Por Rafael Marín Galvín,
18/11/2016
Cuando hablamos de aguas residuales urbanas y
redes de saneamiento públicas, en el
ámbito local contamos con las conocidas Ordenanzas y Reglamentos de Vertidos
que marcan pautas para que la emisión de aguas residuales, fundamentalmente
industriales, a saneamientos públicos agredan lo menos posible a los colectores
de aguas residuales, además de ajustarse al rendimiento de depuración que las EDAR
municipales sean capaces de desarrollar, lográndose que el agua depurada cumpla
con lo exigido en las Autorizaciones de Vertido a cauce público.
Pero ¿qué pasa con las aguas residuales
de procedencia doméstica? Salvo la prohibición expresa de que nuestros
desagües se empleen como sumideros de aguas no domésticas y/o industriales,
totalmente prohibido en las Ordenanzas de Vertidos, no tenemos nada más que
obligue al ciudadano de a pié.
Preocupados por la situación, desde el Grupo de
Trabajo de Inspección de Vertidos y Laboratorio de la Comisión V de AEAS se han llevado a cabo
varios estudios sobre el tema. Una evidencia contrastada es que la mayoría de
los contaminantes de las aguas residuales domiciliarias se hallan tan
ampliamente distribuidos en cualquier producto de uso doméstico de cualquier
establecimiento comercial de nuestras ciudades, que el usuario particular se
convierte en un sujeto emisor de contaminación, lesiva al saneamiento y al
medio ambiente en general.
Por otro lado, se da la paradoja de que,
con poca o nula base técnica ni científica, se bombardea al usuario mediante
campañas publicitarias periódicas con la bondad y conveniencia de aplicar, a
escala particular, actuaciones en materia de aguas residuales domésticas,
que se demuestran en realidad nocivas para la propia integridad de los sistemas
de saneamiento públicos. Pasemos revista brevemente a estos temas.
Restos de higiene personal
Por su actualidad, este tema es uno de los más
conocidos. Extendido el empleo de las toallitas y bastoncillos para higiene
personal, que han mejorado el bienestar de la personas y han pasado a ser un
producto de uso común en nuestros hogares, su evacuación directa vía
saneamiento doméstico nos está presentando graves problemas, tanto en la
funcionalidad de las instalaciones, como por el encarecimiento en el
mantenimiento de la explotación de nuestros bombeos y EDAR.
Muchos fabricantes de estos productos los
presentan como “responsables y respetuosos con el medio ambiente”
calificándolos de biodegradables, por lo que se pueden desechar incluso
a través del WC, al asimilarlos al papel higiénico tradicional.
Sin embargo, una vez desechados vía inodoro,
la práctica diaria constata que se van produciendo unas importantes
acumulaciones y tapones tanto en colectores como en las propias depuradoras,
generando problemas en los elementos de elevación y compactación de las
instalaciones (bombeos, filtros y tamices), daños en los sistemas hidráulicos y
por consiguiente, una mayor incidencia en el día a día de la explotación de la
depuradora con considerables sobrecostes técnicos y económicos asociados (hasta
6 € hab/año, unos 2 millones de € para una ciudad de 300.000 hab. según AEAS).
En este sentido, recientes estudios llevados a
cabo tanto desde el sector, como desde los propios fabricantes de toallitas
higiénicas, como desde OCU han
concluido irrefutablemente que la supuesta biodegradabilidad de estos
productos es muy baja (en absoluto comparable a la del papel higiénico
tradicional), que su desagregación en el saneamiento también es muy precaria y
que su gestión una vez usados debe acometerse vía residuos sólidos urbanos más
que evacuados vía inodoro.
Como efecto asociado se ha propiciado
incluso una iniciativa internacional para luchar contra el denominado
coloquialmente como “el monstruo de las cloacas”, que tantos problemas
está provocando en nuestros saneamientos, y a la que no cesan de adherirse
empresas de aguas de nuestro país. Aún más, está gestándose un proyecto de
norma europea para fijar los criterios aplicables para considerar qué productos
son efectivamente desagregables en el saneamiento y cuáles no.
En resumen, las toallitas higiénicas y otros
textiles nunca deben, con las calidades actuales, evacuarse vía inodoro
sino como un residuo sólido domiciliario más.
Fármacos, cosméticos, drogas
Como es de esperar, estas sustancias se
incorporan a las redes de saneamiento a través su excreción por la orina y las
heces, bien en su forma original, bien como sustancia metabolizada
(metabolito). También lo hacen a través de la higiene, tras la utilización de
productos vía tópica, como las cremas, geles, champús, etc.., o por enjuagues
de los envases que se han utilizado para su administración oral.
