Valentina Oropeza Colmenares 04 de noviembre de 2022
@orovalenti
Cuando
creía estar acostumbrada a las despedidas, Estefanía* dejó atrás a Toby, el
pitbull que la acompañó durante su estancia en Colombia, donde vivió por cinco
años tras emigrar de Venezuela.
Su
madre falleció cuando tenía 12 años. Vio por última vez a su padre el día que
abandonó Caracas, y el hermano se quedó en Bogotá hace dos meses, cuando
Estefanía emprendió la travesía por tierra hacia Estados Unidos con un grupo de
21 personas, y una fantasía que prefería guardarse para no pecar de infantil:
conocer Disney.
Ahora vive en un campamento improvisado de migrantes en Ciudad Juárez, a donde llegó dos semanas después de que el gobierno del presidente estadounidense, Joe Biden, anunciara el cierre de la frontera con México para los venezolanos, con el objetivo de "abordar la migración irregular más aguda y ayudar a aliviar la presión sobre las ciudades y estados que reciben a estas personas".
La
venezolana de 26 años superó la primera noche a la intemperie, a 4 grados
centígrados, vestida con un jean y un delgado suéter de algodón rosado que
recolectó de las donaciones que hacen organizaciones y habitantes de Ciudad
Juárez desde que los venezolanos se instalaron en las márgenes del Río Bravo,
frente al muro que construyó el gobierno de Donald Trump en El Paso, al sur de
Texas.
Ciudad
Juárez es uno de los cinco puntos de la frontera mexicana que
recibe a los venezolanos expulsados por las autoridades estadounidenses desde
el miércoles 12 de octubre de 2022, cuando se anunció la nueva medida
migratoria.
Más de
150.000 venezolanos ingresaron a territorio estadounidense a través de la
frontera con México durante el último año fiscal, un aumento de 293% con
respecto al año anterior.
Hasta
septiembre de este año, la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados ha
reconocido el 94% de las 8.665 solicitudes de estatus de refugiados que ha
recibido de ciudadanos venezolanos.
"Tu
guerrera está bien"
A
Estafanía le regalaron una carpa, confeccionada con una delgada tela de
poliéster que la resguardaba del viento y el polvo. Desplegó sobre la carpa una
pesada lona azul que encontró en la calle para hacerla más cálida, tomó un par
de cobijas gruesas del puesto de donativos y logró dormir.
A
medida que se acumulaban las donaciones, carpas de diferentes colores y tamaños
se armaron como refugios para otros migrantes. Familias de seis
personas se acomodaban en carpas para dos, aprovechando el calor corporal para
conciliar el sueño.
Al día
siguiente, Estefanía evitó comer los tacos y burritos picantes que repartían
los voluntarios. Debía pagar 5 pesos cada vez que usara el baño en la tienda de
neumáticos ubicada al otro lado del camino. Decidió tomar sopa una vez al día.
Si disminuía las visitas al lavabo, podría ahorrar algunos pesos y pagar su
turno para cargar la batería del celular en el mismo comercio.
"Quédate
tranquilo, tu guerrera está bien", le dice a su padre cuando puede
llamarlo. Le ha contado que disfruta de una amplia vista de Estados Unidos
desde el lugar donde se encuentra, sin aclarar que duerme en una carpa.
No le
ha dicho que las autoridades migratorias mexicanas la detuvieron dos veces
antes de llegar a la frontera norte. "¿Quién te mandó a salir de
tu país?", respondió un agente cuando protestó porque la comida tenía
gusanos.
Tampoco
le ha contado que solo 4 de los 21 compañeros que salieron con ella desde
Bogotá para cruzar la selva del Darién y Centroamérica lograron llegar a Ciudad
Juárez.
Al
conocer la noticia de que no podrían entrar a Estados Unidos, los otros 17 se
dispersaron. Unos decidieron quedarse en Costa Rica. Otros fueron detenidos por
las autoridades migratorias de México o tomaron el camino de vuelta a
Venezuela.
La
duda
Desde
la loma que habitan unos 600 migrantes, censados informalmente aquella mañana
del viernes 28 de octubre por un venezolano, Estefanía observa a otros
compañeros del campamento que atraviesan el Río Bravo y se entregan a las
autoridades migratorias de Estados Unidos.
