Por Luis Ugalde
Miraflores y diálogo son dos
palabras engañosas. Tiene razón Voluntad Popular al negarse a este diálogo con
un gobierno que sigue poniendo presos a sus dirigentes, criminaliza al partido
entero y busca un “carcelazo” para Freddy Guevara; también la tiene María
Corina Machado cuando afirma que “la base del diálogo debe ser el cambio de
gobierno”. Tienen razón la MUD y los demócratas al decir que el diálogo es una
pieza no exclusiva pero indispensable para rescatar la democracia y reconstruir
el país. Pero en política no basta tener razón para tener la solución y hacer
el camino para lograrla. Este régimen no tiene razón, pero se sostiene porque
tiene la fuerza y la usa antidemocráticamente y sin escrúpulos.
¡A Miraflores!
Porque tenemos razón y
derecho a ir a todos los espacios de la ciudad. Pero sabemos que este grito no
solo significa llegar a determinado espacio, sino la decisión y el anhelo de
sacar al presidente con una llegada sin retorno. El gobierno lo sabe y está
dispuesto a impedirlo y tiene cómo hacerlo. Bastan mil guardias y policías para
bloquear el paso en la Plaza de Venezuela. Si en un imposible los demócratas
pudieran romper esa barrera, tendríamos decenas de muertos y otros tantos
presos acusados de “violentos y golpistas”. Tenemos la razón y somos la
mayoría, pero la dictadura tiene la fuerza y las armas y la decisión de usarlas
para que no se llegue a Miraflores. Calle sí pero con inteligencia.
El diálogo.
El diálogo es un medio
civilizado para alcanzar un fin. Si no está claro y explícito adónde se quiere
llegar, es una pérdida de tiempo y un engaño. Maduro y varios de los
negociadores gobiernistas formados en marxismo-leninismo para ser “vanguardia
lúcida del proletariado” y de su dictadura, no quieren ceder el poder por un
diálogo y por exigencias de la “democracia burguesa”. Pero presionados, hacen
la comedia comunicacional con escenario preparado y controlado. Lo demás, el
Papa, los abrazos, besos y declaraciones de paz y amor cristiano, son medios
para enmascarar ese fin y aparecer ante el mundo y el país como dialogantes,
pero sin voluntad de cambiar en nada. Afortunadamente Maduro en menos de 24
horas ante su escuálida militancia dijo su verdad leninista: los que se oponen
al gobierno son criminales golpistas al servicio del Imperio y hay que meterlos
presos para que “ni con votos ni con balas” lleguen a Miraflores. Una vez hecho
el teatro, no quieren que en las mesas se concreten los cronogramas electorales
(revocatorio y gobernadores y CNE renovado), la separación de poderes y
reconocimiento de la AN hasta los gravísimos problemas económicos y sociales y
de derechos humanos. Ni quieren llegar a decisiones con los actores económicos
sobre los cambios para desarrollar una poderosa economía productiva. Quieren
que la oposición indignada se retire para así acusarla de antidemócrata y
llevarla al terreno de la fuerza y sin razón, que es donde el régimen domina.
Son infelices los juicios
fáciles que equiparan a una dictadura armada y corrupta que tiene secuestrado
al país con los demócratas que perseguidos trabajan para restablecer la
Constitución, los derechos humanos y superar la miseria del régimen. La
culpa no es de la renta petrolera, sino de la corrupción e ineptitud para
convertirla en factor productivo.
En contraste, los
representantes de la MUD y de los demócratas estaban distraídos con sus
diferencias y a última hora no sabían si asistir a un diálogo que quieren, pero
no se atreven a defenderlo y dicen que asisten por no defraudar al Vaticano; la
verdad es que este entra como facilitador y acompañante del diálogo a
solicitud de las partes venezolanas incapacitadas para resolver sus problemas
democráticamente. También les faltó unidad y valor para decir que el error de
la “marcha a Miraflores” estuvo en la convocatoria y no en el aplazamiento de
una batalla sangrienta perdida; dijeron que lo hacían por petición de la
Iglesia.
Para los demócratas el
diálogo debe ser claro y pieza determinante para salir de la dictadura y
restablecer la Constitución, sabiendo que ni sus interlocutores leninistas, ni
los implicados en el narcotráfico van a renunciar voluntariamente a su poder
dictatorial. A los demócratas les falta informar y escuchar a la gente para que
en la cabeza y el corazón de las negociaciones estén los dolores y esperanzas
de la población. El gobierno en las negociaciones se ve obligado a devolver lo
secuestrado: el revocatorio, las elecciones regionales, la Constitución y
derechos humanos. No se trata de negociar gustos y preferencias, sino de
rescatar la Constitución y derechos humanos. Sumar y multiplicar: diálogo, más
decisiones de la AN para restablecer la Constitución, más las presiones de
calle y de la sociedad civil, más la presión de los países democráticos de
América Latina (OEA) y el mundo, más la presión interna del chavismo… Hasta
hacer insostenible la dictadura. Lamentablemente es una verdadera vergüenza
aquella fracción de la Fuerza Armada, principal sostén de la actual tiranía. La
gente agoniza en un régimen de hambre, miseria, violenta inseguridad, y
violación de los derechos humanos y de la Constitución.
El gobierno celebra que
desde algunos sabios escritorios echen la culpa a la MUD; pero no han logrado
dividirla. Los demócratas unidos (más de 20 millones) han avanzado enormemente
en un año (de noviembre a noviembre) y han dejado desnudo ante el país y el
mundo el carácter dictatorial y generador de miseria del régimen.
09-11-16
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