Marta De La Vega 11 de noviembre de 2022
@martadelavegav
En los
últimos meses hemos perdido a valiosas figuras de la vida venezolana. Entre
ellos, quisiera nombrar a tres personas que dedicaron su fuerza, su intelecto y
sus proyectos a construir no solo un mejor país, sino a aportar sus energías,
hasta el último aliento de sus existencias, a favor de una educación de
excelencia, innovadora e incluyente, con amor y pasión por una patria ahora
enferma de egoísmo y mezquindad, martirizada a causa de la corrupción, el
oportunismo y la ausencia de ética pública.
Estas tres personas, que me honraron con su amistad, siempre se distinguieron por estar comprometidas con la justicia, la democracia y la calidad de la educación. Nos dejaron de manera temprana, Mikel de Viana, S. J., a quien debemos la expresión “familismo amoral” para caracterizar el “ethos intramundano” de una realidad venezolana distorsionada por el populismo, que alertó tempranamente, desde 2002, sobre el enemigo formidable que era Chávez para la democracia y la dignidad de la gente, en un doloroso exilio en el país vasco del que nunca pudo consolarse, a pesar de su espiritualidad y su temple interior.
Olga
Isabel Ramos, cofundadora de la Asamblea de Educación, quien no tuvo miedo para
desenmascarar las “tácticas de guerra” de un gobierno criminal y sin escrúpulos
que ha buscado la “sumisión política” para despojar a la población de su
calidad de ciudadanos, en una lucha ejemplar y sin cuartel por la vida, contra
la obesidad, primero, y contra el cáncer, después, al cual finalmente sucumbió,
a pesar de su luminosa resistencia y su admirable creatividad.
Y hace
apenas unos días, por un cáncer recientemente descubierto en las vías
digestivas, Joseíto Virtuoso, S.J., rector en ejercicio de nuestra Universidad
Católica Andrés Bello, a quien las autoridades eclesiásticas el 14 de octubre
pasado habían renovado su mandato hasta 2026, en su afán ciudadano de
transformar el país mediante iniciativas cívicas que hicieron florecer su
liderazgo democrático y civilista; mediante una educación que enseñara el
sentido de lo público y del bien común, a la vez que los conocimientos
profesionales.
Ninguno
de los tres, los dos sacerdotes jesuitas desde la dimensión religiosa y
pastoral para iluminar sus propósitos de recuperar la democracia y Olga Ramos,
con la misma meta desde una visión laica de la trascendencia, dejaron nunca de
mirar a los otros como prójimos, como semejantes, con una profunda convicción
de que era posible y necesario el futuro, que podíamos ser parte de un país
deseable y próspero, con un ciudadano solidario y compasivo, riguroso con sus
deberes, ecuánime en sus derechos; respetuoso de las normas, con sentido del
logro y la superación.
Fueron
exigentes con ellos mismos y con los demás, siempre y cuando no esperáramos que
fueran los otros quienes actuaran sino nosotros mismos. Y afianzáramos la
reflexión y la formación política desde la libertad, la autoridad moral y el
pensamiento crítico, del cual Mikel, Olga y Joseíto fueron exponentes valientes
y destacados que han dejado un legado imborrable.
Podemos
calificar a los tres con las palabras de otro gran venezolano, dichas para el
Padre Virtuoso después de su muerte inesperada el 20 de octubre pasado, por el
amigo, líder social y guía espiritual de la parroquia “Alberto Hurtado” en La
Vega, donde reside, Alfredo Infante, S. J.; porque ellos fueron, desde
distintos horizontes, “soñadores y constructores de esperanza”. Esta convicción
poderosa del urgente y sostenido esfuerzo que se requiere de cada uno para
superar el desaliento, fue un rasgo común de mis amigos, en cuya memoria
escribo hoy.
Y es
afianzada en la edición 466 de Magis, en entrevista a un muy ilustre venezolano
por decisión, vasco de nacimiento, Luis María Ugalde, S. J., amigo admirado y
querido, cuando responde: “La gente me dice: “¿Cómo mantiene usted el
optimismo?”. Y yo trato de hacer dos cosas: uno, no disfrazar la realidad, que
cada día es más trágica, pero al mismo tiempo, cuando la gente dice: “Aquí no
hay nada que hacer”, yo digo: “Ahora es cuando hay que hacerlo con la
convicción de que esto tiene salida”. Pero tenemos que hacer lo necesario, no
esperar a que otros lo resuelvan”.
El
Padre Ugalde, rector durante muchos de los años de mi carrera académica en la
universidad Católica, precedió en el rectorado a Joseíto, a quien debo varios
honores: haber recibido de sus manos mi título de abogada en 2011, haber
presentado públicamente en uno de los auditorios de la Biblioteca de la UCAB el
libro que me fue publicado en 2014 sobre democracia y modernización en América
Latina desde la óptica de la “razón comunicativa” de Habermas; haber sido
su alumna por generosidad suya en uno de los cursos de Filosofía Política que
dictó en la Escuela de Filosofía, donde ambos éramos colegas.
Ante
la crisis y la pérdida, no tengo sino gratitud por estas vidas fecundas que
irradiaron hacia la sociedad venezolana lo mejor del futuro y han encendido los
faros en medio de la tempestuosa realidad que afrontamos para que, “cada quien
en su área y con una visión de conjunto”, el padre Francisco José Virtuoso nos
ha invitado a construir ese porvenir.
Marta
De La Vega
@martadelavegav
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