Admitida sin límite, lógicamente, la vía
fisiológica, estos productos pueden acceder a las redes de saneamiento por
la eliminación inadecuada de fármacos obsoletos o caducados,
directamente por vía sanitaria y llegar a las EDAR. Los tratamientos de estas
aguas en las depuradoras no suelen ser suficientes para eliminar los residuos
de estos productos, por lo que muchos de estos compuestos pueden acabar
llegando hasta los medios receptores libres (ríos, lagos, acuíferos, mares,
etc.).
Sin ser aún un problema a gran escala,
ya se ha detectado la presencia de algunas de estas sustancias como
antiinflamatorios (ibuprofeno, diclofenaco, etc.), antibióticos (metrodinazol,
ofloxacin, etc.) así como de otros compuestos (analgésicos, cardiovasculares,
antiepilépticos, anti-conceptivos, etc.), drogas de abuso (cocaína..) en varios
ríos españoles si bien a concentraciones muy bajas. Estos niveles no son
capaces de generar problemas de salud pública, pero sí que pueden
afectar a varios organismos acuáticos (peces, anfibios, larvas de
insectos, moluscos...) a los que acarrean problemas de crecimiento, desarrollo
y taras genéticas más o menos graves.
En orden a lo dicho, debe abogarse por un
uso racional de los fármacos y por su eliminación correcta a través de los
puntos “SIGRE”, Sistema Integrado de Gestión de Residuos de los
Medicamentos y de sus Envases, habilitados a tal efecto en las farmacias. En
cuanto a las drogas de abuso, cualquier comentario al caso es gratuito.
Aceites vegetales usados y grasas alimentarias
La eliminación de los aceites de fritura agotados
es, sin duda, una de las prácticas periódicas más cotidianas en
nuestros hogares (así como en instalaciones de restauración). Así
pues, su evacuación directa por el desagüe doméstico puede provocar varios
problemas en los saneamientos resumidos ahora brevemente.
Primero, en unión de restos de los detergentes y
jabones de uso doméstico, llegan a provocar en zonas de los colectores
sujetas a velocidades de vehiculación bajas (poca pendiente, codos,
bombeos) así como en desagües generales de viviendas, las denominadas “bolas de
grasa”, capaces de generar atascos en colectores y elementos anexos, roturas y
puestas en carga de los mismos. Además, dificultan el intercambio gaseoso entre
agua residual y aire en contacto con ella aumentando la progresiva anoxia del
agua residual a lo largo de los colectores, con lo que aquélla llega a la EDAR
con mínimos contenidos en oxígeno, cuando no en anaerobiosis.
Por otro lado, los aceites una vez en la
EDAR dificultan el pretratamiento del agua (por su asociación con las arenas de
ésta) generando problemas de sedimentabilidad, incrementando los
residuos producidos en depuración y en su caso, favoreciendo también el
incremento del consumo de aire (u oxígeno) en las balsas de aireación. En
éstas, además, actúan agresivamente frente a los microorganismos depuradores
obstaculizando su aireación celular y por tanto, su rendimiento depurador.
Por lo argumentado, debe insistirse en que los
aceites de fritura agotados han de ser enviados por el usuario doméstico a los
Puntos Verdes Municipales, Centros de Recogida de Residuos o similares y nunca
ser directamente arrojados por los desagües de nuestros hogares.
Equipos domésticos de tratamiento de agua
Aunque el agua de consumo cumpla el RD 140/2003 y
sea salubre y limpia (potable) puede tener algunas características que no
agraden a algunos consumidores: dureza, contenido salino, sabor/olor al
desinfectante empleado. Asimismo, y dentro de su carácter de potabilidad, podría
en ocasiones generar problemas tales como incrustaciones en electrodomésticos y
redes interiores, y otros, haciéndole tener la percepción errónea de
agua de mala calidad al cliente.
De este modo, algunos usuarios optan por
tratamientos domiciliarios del agua recibida de la red mediante
diferentes equipos comerciales. Hay muchos modelos y sistemas en el mercado
pero los más utilizados son la ósmosis, los filtros de carbón activo y los
descalificadores por resinas de intercambio iónico (solos o en conjunto).
En el caso de la ósmosis se opera con un alto
volumen de agua de desecho frente a la realmente empleada (entre el 50 y 90%) y
se elimina el 90% de la contaminación química y casi el 100% de la
bacteriológica: sin embargo, de generalizarse el uso de agua osmotizada
para consumo, no es previsible una contribución preocupante a la contaminación
emergente y sustancias prioritarias al saneamiento por este motivo.
Lo que sí sería importante, es que tomando en
consideración el empleo generalizado de descalcificadores domésticos para
reducción de la salinidad del agua, si toda el agua consumida en una
población se descalcificase en los hogares, se podría llegar a incrementar la
conductividad media del agua residual urbana hasta en un 10%, lo que
según qué casos, podría acarrear problemas de depuración en EDAR biológicas así
como una paulatina salinización en el cauce público que reciba el propio
vertido ya depurado.
