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domingo, 31 de mayo de 2015

Las trampas de la tolerancia, por @felixpalazzi

FÉLIX PALAZZI sábado 30 de mayo de 2015

En estos años hemos escuchado hablar sobre la necesidad de abrir espacios al diálogo y a la tolerancia que permitan responder a la necesidad, cada vez más imperiosa, de dialogar para construir un proyecto común como sociedad. En la creciente polarización de la realidad se tiende cada vez más, sin distinguir bandos, a descalificar, aislar y menospreciar a todo lo que se presenta diverso, ajeno, extraño u opuesto a nuestra forma de pensar, asumir y discernir la realidad. Ello genera dinámicas de profunda intolerancia que son narcotizadas y potenciadas por la indiferencia y la desesperanza.

Es evidente que, muchas veces, la dureza y la crueldad de nuestra realidad nacional y mundial nos priva de toda posible racionalidad. Lo desvirtuado y despiadado de algunas situaciones, la hegemonía del interés privado sobre el común, el abuso del poder, la precariedad de los servicios, entre otros muchos aspectos, hacen que cualquier referencia a la tolerancia sea una simple evocación a una virtud utópica sin asidero real. Posiblemente esto se deba a que hemos asumido que tolerar se entienda como la simple acción de aguantar lo adverso, sobrellevar lo ajeno o permitir y convivir con lo errado. Es decir, que la tolerancia, en cierta forma, sería una actitud cómplice que favorece la indiferencia y la inhumanidad que vivimos.

En nuestro presente tan convulsionado algunos académicos han valorado que la tolerancia no es más que una "pequeña virtud" que agrede la dignidad humana y nos lleva a legitimar y convivir con la exclusión y la injusticia. Recordemos la célebre expresión de Goethe: "el derecho no debe ser tolerado, deber ser reconocido, quien tolera insulta". En nuestra realidad venezolana la situación se complica ante el fracaso evidente por conformar una sociedad civil como sociedad plural y democrática.

En la presente distorsión de la vida política y social de nuestro país difícilmente la tolerancia llega ser una virtud "entre iguales". Ante tal desarticulación surge aquella masa anónima de los "ni-ni". Aquellos que "soportan", "aguantan", "sobrellevan" las dificultades de nuestro presente porque no encuentran otra alternativa mejor.

Como se puede apreciar, el concepto de tolerancia en este complejo escenario nacional y global no está libre de grandes sospechas e interpretaciones. Es necesario recordar que tolerar la injusticia es, de hecho, una injusticia. Si solamente toleramos aquello que consideramos "errado" o "distinto" porque una mayoría así lo considera o porque es avalado y respaldado por unas creencias o una ideología política o religiosa, pero no tienen por referencia a la mediación de la justicia, correremos el grave riesgo de legalizar patologías y distorsiones sociales.

Hablar de tolerancia cuando no hay justicia es una falacia. Hoy más que nunca es evidente que la tolerancia requiere de la mediación de la justicia si queremos restablecer la reciprocidad y el reconocimiento legítimo en nuestra sociedad.


Félix Palazzi
Doctor en Teología
felixpalazzi@hotmail.com
@felixpalazzi

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