Francisco Fernández-Carvajal 20 de septiembre de 2022
@hablarcondios
— Correspondencia de San Mateo a la
llamada del Señor. Nuestra correspondencia.
— La alegría de la vocación.
— Una vocación esencialmente apostólica.
I. San
Marcos, San Lucas y el propio San Mateo narran la vocación de este
inmediatamente después de la curación del paralítico de Cafarnaún.
Probablemente el mismo día o al siguiente, se dirigió Jesús a la orilla del mar
seguido de una gran muchedumbre1.
Y en el camino pasó delante del lugar donde se pagaban los tributos por el
tránsito de mercancías de una región a otra. Cafarnaún, además de un pequeño
puerto de mar, era ciudad fronteriza con la región de Perea, al otro lado del
Jordán.
Mateo, como publicano, estaba al servicio de Herodes y, sin ser funcionario, era arrendatario de los impuestos. Este oficio era mal visto, incluso despreciado, por el pueblo, aunque a la vez apetecido por la facilidad de enriquecimiento que proporcionaba. Es de suponer que este publicano era de buena posición, pues pudo dar un gran banquete en su casa, al que asistió un grandísimo número de publicanos Y otros que los acompañaban a la mesa2.
Al
pasar Jesús, le invitó a que le siguiera. Y dejadas todas las cosas se
levantó y le siguió3.
Se trata de una respuesta rápida y generosa. Mateo, que debía conocer al
Maestro de otras ocasiones, esperó este gran momento, y a la primera
insinuación no dudó en dejarlo todo para seguir a Jesús. Solo Dios sabe lo que
vio aquel día en Mateo, y solo el Apóstol sabrá lo que contempló en Jesús para
dejar inmediatamente la mesa de las recaudaciones y seguirle. «Y al mostrar una
decisión pronta y desprenderse así de golpe de todas las cosas de la vida,
atestiguaba muy bien, por su perfecta obediencia, que le había llamado el Señor
en el momento oportuno»4.
El instante y la situación en los que el Señor se insinúa en el alma pidiendo
una entrega sin reservas son los que Dios tiene previstos en su Providencia, y
son por tanto los más oportunos. A veces lo hará a una temprana edad, y a esos
pocos años, para esa persona, corresponde el mejor momento para seguir la
llamada del Señor. Otras, Cristo llama en la madurez y en las circunstancias
familiares, de trabajo, etc., más diversas. Con la vocación, Dios acompaña la
gracia para responder prontamente y ser fieles hasta el final. Además, puede
suceder que, cuando se dice que no al Señor en espera de
decirle sí más adelante, en un tiempo que subjetivamente parezca más oportuno,
ese momento no se presente, porque toda resistencia a la gracia endurece el
corazón5. También es posible que el Señor no pase una segunda vez: que
no haya una segunda repetición de la llamada amorosa. Esto llevaba a San
Agustín a animar a todos los fieles a corresponder a la gracia cuando Dios la
da; y añadía: Timeo Jesum praetereuntem et non redeuntem, temo que
Jesús pase y no vuelva6.
En
todos nosotros se fija el Maestro, cualesquiera que sean nuestra edad y
condición. Sabemos bien que Jesucristo pasa cerca de nuestra vida, nos mira y
se dirige a nosotros de manera singular. Nos invita a seguirle más de cerca, y
a la vez nos deja en la mayoría de los casos metidos en la entraña de la
sociedad, del trabajo, de la familia... «Piensa en lo que dice el Espíritu
Santo, y llénate de pasmo y de agradecimiento: “elegit nos ante mundi constitutionem”
nos ha elegido, antes de crear el mundo, “ut essemus sancti in conspectu eius!”
para que seamos santos en su presencia.
»Ser
santo no es fácil, pero tampoco es difícil. Ser santo es ser buen cristiano:
parecerse a Cristo. El que más se parece a Cristo, ese es más cristiano, más de
Cristo, más santo.
»Y
¿qué medios tenemos? Los mismos que los primeros fieles, que vieron a Jesús, o
lo entrevieron a través de los relatos de los Apóstoles o de los Evangelistas»7.
II. San
Mateo, para celebrar y agradecer su vocación, dio un gran banquete, al que
invitó a sus amigos, a muchos de los cuales se les consideraba o eran pecadores.
Este gesto refleja la alegría del nuevo Apóstol por su vocación, que es un gran
bien del que es preciso alegrarse siempre. Si nos fijamos solo en la renuncia
que lleva consigo toda invitación de Dios a seguirle con paso más firme, si
miramos solo lo que hay que dejar y no el don de Dios, el bien que va a llevar
a cabo en nosotros y a través de nosotros, podría venir la tristeza, como al
joven rico que no quiso dejar sus riquezas y se marchó triste8.
Solo pensó en lo que dejaba. No llegó a conocer la maravilla de estar con
Cristo y de ser su instrumento para cosas grandes. «Quizá ayer eras una de esas
personas amargadas en sus ilusiones, defraudadas en sus ambiciones humanas.
Hoy, desde que Él se metió en tu vida ¡gracias, Dios mío!, ríes y cantas, y
llevas la sonrisa, el Amor y la felicidad dondequiera que vas»9.
La
vida de quien ha sido llamado por Cristo y todos lo hemos sido no puede ser
como la de aquel personaje que Jesús nombra cuando ya parece terminada la
parábola del hijo pródigo: el hermano mayor que ha permanecido en la finca del
padre, que ha sido buen trabajador, que no ha salido de los límites de la hacienda
paterna... que ha sido fiel, pero sin alegría, sin caridad con su hermano
menor, que por fin acaba de volver. Es la imagen viva del justo que no acierta
a comprender que poder servir a Dios y gozar de su amistad y presencia es ya
una continua fiesta. No entiende que en el servicio a Dios está ya la misma
recompensa, que el mismo servir es reinar. Dios espera de nosotros
un servicio alegre, no de mala gana ni forzado, pues Dios ama al que da
con alegría10.
