Por Humberto Briceño León
El siglo XXI ha experimentado dos caminos convergentes contra la democracia, uno hacia el neodespotismo autoritario y otro hacia el neofascismo. Académicos de dos de las universidades más prestigiosas del mundo han abordado el tema.
En cuanto al primero, dos profesores de la Universidad de Harvard, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, en 2018, publicaron su trabajo Cómo mueren las democracias[1] Para los autores, no todas las democracias han caído en la trampa que implica la abdicación de lideres democráticos de sus responsabilidades; ese abandono ha sido para algunas naciones un primer paso hacia el autoritarismo, en mi opinión hacia el neodespotismo.[2] En efecto, describen cómo Bélgica y Finlandia, al final de la década de los años treinta del siglo XX, lograron abortar el triunfo inminente del autoritarismo-populista que amenazó sus democracias. La obra también nos enseña el ejemplo de Austria en 2016, en donde se logró excluir el extremismo que habría conducido a esa nación a la irremediable erosión de su democracia.[3] La fórmula europea que logró no solo la supervivencia de la democracia, sino su fortalecimiento, fue la coalición de partidos políticos y sus líderes, quienes, aun cuando adversarios ideológicos, hicieron causa común contra la intimidación a la democracia.
Desde el fin de la Guerra Fría la mayoría de las rupturas contra las democracias no han sido producto directo de golpes militares, más bien han transitado el camino de elecciones gubernamentales. Según los profesores de Harvard este es el caso no solo de Chávez en Venezuela, referido por la obra en innumerables ocasiones, también se afectó severamente el tránsito democrático con similar método en Georgia, Hungría, Nicaragua, Perú, Filipinas, Polonia, Rusia, Sri Lanka, Turquía y Ucrania.[4]
En cuanto al segundo camino, el académico Jason Stanley de la Universidad de Yale, en 2018 publicó su trabajo Cómo funciona el fascismo.[5] El estudio alerta en torno a graves síntomas contemporáneos sobre el avance del fascismo. Describe, entre otros ejemplos, al Sweden Democrats, un partido político neofascista, el más popular para entonces en Suecia; el partido político neo-fascista Alternativ Für Deutschland, para ese momento el tercero más fuerte de Alemania; en la India el fortalecimiento de Hindu Nationalist Bharatiya Janata, para la fecha de la publicación del libro de Stanley ese partido había obtenido algunos triunfos electorales de importancia, produciéndose desde entonces una significativa preocupación en torno a su política de exclusión del derecho a la ciudadanía basada en consideraciones religiosas;[6] también el Frente Nacional Francés de extrema derecha, el primer partido neofascista en obtener importantes triunfos electorales en Europa occidental.[7] De acuerdo con el autor el nacionalismo está en la esencia del fascismo, divide entre “ustedes y nosotros”, se opone a la visión cosmopolita, al individualismo, a la democracia liberal y son blancos directos de sus ataques los refugiados, el feminismo, los sindicatos, razas, religiones, las minorías sexuales, la educación libre que denuncian como una grave amenaza al fascismo, así para ellos escuelas y universidades deben ser pilar y soporte de la nación mítica que postulan.[8]
En mi opinión, ambos mecanismos carecen de genuina identidad ideológica, utilitariamente manipulan postulados según convenga a la toma y mantenimiento del poder; por esa razón podemos detectar experiencias históricas en las que paradójicamente se mezclan premisas populistas-autoritarias de izquierda con fascistas de ultraderecha, al final lo que les importa es el poder por el poder.
Cómo mueren las democracias enseña e indica la receta para salvar la democracia. Las reglas democráticas contenidas en nuestras constituciones escritas son vulnerables a las mismas patologías que han acabado con otras democracias o las han amenazado severamente. Tenemos que lograr el camino para resolver la polarización discriminatoria, ha de ser verdaderamente inclusivo, ha de extenderse a toda la diversidad de la sociedad democrática. Ciertamente, la obra aconseja una efectiva coalición que congregue grupos disímiles, incluso opuestos en muchos temas –partidos políticos, líderes, empresarios y organizaciones que compartan el anhelo democrático, para edificarla no solo entre amigos, más aún, entre adversarios que pongan a un lado temporalmente los desacuerdos para encontrar fundamentos morales y principios comunes que permitan restaurar la democracia.[9] Para el estudio, más allá de las reglas constitucionales escritas o formales, la democracia ha sobrevivido, por ejemplo en los Estados Unidos de América, debido a reglas fundamentales no escritas que operan en el escenario político, la tolerancia y la paciencia.[10] Un reciente ejemplo nos ilustra: el aval de 26 senadores republicanos al viaje de Nancy Pelosi a Taiwán, así lo refirió el senador Dan Sullivan.[11]Las instituciones son más que reglas formales, incluyen entendimientos y acuerdos que generan conductas apropiadas para el funcionamiento real de las instituciones democráticas.
Los venezolanos debemos asumir nuestras responsabilidades pro democráticas y transitar la receta sugerida. Clamamos por una coalición que ponga de lado temporalmente nuestros desacuerdos. Ya tendremos espacio para legítimas batallas democráticas, hoy una alianza transitoria que supere los desacuerdos con tolerancia y paciencia entre los demócratas venezolanos es el camino.
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