Jesús Chuo Torrealba 20 de noviembre de 2016
¿Que
está pasando en este país? ¿El viernes 26 de Octubre no estábamos con un mar de
gente en la autopista, y en la tarima unos líderes no estaban diciendo que el
siguiente jueves 3 de noviembre íbamos a Miraflores “porque este país no
aguanta más” y porque “la gente quiere algo contundente”? Entonces, ¿Qué
hacemos ahora sentados en una mesa de diálogo con Tareck El Aissami , Elias
Jaua y Jorge Rodríguez? ¿Es que “le perdonamos la vida a una dictadura que
estaba en el suelo”? ¿Le pusimos una “bombona de oxígeno” a Maduro al acudir al
diálogo?
Hay
muchos, muchísimos, que se hacen estas preguntas con sincera ansiedad, con
legítima angustia, con auténtico sentido de urgencia venezolana, alejados de
cualquier cálculo partidista o del histrionismo de ciertos “liderazgos”.
También, ciertamente, hay quienes hacen
preguntas como estas con evidente intención manipuladora (son los que, aún en
medio de esta terrible crisis nacional, están más interesados en disputar el
liderazgo opositor que en sacar a Maduro del poder). Pero lo cierto es que esas
preguntas están ahí, en la realidad, porque también en la realidad están las
contradicciones que generan esas interrogantes. Y lo serio, lo responsable, es
responderlas, no evadirlas.
Entonces,
veamos: ¿Es verdad que hace apenas tres semanas “íbamos en ruta ascendente” y
que “la transición estaba cerca”? ¿Es cierto que la Asamblea Nacional “estaba a
la ofensiva” y que estábamos a punto de destituir a Maduro en un “juicio
político” y convocar por nuestra cuenta a nuevas elecciones? ¿Tiene asidero en
la realidad eso de que la comunidad internacional entera “reconoció como golpe
de estado” la decisión del régimen de secuestrar judicialmente el RR el pasado
20 de Octubre, y que el diálogo con el Vaticano hizo que esa solidaridad
internacional se enfriara o se perdiera?
La
verdad verdadera, punto por punto, es que NO es así: Muchos países y diversos
organismos internacionales expresaron su “preocupación” por el secuestro
judicial del Referendo Revocatorio, pero ninguno acusó al gobierno de haber
perpetrado un “golpe de estado”, aunque lo fue, y todos (desde la OEA hasta el
Parlamento Europeo, desde el Departamento de Estado Norteamericano hasta las
cancillerías de Brasil, Argentina, México, Colombia, Perú, Uruguay, Paraguay y
Canada, entre otras) manifestaron su respaldo al diálogo convocado por el
Vaticano como mecanismo para destrabar el conflicto venezolano y construir una
solución pacífica, constitucional y electoral.
La
verdad verdadera es que en la Constitución Nacional NO EXISTE la figura del
“juicio político” o “impeachment”, como el que sacó del poder a Richard Nixon
en Estados Unidos o a Dilma Rousseff en Brasil, sino la posibilidad de
investigar, debatir y determinar en el parlamento la RESPONSABILIDAD POLÍTICA
del presidente en la crisis, tras lo cual tocaría actuar… a los órganos del
llamado “Poder Moral”.
La
verdad verdadera es que hace tres semanas no íbamos “en ruta ascendente” ni
estábamos “más cerca de la transición”. Hace tres semanas el pueblo venezolano
lo que estaba era justamente indignado, furioso, porque el régimen de manera
irresponsable había bloqueado la salida electoral, y en vez de encontrarse con
un liderazgo que claramente le dijera que lo que viene es una lucha que será
muy dura y que puede no ser breve, se encontró con una no consensuada
convocatoria para marchar “a Miraflores”, que se cayó no por la solicitud del
Vaticano para suspenderla, sino por la irracionalidad misma de convocarla.
Y aquí
llegamos al punto: En la historia reciente venezolana una marcha a Miraflores
no es una protesta más, sino un evento que puede desencadenar otros que a su
vez pueden generar hasta un cambio de gobierno.
