Leonardo Fernández 10 de noviembre de 2016
Esta
semana será decisiva para el proceso de dialogo en el que el Vaticano ha
intercedido y donde los representantes del gobierno y de las fuerzas
democráticas esperan encontrar una solución acordada a la crisis política,
económica y social de Venezuela.
El
próximo viernes se volverán a reunir todos los representantes de ambos sectores
con los mediadores de Unasur y el Vaticano. Muchas son las expectativas acerca
de los resultados concretos que arrojará esa reunión, aunque no sería realista
esperar acuerdos definitivos, el encuentro debe producir señales claras de que
se avanza.
El
problema es que aparte de las primeras liberaciones de presos políticos, el
gobierno no ha dado verdaderas muestras de querer que el dialogo rinda frutos.
De hecho, muchos de sus voceros parecieran desear lo opuesto. Comenzando por el
propio dictador, quien arremetió contra Voluntad Popular y sus dirigentes, en
un intento inútil de dividir la Unidad, que fue respondido con el rechazo de
toda la coalición democrática.
Por su
parte, tanto Diosdado Cabello, como Tarek El Aissami han torpedeado el proceso
desde su inicio, tratando de encender el conflicto, con insultos y
declaraciones altisonantes desde las redes sociales y la prensa. En las
últimas, Cabello proclamó que no aceptarán ningunas elecciones a las anunciadas
por el CNE.
Todo
esto aviva los temores de que el gobierno solo esté buscando ganar tiempo y que
ni la presencia de un enviado especial del Papa, logrará que Maduro respete las
negociaciones. La MUD por su lado si ha dado señales claras de querer avanzar
en el dialogo, suspendió el juicio político a Maduro y la Toma de Miraflores,
asumiendo el costo político que ello implicaba.
Ante
este escenario la Unidad debe plantearse una estrategia de acción que logre
conquistar las metas planteadas, sin abandonar el método de lucha pacífica. La
razón que llevó a la dictadura, aun controlando los poderes públicos y en
teoría a las FANB a buscar un dialogo con la Unidad, es por la presión que
comenzaba a ejercer nacional e internacionalmente la movilización pacífica de
millones de venezolanos exigiendo sus derechos.
El
mayor capital con el que cuentan las fuerzas democráticas es a un 80% de
venezolanos que desean el cambio y que están dispuestos a luchar por él.
Mantener la presión en las calles es la única forma de lograr que el dialogo
rinda frutos, de lo contrario estaremos ante otra táctica dilatoria del
régimen.
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