No se
ha decidido a cruzar. Si la salud la acompaña, calcula que puede
resistir 15 o 20 días más en su carpa de Ciudad Juárez, para dar tiempo a que
ocurran las elecciones de medio término en Estados Unidos, previstas para el
martes 8 de noviembre, que definirán cuánto apoyo tendrá Biden en el Congreso
para la segunda mitad de su mandato.
"Tenemos
la esperanza de que el presidente Joe Biden recapacite la decisión que tomó y
nos dé una oportunidad a los que estamos aquí. Tengo el temor de que si cruzo,
tenga esa mancha y eso me impida cumplir mi sueño".
Volver
a Venezuela le resulta impensable. "Uno no puede extrañar
algo que no existe. Y el país que yo dejé ya no existe".
Confiando
en Dios
Los
migrantes del campamento de Ciudad Juárez izaron una bandera de Venezuela y
otra de México, delinearon con piedras un SOS gigante en el suelo y desplegaron
pancartas para pedir la ayuda de Biden, visible para cualquiera que se asome
desde la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza en El Paso.
Poco
después del mediodía, Julieta baja la cuesta que conduce al río tomada de la
mano de sus dos hijos, junto con su madre y su hermana menor, para entregarse y
pedir asilo.
"Estoy
confiando en Dios. Me levanté decidida, con la fe grandísima. Dios me ha puesto
en el camino tantas cosas maravillosas que esto es de él y de nadie más",
dice mientras se quita los zapatos y las medias para evitar resbalarse con las
piedras lavadas por el agua.
Le
pregunto si es consciente de que pueden ser expulsados. "Sí, claro. Nos
dijeron que están dándoles prioridad a los niños", responde la
venezolana de 32 años. "Tenemos familiares de aquel lado que nos están
esperando".
Al
igual que otros migrantes, Julieta dejó las pocas pertenencias que le quedaron
luego de atravesar el Darién. Una vez que se entregue, sólo podrá
conservar el pasaporte, el teléfono, el dinero, y las prendas. Tendrá que
tirar todo lo demás.
"Mi
mayor temor es que me regresen más lejos, a otro lugar de la frontera. Si me
regresan hasta aquí, perfecto. Sigo intentando y sigo luchando porque para eso
salí, para luchar por el futuro de ellos", afirma rodeada por sus
familiares.
Expulsados
versus admitidos
Mileyde
presencia el intento de Julieta de cruzar la frontera vestida con un suéter y
un pantalón deportivo gris y unas crocs azules, la ropa que le dieron en el
puesto migratorio en Estados Unidos en el que durmió una noche, y desde donde
fue expulsada el día anterior.
"Nos
llevaron a un refugio, no sé cómo llamarlo, una cárcel. Uno se siente
como privado de libertad completamente. No tuvimos acceso a llamada,
siempre con la puerta cerrada, siempre con las órdenes de los oficiales.
Tuvimos una ducha y nos entregaron este uniforme".
Mileyde,
su esposo y su nuera no han decidido cuál será su próximo destino.
"Estamos a la expectativa porque está la opción de ir a Venezuela, aunque
no es muy claro para nosotros". Su hijo ya está en Estados Unidos. "Quedarnos
en México sería una opción, porque nos están ofreciendo 180 días para optar
a un permiso de trabajo. Estamos pensándolo".
Un
migrante que pidió el anonimato pronosticó que el campamento se mantendrá hasta
que los carteles del narco mexicano que operan en Ciudad Juárez lo permitan.
"Sabemos que el día que ellos quieran, nos sacan de aquí a plomo".
Milena
es uno de los pocos ejemplos de migrantes que han sido admitidos en Estados
Unidos después del cierre de la frontera para los venezolanos. Cruzó a través
de Matamoros, en el extremo oriental de México, junto con su hija, su hermana y
su sobrina. La venezolana de 32 años pidió mantener su identidad anónima por
temor a que su testimonio interfiera en el trámite del asilo.
"En
todos los países nos robaban y se aprovechaban de nosotras. Todo el
esfuerzo que hicimos para pasar el infierno de la selva y México no puede
quedar en vano".
Los
albergues de Tijuana
Tijuana
dispone de más de 30 refugios para migrantes en el extremo occidental de
México. Al otro lado se encuentra la ciudad de San Diego, en el estado de
California. La mayoría de los albergues ya estaban llenos cuando comenzaron a
llegar los venezolanos, a mediados de octubre.
