ASDRÚBAL AGUIAR 03 de diciembre de 2023
Un análisis normativo que plantea
reflexiones y tiene en cuenta los dictámenes de la historia
Escribe Platón sobre lo que admira, a saber, todo aquél quien sobre un fondo de verdad teje un espléndido bordado de su cosecha, fantasea a partir de cosas o hechos vividos a diferencia de quienes se refieren a hechos o a cosas indiscutidas, pero las presentan a la luz de sus intereses, o sea, manipuladas. A estos, que les llamaría historiadores el fundador de la academia de Atenas, les calificaría de traductores esclavos de sus opiniones restándoles crédito a diferencia del creador libre. La novela, así, es una expresión sublime de la experiencia literaria.
Mas ocurre algo distinto cuando la
realidad es otra, como la que denuncia Luciano refiriéndose a quienes extienden
la mentira bajo el manto de la verdad; justamente para destacar lo que él mismo
hace con sus Relatos verídicos. Con giro socrático deliberado admite que “sólo
digo una verdad, la de que miento”, con un propósito noble como el hacer viajar
al lector a través de mentiras para volverlo exigente en su mirada; para que se
tropiece con la verdad.
En otras palabras, tal como acontece
con el mito entre los griegos, sirven estos para hablar de manera figurada o
metafórica sobre esas otras verdades que adquieren dignidad, a pesar de la
mentira que parecen decir y a fin de estimular a que se mire y se sienta al
mundo con otros ojos; para descubrir en este lo que importa y es valioso, lo
que nos ayuda a mejor regular nuestras limitaciones personales.
Filoctetes, durante la guerra de
Troya, quien se encuentra herido le persuade con mentiras Odiseo – éste, ante
aquél, se le presenta como ejecutor de la voluntad de Zeus – para que vuelva a
combatir como al término lo hace y mata con su flecha a Paris. No obstante,
repara en que “la mentira no realiza la voluntad divina, sino que falsea a los
mismos dioses, en tanto se los pone como excusa para el engaño”.
Esto último es, exactamente, lo que
hace el fascismo contemporáneo y bien describe Piero Calamandrei (1889-1956)
como sufriente que fue de lo ocurrido en la Italia bajo Benito Mussolini. Su
texto seminal (Il fascismo come regime della menzogna, 2014) sobre el régimen
de la mentira, cuyos párrafos repito con ánimo renovado por la actualidad de su
crónica para el Occidente que emerge a partir de 1989, reza así: “La mentira
política, que puede ocurrir en todos los regímenes al corromperse o degenerar,
en el fascismo se la asume de forma sistemática como instrumento normal y
fisiológico del gobierno”. Luego agrega don Piero la esencia de lo que
ausculta: “Es algo más profundo, más complicado, y más turbio que la mera
ilegalidad… es el régimen de la indisciplina autoritaria, de la legalidad
adulterada, de la ilegalidad legalizada, del fraude constitucional”.
Este proemio es necesario, como
astrolabio para diseccionar el discurso de Fidel Castro de 26 de julio de 1989,
dicho hace 30 años habiendo transcurrido otros 30 años desde el inicio de su
revolución de las mentiras. Es el paso para instalar luego, junto a Lula da
Silva, el gran engaño del Foro de São Paulo. En la Plaza Mayor de Camagüey a
menos de cuatro meses de cristalizar el fracaso comunista o socialismo real,
simbolizado en la caída del Muro de Berlín, dedica sus primeras carillas, un
centenar de párrafos, a su esquizofrenia intelectual. Tanto que hace dudar del
autor que es él, y del objeto al que se refiere, pues mejor calzan con la
realidad del primer mundo que extrapola a la Cuba que gobierna.
Sucesivamente pasa a los anuncios que
son promesas al boleo e hiperbólicas. Sitúa la ominosa realidad que padecen
quienes le escuchan en los predios del siglo XXI. Les habla de la transición
verde que ya percibe y es consigna entre los causahabientes del fracaso
marxista: “Planteamos, incluso, la idea de aprovechar el estiércol de la enorme
masa ganadera que estará alrededor de la ciudad – la que aún no come carne –
para convertirlo en humus”, dice. Y afirma que, allí, donde perora, 200
vaquerías por año.
Se pregunta ante su audiencia, que
desprecia al someterla a la dialéctica de su mendacidad, lo más insólito,
acusando pérdida de contacto con la realidad: “Quisiera saber si en Estados
Unidos, por ejemplo, hay alguna unidad que se asemeje a esta; quisiera saber si
en Europa, si en Francia, si en Holanda hay un tipo de organización integral de
la producción de magnitud que se semeje a esta”. Se refiere, justamente, a lo
no que no existe y es la obra de su delirio: “Se está construyendo el más
grande centro lechero del mundo”, en Camagüey.
Al ir concluyendo, de vuelta a lo
inevitable, le hace saber al pueblo reunido lo que este sabe y a diario le
rasga sobre la piel: “A pesar de la sequía, cuyos daños serían realmente incalculables,
esperamos mantener un nivel decoroso de producción azucarera [Cuba es azúcar,
nada más]…, aunque, desde luego, mucho dependerá de lo que llueva en la parte
final de este mes”, agrega.
Acepta Castro, sin embargo, que en la
isla “vivimos un momento especial dentro del movimiento revolucionario
mundial”. Hay dificultades, dice, no sin quejarse del problema mayor para él y
que mucho le irrita, “la euforia del imperialismo, la posición triunfalista del
imperio”. Habla de las dificultades en Polonia y en Hungría, planteando, desde
entonces, un dilema: “Hay dos tipos de comunistas”, “los que pueden dejarse
matar fácilmente, ¡y los comunistas que no nos dejamos matar fácilmente”,
señalándose a sí.
Intima a Bush padre, quien cree que
se desintegra el socialismo y por llevar – afirma – una política de guerra
“contra los pequeños pueblos progresistas”, entre los que suma a su heroica
Cuba. “¡Cuba y la Revolución Cubana resistirán! Lo digo, y lo digo con calma,
con serenidad y con toda la sangre fría del mundo … Nosotros no bromeamos”, en
su última sentencia.
ASDRÚBAL
AGUIAR
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