Biocidas y fitosanitarios (plaguicidas)
Entre los biocidas, de profuso uso en nuestros
jardines domésticos, podemos encontrar numerosas sustancias, desde tan
sencillas como el cloro, hasta más complejas como derivados órgano-fosforados,
piretrinas y piretroides, sales de amonio cuaternario, derivados cumarínicos,
fenoles y otros productos variados de síntesis.
En cuanto a productos fitosanitarios encontramos
productos sencillos como el azufre, sulfato de cobre y bórax y, más complejos,
como derivados órgano-fosforados, órgano-nitrogenados, fenoles y una gran
variedad de otros productos orgánicos. En este sentido, el vertido
directo de los enjuagues y limpiezas de recipientes empleados en jardinería
doméstica puede representar un apreciable input negativo en nuestros
saneamientos. Dada la biotoxicidad de estas sustancias, muy poco
biodegradables, serían capaces de atravesar las EDAR e ingresar en el medio
natural bien como efluente depurado, bien a través de la aplicación de fangos
de depuradora en agricultura. Por todo ello, se debe instaurar una cultura de
buenas prácticas en el empleo doméstico de biocidas, atendiendo a lo
establecido en sus fichas de uso y etiquetas. Además, siempre debiera sopesarse
el empleo de otras alternativas más compatibles con el entorno para el control
de plagas.
El empleo de productos biocidas autorizados a
tales fines por particulares (sin ningún tipo de capacitación) requerirá de
actuaciones de información y de educación ambiental, debiendo incluir
el suministrador comercial en las instrucciones de uso las precauciones del
producto así como una mayor información en cuanto a lo negativo y desaconsejado
de su eliminación a través del saneamiento. Para ello, lógicamente, el
usuario debería contar con centros públicos de recogida y gestión de estos
productos y nunca usar el váter como sumidero de emergencia para desprenderse
de los restos de estos productos.
Trituradores de basuras
Inventados en 1927 en EE.UU., han sido
instalados en numerosas viviendas desde los años 60 del siglo pasado para
triturar y desmenuzar los residuos orgánicos de comida y así evacuar
el producto por el desagüe de la cocina. ¿Qué afección puede tener la
generalización de esta práctica en nuestros saneamientos?
Supóngase una población de 300.000 habitantes,
que genera unos 75.000 m3 de agua residual al día, la cual contiene
aproximadamente 45.000 kg de DQO. Esta misma población, de generalizarse el uso
de los trituradores de basura, aportaría unos 180.000 kg de materia
biodegradable al agua residual, lo que suponiendo una tasa de
conversión del 25% en DQO, prácticamente duplicaría la carga de entrada a la
EDAR urbana (45.000+45.000) kg/d de DQO, así como la generación extra de
biosólidos y su posterior tratamiento y gestión. ¿Estaría la EDAR en
disposición de depurar este efluente? Además, el impacto que el alto contenido
de restos orgánicos tendría en la explotación y mantenimiento de colectores,
bombeos, tanques de tormenta y otros elementos de la red de saneamiento sería
notable. Finalmente, el sobrecoste económico tampoco sería desdeñable.
En resumen y apelando al sentido común, no
parece muy lógico y aún menos sostenible, tirar una basura sólida (restos de
alimentos con un 50% de sequedad) al agua, la cual la transformaría a una
concentración de sólidos menor del 0,2%, y luego, una vez en la EDAR,
volverla a separar de ésta, con el consiguiente sobrecoste de energía
eléctrica, reactivos químicos, personal, etc., para obtener de nuevo un residuo
(fango al 20 o 30% de sequedad) que deberá ser eliminado como si hubiera ido al
cubo de basura. Por otro lado, no debemos olvidar que la digestión anaerobia de
una EDAR no hace “desaparecer” la materia orgánica, sino que reduce en un 50%
los sólidos volátiles y en un tercio los totales.
Por lo dicho, debemos concienciarnos en
cuestionar la supuesta bondad de los trituradores domésticos de basuras,
puesto que ni son ecológicos, ni representan un avance en nuestra calidad de
vida, y sí supondrían un constatable colapso de nuestros sistemas de colectores
y bombeos de aguas urbanas, y de nuestras actuales depuradoras (colapso también
en el aspecto económico, ojo). La basura orgánica debe ser conducida al cubo de
basura para su tratamiento adecuado, al igual que el papel, vidrio, envases,
etc. se disponen en sus respectivos contenedores.
Como conclusión final de todo lo dicho,
el inodoro, el váter y en general el desagüe de nuestra casa no es un sumidero
en el que tirar todo lo que no nos sirve: es simplemente un elemento
para recoger un tipo específico de residuos líquidos, esencialmente de
procedencia orgánica y papel higiénico convencional, y por consiguiente muy
fácilmente biodegradables. Para el resto, los canales de evacuación deben ser
otros: basuras domésticas, puntos verdes municipales, redes de gestión de
medicamentos usados o gestores de aceites alimentarios usados, entre otros.
Tomado de:
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