"En
la casa donde nos encontramos hay venezolanos, haitianos, hondureños,
guatemaltecos, salvadoreños, mexicanos", explica Claudia Portela,
directora del albergue Desayunador Salesiano Padre Chava en Tijuana.
"Vienen por diferentes situaciones, y cuando llegan los venezolanos
estamos a tope".
De los
96 migrantes que durmieron en el Desayunador Salesiano el jueves 27 de octubre,
36 eran venezolanos. Preguntan a Claudia qué opciones tienen, qué ocurrirá con
ellos ahora. Prefiere ser honesta y responder que nada está claro.
"Si
les tomaron huellas y entraron de forma irregular, eso puede pesar si solicitan
asilo. Realmente no lo sabemos. La persona tiene que saber que es una
posibilidad. Si no, tristemente los van a deportar a su país".
En la
negociación que el gobierno de Biden sostuvo con el del presidente mexicano,
Andrés Manuel López Obrador, para aplicar la nueva medida no participaron las
autoridades de ciudades fronterizas como Tijuana, principales receptoras de los
migrantes.
"Los
términos que firmó el gobierno federal con Estados Unidos se nos hacen injustos,
porque no ven las consecuencias que puedan causar en las ciudades fronterizas.
No están obligados a consultarlo, pero sí están obligados a ayudarnos a
resolver este tema", considera Enrique Lucero, director de Atención al
Migrante de la Alcaldía de Tijuana.
Para
afrontar la contigencia, el gobierno de la ciudad acondiciona una instalación
deportiva como refugio para 300 venezolanos.
"Es
una migración que está en el peor de los mundos, porque llegan sin
condición migratoria, retornados de Estados Unidos. No es una migración que
nos llegó del sur, sino que los están retornando desde el norte. Atravesaron
diez países para llegar a la frontera y el Darién, gastaron US$6.000 y a su
representación diplomática no se le ve mucha iniciativa".
El
dilema de escoger un nuevo destino
José
llegó hace pocos días al Desayunador Salesiano. Cruzó la frontera junto con su
pareja y su hijo por Ciudad Juárez. Ella y el niño fueron admitidos y
trasladados a Chicago. Él fue expulsado por Tijuana. "Si hubiera un vuelo
humanitario, me devolvería a Venezuela. Me quedé sin plata, sin nada. La
decisión de venir aquí me costó mi familia".
Junior
es padre de unas mellizas que cumplieron un año de edad tres días después de
que él emprendiera el viaje por tierra desde Venezuela hacia Estados Unidos.
Tras haber visto cadáveres en el Darién, asegura no estar dispuesto a volver a
la selva, aunque sí a Venezuela en avión para Navidad, si el gobierno de Biden
no rectifica su decisión sobre los migrantes venezolanos luego de las
elecciones de mitad de período.
"Mis
hijas están creciendo sin mi amor. Mi ilusión era comprarles una casa en
Estados Unidos, pero si no puedo lograrlo, prefiero volver a Venezuela",
asegura el técnico en administración contable de 31 años mientras ayuda a
servir la cena en el comedor del albergue.
Emmanuel
es la excepción. Tras haber sido expulsado en Tijuana, el universitario de 22
años está decidido a volver a Venezuela. Conserva los zapatos que usó para
atravesar Colombia, el Darién, Centroamérica y México como un símbolo del
coraje que desarrolló a lo largo de la travesía.
"Estos
zapatos son para mí como un trofeo, valen mucho. Siento que soy un hombre
más hecho. Después de esta experiencia, para mí todo es posible".
Tres
días después de entrevistar a Estefanía en el campamento de Ciudad Juárez, un
grupo de migrantes atravesó el Río Bravo agitando una bandera de Venezuela
gigante. Fue repelido por las autoridades estadounidenses con disparos
de balas de goma.
Estefanía
cruzó ese día. Desde entonces su chat de Whatsapp aparece desconectado. Los
amigos que cruzaron con ella la selva del Darién y se quedaron en el campamento
en Ciudad Juárez no han vuelto a hablar con ella, para saber si fue admitida o
expulsada de Estados Unidos.
*Una
semana después de conversar con BBC Mundo, Estefanía fue expulsada de Estados
Unidos a través de la ciudad de Piedras Negras y fue trasladada en autobús
hasta la ciudad mexicana de Villahermosa, cerca de la frontera con Guatemala.
Tomado
de: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-63494091
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