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domingo, 20 de noviembre de 2016

Dios nos sorprende continuamente con su amor, por @Pontifex_es



Papa Francisco 19 de noviembre de 2016

Santo Evangelio según San Lucas 20,27-40

Discusión sobre la resurrección de los muertos: En aquel tiempo, se le acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: "Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?" Jesús les respondió: "En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que son juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casan. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y, al ser hijos de la resurrección, son hijos de Dios. Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivos; todos, en efecto, viven para él. Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: "Maestro, has hablado bien". Y ya no se atrevían a preguntarle nada". Palabra del Señor.

Reflexión del Papa Francisco

Los saduceos parten de un caso imaginario: "Una mujer ha tenido siete maridos, muertos uno después del otro", y preguntan a Jesús: "¿De quién será esposa aquella mujer después de su muerte?". Jesús, siempre dócil y paciente, responde que la vida después de la muerte no tiene los mismos parámetros de aquella terrenal.

La vida eterna es otra vida, en otra dimensión donde, entre otras cosas, no existirá más el matrimonio, que está ligado a nuestra existencia en este mundo. Los resucitados – dice Jesús – serán como los ángeles, y vivirán en un estado diferente, que ahora no podemos experimentar y ni siquiera imaginar. Así lo explica Jesús.

Pero luego Jesús, por así decirlo, pasa al contra ataque. Y lo hace citando la Sagrada Escritura, con una sencillez y una originalidad que nos dejan llenos de admiración ante nuestro Maestro, ¡el único Maestro!

Jesús encuentra la prueba de la resurrección en el episodio de Moisés y de la zarza ardiente, allí donde Dios se revela como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.

El nombre de Dios está ligado a los nombres de los hombres y de las mujeres con los que Él se liga, y este lazo es más fuerte que la muerte.

Nosotros podemos también decir de la relación de Dios con nosotros, con cada uno de nosotros: ¡Él es nuestro Dios! ¡Él es el Dios de cada uno de cada uno de nosotros! Como si Él llevase nuestro nombre. A Él le gusta decirlo y ésta es la alianza. He aquí el por qué Jesús afirma: "Porque él no es Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él" (Lc 20,38).

Éste es el lazo decisivo, la alianza fundamental con Jesús: Él mismo es la Alianza, Él mismo es la Vida y la Resurrección, porque con su amor crucificado ha vencido a la muerte. En Jesús Dios nos dona la vida eterna, la dona a todos, y todos gracias a Él tienen la esperanza de una vida más verdadera que esta.

La vida que Dios nos prepara no es un simple embellecimiento de la actual: ella supera nuestra imaginación, porque Dios nos sorprendecontinuamente con su amor y con su misericordia.

[...] Delante de nosotros está el Dios de los vivos, el Dios de la alianza, el Dios que lleva mi nombre, nuestro nombre.

Como Él dijo: "Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob", también el Dios con mi nombre. Con tu nombre, con tu nombre, con tu nombre, con nuestro nombre ¡Dios de lo vivos! Está la derrota definitiva del pecado y de la muerte, el inicio de un tiempo nuevo de alegría y de luz sin fin. (Reflexión antes del rezo del ángelus, 11 de noviembre de 2013)

Oración de Sanación

Señor Jesús, en algunas ocasiones de mi vida, me he distraído con situaciones que han llevado a mi separación contigo y mi alma es la que ha salido lastimada, llena de heridas y con una fe debilitada. Sé que Tú no me abandonas ni me dejas a mi suerte. No quiero tener el mismo destino que tienen las ramas que se desprenden de un árbol, que terminan secas y sin posibilidad de dar frutos.

Quiero caminar contigo tomado de tu mano, sintiendo la fuerza de tu amor y de tu perdón. Quiero estar abierto a tu Palabra, a tus enseñanzas. Tú nos has dicho que no eres un Dios de muertos sino de vivos.

Tengo que asumir mi compromiso de lucha en pro de tu Reino. Tomar conciencia de que aquí, en este mundo, todos estamos de paso, como en un viaje en el que vamos acumulando experiencias buenas o malas.

Mi esperanza debe estar centrada en la vida de felicidad que has prometido a todos los hijos que te siguen con fidelidad, por eso, creo en Ti, en tus promesas, en todo lo que me tienes preparado más allá de la muerte. No quiero que nada me haga desviar de esta meta, es por eso que también necesito de tu fuerza y que aumentes mi fe para no ceder ante mis debilidades y las tentaciones del mundo que siempre buscan apartarme de Ti.

Te suplico ahora que derrames toda la gracia de tu Espíritu Santo sobre mí y renueves la esperanza guardada en mi corazón. Ven y despierta este cuerpo moribundo y renuévalo con tu poder para alabarte y bendecirte para siempre junto a todos los Santos y Ángeles del Cielo. Amén

Propósito para hoy

Hoy, rezaré con devoción 1 Padrenuestro y 3 Ave María, por las personas que no conocen aún la misericordia de Dios

Frase de reflexión del Papa Francisco:

"Pidamos al Señor esta gracia: que nuestro corazón sea libre y luminoso, para tener así la alegría de los hijos de Dios". Papa Francisco

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