en los más oscuros
momentos, si somos capaces de usar bien la luz.” Esa luz somos nosotros. Cada
acto de valentía, cada palabra de aliento, cada resistencia frente a la
injusticia es un rayo de luz que disipa la oscuridad. Y aunque a veces parezca
que la lucha es interminable, que el túnel no tiene fin, debemos recordar que
la verdadera magia de la vida es la capacidad de levantarse una y otra vez, de
no rendirse. Porque la libertad, como el néctar de las flores, se construye
gota a gota, esfuerzo a esfuerzo.
Así
que, cuando el cansancio te alcance y sientas que las fuerzas flaquean,
recuerda que hay un enjambre de abejas como tú, trabajando incansablemente para
que un día, Venezuela sea el jardín que siempre debió ser: un lugar donde la
dignidad y la justicia florezcan en cada rincón. Somos el cambio que esta
tierra necesita. Somos la esperanza que no muere, la voz que no se silencia.
Somos las abejas que polinizan la libertad, y no descansaremos hasta que cada
pétalo de nuestro sueño se abra al sol de un nuevo amanecer. ¡Vamos, sigamos
adelante, porque mientras haya abejas, siempre habrá flores y, con ellas, un
futuro lleno de posibilidades!
Vamos
por más…
Jhose
I Gerbasi
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