Por Miguel Ángel Latouche
Los argonautas lograron
librarse de Caribdis, un horrible monstruo Marino que adoptaba forma de
remolino y se tragaba las embarcaciones, gracias a la ayuda de Tetis. La
Diosa, una de las Nereidas, sirvió de guía para que Jasón lograse timonear a
Argos fuera del peligro. Aquel que guía la nave tiene en sus manos la vida y el
bienestar de los marineros. El ejercicio del timonel es el de direccionar la
embarcación, es el que guía. Un puede decir lo mismo de quienes gobiernan la
nave del Estado. Tienen bajo su responsabilidad la suerte de todos nosotros.
Uno siente que se encuentra
frente a una suerte funesta, como si los hados se hubiesen puesto de acuerdo
para colocarnos frente a frente con la posibilidad del naufragio. Solo la
locura puede explicar alguna de las cosas que nos pasan. La verdad es que uno
no puede fácilmente someter el devenir de nuestra vida pública desde la lógica
de la racionalidad.
Uno parece estar sometido a
la locura: el gobierno se niega a recibir una donación de medicinas de Caritas
por considerar que se trata de parte de una conspiración imperialista. No son
capaces de reconocer que vivimos una terrible escasez de medicinas; nos
prometen una hermosa navidad, a pesar de que no hay productos, de que el dólar
se disparó, que el bolívar ha trasmutado hasta convertirse en polvo cósmico,
que no hay gasolina; nos dicen que el futuro será luminoso pero no hay camas
para las parturientas, ni píldoras para el control natal, -lo que atenta en
contra de la libertad reproductiva de las damas-.
Nos dicen que se han logrado
las metas previstas para el sistema carcelario, sin que se muestren
estadísticas de funcionamiento de uno del sistema penitenciario más terrible de
América Latina, a pesar del control que ejercen los pranes, a pesar de que los
centros de reclusión se han convertido en arsenales. Vivimos de eufemismo en
eufemismo: no hay presos políticos sino políticos presos. Pero además vivimos
enmascarando la realidad, como si el gobierno no tuviese responsabilidades. La
verdad es que no basta con cambiarle el nombre a las cosas, ni con acusar a los
demás.
Jheronimus van Aken, mejor
conocido como el Bosco, es un pintor flamenco, del siglo XVI que nos regala una
obra genial entre cuyos cuadros se encuentra La Nave de los Locos, la cual
pueden ver quienes tienen la oportunidad de visitar el museo de Louvre en
Paris. Cosa nada fácil por demás en esta época de control de cambios y crisis
económica. La obra se ubica en la tradición renacentista introduciéndonos en un
mundo surreal de carácter burlesco. Muestra a un conjunto de sujetos que
pierden sus vidas de manera frívola, viviendo una vida de locura que los ubica
lejos de las normas básicas de la convivencia.
Se trata de una obra que critica
la vida disoluta. Para decirlo con los cánones de su época, se trata de una
crítica a quienes vivían en el pecado. No seamos tan estrictos. Es claro que
las cosas cambian con el tiempo y que los cánones de la moralidad se han
liberalizado para bien. El cuadro me interesa por su valor simbólico. Uno
entiende que la vida que debemos vivir sea una vida buena. Una vida que gire
alrededor de una idea de bienestar que pueda efectivamente materializarse.
No debe preocuparnos
solamente que la vida esté llena de vicios, de frivolidad, debe llamar nuestra
atención que estemos gobernados por incapaces para realizar una buena gestión
de lo público, para generar mejoras sustantivas en la calidad de la vida de la
gente. A mí no me cabe duda de que nos gobierna gente que se encuentra dotada
para la política. Ahora bien una cosa es hacer política y otra hacer buen
gobierno. Cuando se navega en la nave de los locos se incrementan las
posibilidades del naufragio colectivo.
Es evidente que la mesa de
negociación se ha convertido en un mecanismo para ganar tiempo, en un intento
por garantizar que la navidad llegue más pronto, se trata de un juego mediante
el cual se trata de sembrar esperanzas en un futuro que luce lejano. Se juega
con las ilusiones y con las expectativas de la gente.
Se trata de una navegación
peligrosa en un buque siniestro que se mueve sin dirección fija y con un
timonel incompetente que vende falsas promesas. Son tiempos oscuros los de la
nave de los locos.
10-11-16
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