Un sector del país (no los “radicales” de siempre, no los “guerreros del
teclado”, sino muchos venezolanos verdaderamente urgidos por lo desesperante de
la crisis) tiene derecho hoy a preguntarse: “¿Si hace quince días supuestamente
podíamos sacar del poder a estos tipos con una marcha, porque ahora tenemos que
dialogar con ellos?”. Por respeto a esos
venezolanos hay que hablar con claridad y responsabilidad, y decir lo
siguiente:
El
gobierno de Maduro está aislado, debilitado, es claramente minoritario en el
país y esta intensamente desprestigiado en el campo internacional… ¡Pero no
está caído! El régimen tiene aún todos los recursos de la violencia legal e
ilegal, tiene el control absoluto de todas las instituciones salvo la Asamblea
Nacional, tiene el control de todas las palancas de la economía y, aún siendo
minoritario, tiene todavía el respaldo de casi 20% de la población. Para tener
una idea de lo que significa un apoyo de ese tamaño quizá baste recordar que en
su segundo periodo el presidente Rafael Caldera ejerció buena parte de su
mandato con un respaldo que según las encuestas de la época osciló entre el 7 y
el 9%
Derrotar
a un gobierno en esas condiciones además de posible es necesario, pero su
salida no será consecuencia de un “evento traumático” determinado sólo por el
voluntarismo o la testosterona. Ya el
campo democrático le quitó la mayoría al régimen, lo que lo obligó a violar la
Constitucion para secuestrar el RR y a sentarse luego con quien no quería, con
la Unidad Democrática y con el Vaticano, para negociar una solución al callejón
sin salida en que ellos mismos se metieron.
Todo eso se ha logrado hasta ahora gracias a dos cosas: Una estrategia clara y una unidad
consistente. Abandonar la estrategia
hasta ahora victoriosa (constitucional, pacífica, electoral y democrática) y
dividir o debilitar la Unidad que hasta ahora nos ha permitido avanzar, sería
un error trágico e imperdonable.
Hay
que mantener la estrategia, porque es victoriosa, pero hay que variar la
táctica, porque las condiciones en que se da la lucha también cambiaron. Ya no
hay un horizonte electoral inmediato. La lucha hoy es por recuperar el derecho
al voto para poder lograr el cambio urgente en paz. En consecuencia, ahora la
táctica pasa entonces por combinar acertadamente la presión de calle, el
combate político en la Asamblea Nacional, la negociación asertiva y dura en la
Mesa de Diálogo y el activismo intenso en el ámbito internacional.
Estemos
claros, entonces. Aquí no se “enfrió la calle”: Se desconvocó una marcha y el
error, como dijo el Padre Luis Ugalde, sólo estuvo en convocarla; Aquí no “se
entregó el juicio político” porque no se puede entregar lo que no existe; Aquí
no “se entregó el RR” porque quien lo secuestró fue el gobierno y todo lo que
se está haciendo es precisamente para recuperar el voto y conquistar la
solución electoral. Aquí lo que viene no es histeria, desmoralización y
desmovilización, sino razón, pasión y lucha.
Lucha
que va a durar lo que tenga que durar:
Hay que superar el infantilismo demagógico de estarle diciendo al país
que “el próximo jueves, el martes siguiente, la quincena entrante” tendrá lugar
la famosa “batalla final”. Esos ultimátum hasta ahora no han servido para
impactar al gobierno sino para afectar a la oposición, ilusionándola primero y
frustrándola después. Esta lucha va a durar lo que tenga que durar,
repetimos. Pero durará menos si en esta
nueva y terminal fase de la crisis política nos mantenemos unidos y coherentes,
es decir, si lo que hacemos en un escenario (por ejemplo: la calle) fortalece y
respalda lo que hacemos en otro (por ejemplo: el diálogo) y viceversa.
Pero
si, como en días recientes, lo que unos hacen en las redes insulta y
descalifica lo que otros hacen en la Mesa; Si en vez de hacerle presión al
gobierno se le hace presión a la MUD; Si en vez de tener un liderazgo avanzando
cohesionado quitándole terreno al gobierno, tenemos a individuos y partidos
contradiciéndose (“me siento, me paro, sigo, me voy, llamo a Miraflores,
desconvoco a Miraflores”, etc.) por estar más interesados en preservar el
interés electoral de sus parcelas que en el avance de la estrategia de todos,
si eso sigue ocurriendo, ya usted sabrá quienes de verdad le están poniendo una
bombona de oxígeno a la dictadura.
Y el
pueblo democrático encontrará la manera de seguir luchando y salir de esta
catástrofe con claridad y sin demagogia, con unidad y sin protagonismos, con un
proyecto de país y no con las costosas ocurrencias de los “iluminados” e
“iluminadas” de siempre. ¡Palante!
Jesús
Chuo Torrealba
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