MIGUEL BAHACHILLE 07 de noviembre de 2016
El
argumento más recurrido por el oficialismo para preservar el actual estatus quo
es que “la revolución llego para quedarse y por tanto debe ser defendida por el
pueblo”. El gobierno se resiste a admitir que su intento de convertir en mito,
a modo cubano, la asonada contra el sistema democrático dirigida por Chávez en
1998, fracasó. Hoy el forraje marxista no es entendido siquiera por muchos de
sus operarios. El sainete con rótulo de “socialismo del siglo XXI” llega a su
fin porque se reveló como lo que siempre fue: “una gravosa comedia”. Veamos sus
efectos en algunos ámbitos sociales luego de 17 años.
Inflación. El
Fondo Monetario Internacional (FMI) ha estimado que Venezuela tendrá en 2016
una caída en su economía del 10%; es decir en constante decrecimiento. Que la
inflación para final de año superaría el 700%. ¿Qué influjo tiene “eso” para
pueblo al que intentan seguir seduciendo con la patraña socialista? Por
ejemplo, una familia que destinaba hace un año Bs. 50.000 mensuales para sus
gastos usuales, deberá erogar ahora siete veces más. Es decir, Bs. 350.000.
¿Defender qué?
Escasez.
Encuesta de Datanálisis (may-2016) revela que la escasez de alimentos y enseres
regulados en los anaqueles de abastos y expendios de Caracas es del 82,30% y en
los hogares del 41%. No hay que ser estadístico para llegar a esa conclusión.
Basta ver al pueblo humillado en colas suplicando por comida. Por su parte el
presidente de la Federación Farmacéutica de Venezuela, Freddy Ceballos, estimó
en 80% la escasez de medicinas. ¿Defender eso?
Inseguridad.
Informe del Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV), revela que en 2015
hubo en Venezuela 27.875 muertes violentas. Noventa fallecidos por cada 100.000
habitantes. De los 145.000 homicidios ocurridos en países de América Latina y
del Caribe, nuestro país “aportó” el 20%. Se estima que incremento de la
violencia criminal para finales de año será del 8%.
Migración. Iván
de la Vega, investigador de la Universidad Simón Bolívar, señaló que en
estudios realizados por la Organización de Naciones Unidas se estima que
1.600.000 de venezolanos ha migrado entre el 2000 y 2015. Los destinos más
buscados, entre otros, son Estados Unidos, España, Chile y Ecuador.
Nada
puede ocultarse. El informe anual del Banco Mundial
(26-10-2016) que evaluó el avance económico de 190 países, Venezuela ocupó el
número 187; Méjico N° 47; Colombia 53; y Perú 54. Naque que agregar. En otro
ámbito, la Organización de Naciones Unidas para los Derechos Humanos expresó
“gran desasosiego por la erosión de las garantías básicas a más de la creciente
violencia y grave escasez de alimentos, medicinas y productos básicos”.
Bajo
ese escenario, qué análisis racional puede esgrimir el régimen para retardar
cualquier elección e insistir con la moratoria de su gestión evidentemente
catastrófica. Ya no es “útil” la creación y filtrado de propaganda
socialista para fijar convicciones, actitudes y, en última instancia,
apoyo ciudadano. Los “recados populistas” fracasaron porque nunca se
concertaron con la realidad diaria del venezolano. Es inútil pues apelar a la
maña cubana o a la habilidad de retozones psiquiatras para inducir pasiones o
guías sociales probadamente destructivas.
Las
proclamas socialistas con imágenes de felicidad plena son, por
decir lo menos, inútiles. Al 80% del país les irrita porque difieren de la
trama diaria del que está obligado a pernoctar horas en enormes colas buscando
comida. La manipulación como técnica de control tiene cada día menos cabida en
la población disminuida y maltratada. No puede seguirse jugando con el
desgaste, angustia, ansia e inseguridad del pueblo. Con el hambre no se juega.
Ya no
es factible que la élite dominante pueda convencer a la masa para que siga
adaptándose a los designios ansiados por Chávez. El actual esquema social y
político no es defendible porque nada hay que defender. El 81,3% revocaría al
presidente Maduro contra el 13,5% que aprobaría su permanencia (Hercón,
Oct-2016). Ningún pretexto vale ante la punzante realidad. El diálogo es válido
en etapas políticas difíciles pero la miseria se agravará si el país sigue “en
revolución”. ¿Defender qué?
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