Hay siempre suficientes motivos de fiesta, de acción de gracias, de estar
alegres, cuando estamos sirviendo al Señor, cuando decimos sí a sus llamadas.
San
Mateo se convirtió en un testigo excepcional de la vida y de los hechos del
Maestro. Un poco más tarde sería elegido uno de los Doce para
seguir al Señor en todos sus pasos: escuchó sus palabras y contempló sus
milagros, estuvo entre los íntimos que celebraron la Última Cena y asistió a la
institución de la Eucaristía, oyó el testamento del Señor en el Mandamiento del
amor y acompañó a Cristo al Huerto de los Olivos, donde empezaría, con los
otros discípulos, un calvario de angustia, especialmente por haber abandonado
también a Jesús. Después, muy poco después, saboreó la alegría de la
Resurrección y, antes de la Ascensión, recibió el mandato de llevar la Buena
Nueva hasta los confines de la tierra. Más tarde, también con los discípulos y
la Santísima Virgen, recibió el fuego del Espíritu Santo, en Pentecostés. Al
escribir su Evangelio recordaría tantos momentos gratos junto al Maestro.
Comprendió que su vida cerca de Cristo había valido la pena. ¡Qué diferencia si
se hubiera quedado aquella mañana amarrado al telonio de los
impuestos y no hubiera sabido seguir a Jesús que pasaba! Nuestra vida, ¡bien lo
sabemos!, solo vale la pena si la vivimos junto a Cristo, en una
correspondencia cada día más fiel. Si ante cada llamamiento que nos hace Jesús
para vivir más cerca de Él respondemos con prontitud y alegría.
III. Al
banquete que dio Mateo asistieron sus amigos y muchos conocidos. Algunos eran
publicanos. Los fariseos y los escribas murmuraban entre sí, y decían a los
discípulos de Jesús: ¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y
pecadores?11.
San Jerónimo, en una nota al margen del texto y en tono jocoso, anota que
aquello debió ser un festín de pecadores.
El
Maestro asistió al banquete en casa del nuevo discípulo. Y lo haría de buen
grado, con gusto, aprovechando aquella oportunidad para ganarse la simpatía de
los amigos de Mateo. Jesús, a quien le llegaron los comentarios
malintencionados de los fariseos, les respondió con una enseñanza llena de
sabiduría y de sencillez: No tienen necesidad de médico los sanos, sino
los enfermos12.
Muchos de los asistentes al banquete se sintieron acogidos por el Señor, y
pasado un tiempo se bautizarían y serían cristianos fieles. A nosotros nos
enseña el Señor con su ejemplo a estar abiertos a todos para ganarlos a todos.
«El diálogo de salvación no quedó condicionado por los méritos de aquellos a
quienes se dirigía, ni tampoco por los resultados favorables o
contrarios: no tienen necesidad de médico los que están sanos... El
diálogo de salvación se abrió, se ofrece a todos; se abrió para todos los
hombres sin discriminación alguna...»13.
Nadie nos debe ser indiferente; cuanto mayor sea la necesidad, mayor ha de ser
nuestro empeño apostólico, mayores los medios humanos y sobrenaturales que
hemos de emplear. Examinemos hoy en nuestra oración si tenemos un trato
acogedor con todos; también con aquellos que parecen estar más lejos de
nuestras ideas y de nuestro modo cristiano de pensar y de ver la vida.
«Tienes
razón. Desde la cumbre me escribes en todo lo que se divisa y es un radio de
muchos kilómetros, no se percibe ni una llanura: tras de cada montaña, otra. Si
en algún sitio parece suavizarse el paisaje, al levantarse la niebla, aparece
una sierra que estaba oculta.
»Así
es, así tiene que ser el horizonte de tu apostolado: es preciso atravesar el
mundo. Pero no hay caminos hechos para vosotros... Los haréis, a través de las
montañas, al golpe de vuestras pisadas»14.
Agradezcamos
hoy al Apóstol el Evangelio que nos legó, leámoslo con piedad
para conocer cada vez mejor a Jesús y aprender a amarle con toda nuestra alma.
*San
Mateo, Apóstol y Evangelista, nació en Cafarnaún, y cuando Jesús lo llamó para
formar parte del grupo de los Doce ejercía el oficio de recaudador de
impuestos. La Tradición es unánime en reconocerlo como autor del primer
Evangelio, escrito en arameo y traducido poco después al griego. Según la
Tradición predicó y sufrió martirio en Oriente, quizá en Persia.
1 Mc 2,
13. —
2 Lc 5,
29. —
3 Mt 9,
9. —
4 San
Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de San Mateo,
30, 1. —
5 Cfr. F.
Suárez, La Virgen Nuestra Señora, Rialp, 6.ª ed., Madrid
1966, pp. 78-79. —
6 Sagrada
Escritura, Santos Evangelios, EUNSA, 2.ª ed., Pamplona
1985, nota a Lc 18, 35-43. —
7 San
Josemaría Escrivá, Forja, n. 10. —
8 Cfr. Lc 18,
18. —
9 San
Josemaría Escrivá, Surco, n. 81. —
10 2
Cor 9, 7. —
11 Lc 5,
30. —
12 Mt 9,
12. —
13 Pablo
VI, Enc. Ecclesiam suam, 6-VIII-1964. —
14 San
Josemaría Escrivá, Camino, n. 928.
Tomado
de: https://www.hablarcondios.org/meditaciondiaria.aspx
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