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lunes, 23 de septiembre de 2019

La Firma del 16/9, por ‎@Ismael_Perez




Ismael Pérez Vigil 22 de septiembre de 2019

Sobre la instalación de la llamada “Mesa de Diálogo Nacional” o firma de varios acuerdos entre representantes de un sector minoritario de la oposición y el régimen, se pueden adoptar diversas respuestas: Dejarse llevar por la indignación que produce el manifiesto oportunismo de algunos de los firmantes –descalificándolos y profiriendo hacía ellos todo tipo de insultos– o analizar las consecuencias e impacto que tiene el acto realizado. Escojo esta última opción, aunque entiendo perfectamente la otra.


¿Lo ocurrido, realmente divide la oposición?, claramente: NO; la oposición hace tiempo que está dividida en varios sectores y dependiendo del tema del que se elija hablar, se manifestará esa división con más o menos virulencia. El grupo que se manifestó el lunes 16/9 con la firma de un acuerdo con el régimen no es nada nuevo o que deba producir sorpresa, porque además desde hace tiempo venían hablando de esa posibilidad. Además, los firmantes del lunes 16 de septiembre no tienen mayor representatividad; apenas cuentan con 6, o eventualmente 8, parlamentarios y congregan –los firmantes– a 4 partidos que no alcanzan el 3% en votaciones y encuestas; ni por asomo tienen la representatividad del Frente Amplio Venezuela Libre (FAVL), la Asamblea Nacional (AN) o Juan Guaidó, quien está respaldado por más de 100 diputados, más de 50 países y cuenta con un liderazgo indiscutible, avalados por todas las encuestas. Más bien creo que la irrupción de este grupo minoritario firmando ese acuerdo con el régimen clarifica y delimita mejor a la oposición, pues se van haciendo más evidentes las posiciones y los extremos a los que algunos están dispuestos a llegar.

No obstante, para el venezolano común, desprevenido de la política, el que está más ocupado del duro quehacer cotidiano o preocupado de la sobrevivencia, lo ocurrido en la Casa Amarilla, suponiendo que le haya prestado atención –que es algo que se puede dudar– pudiera ser algo confuso y hasta desmoralizante; pero creo que esa confusión y desmoralización viene de antes, de haberse quedado sin “alternativas”, sin “política”, al fracasar las negociaciones promovidas por los Noruegos en Barbados y al ver que cada día se cierra más la opción de la “intervención internacional” con la salida de Bolton y las desafortunadas declaraciones del presidente Trump. A una parte de los venezolanos, la oposición mayoritaria, la del FAVL, la de Juan Guaidó y la AN, les luce hoy un tanto a la deriva y por eso se deben articular cuanto antes unas propuestas concretas, que insuflen ánimo a nivel nacional y que le den nuevos parámetros y objetivos al apoyo internacional.

¿Sale fortalecida esa “oposición minoritaria” con la firma del documento del lunes 16/09?, tampoco creo que sea el caso. A cambio de algo de notoriedad, que en dos días ya se disipó, ese grupo, supuestamente opositor, hace una serie de concesiones, que favorecen algunas de las políticas del régimen, como, por ejemplo:

  • uno, “defienden” los derechos de Venezuela sobre la Guayana Esequiba, sumándose a la estrategia de guerra sucia del régimen para acusar y tratar de desprestigiar a Juan Guaidó;
  • dos, rechazan y piden se levante la aplicación de sanciones contra empresas del estado y de carácter personal contra representantes del régimen, que ha implantado la comunidad internacional y que obviamente están afectando a la dictadura;
  • tres, favorecen la supuesta política del régimen de intercambio de petróleo por alimentos y productos médicos, llamada al fracaso pues la industria petrolera ha sido destruida por el régimen y carece de recursos para llevar adelante esa política; y
  • cuatro, hacen otras concesiones al régimen que no dejan de ser importantes, como por ejemplo el reconocimiento de la Asamblea Nacional Constituyente, la reafirmación del reconocimiento de la elección presidencial fraudulenta del 20 de mayo de 2018 y el reconocimiento de la situación de “desacato” con que el régimen desconoce y acosa a la Asamblea Nacional.
Pero a cambio de esas concesiones, en favor de la dictadura, la “oposición minoritaria”  firmante sólo recibe una difusa promesa de la conformación de un “nuevo CNE”; una probable incorporación a la Asamblea Nacional de la fracción parlamentaria del PSUV, que voluntariamente la abandonó hace mucho tiempo para constituirse en Asamblea Nacional Constituyente; un exhorto a los organismos de justicia para que liberen a algunos de los rehenes políticos del régimen, mal llamados presos políticos, que nunca debieron de estar presos –afortunadamente dos de ellos han logrado ya su libertad, pero nada se dice de los otros presos y los diputados presos, inhabilitados o en el exilio– y una vaga e inútil promesa de una elección parlamentaria en 2020, que de todas maneras y de acuerdo con la Constitución, es el año en que corresponde elegir una nueva Asamblea Nacional.

¿Sale fortalecido el gobierno con la firma del acuerdo del 16/9?, solo aparentemente, pues si examinamos un poco más detenidamente, las cosas lucen distintas:

  • Primero, con la firma de este documento el régimen pone en evidencia que necesita negociar con la oposición para mantener una cierta imagen entre sus seguidores internos y ante la comunidad internacional.
  • Segundo, es evidente que el régimen utiliza a estos sectores, supuestamente de oposición, para tratar de destruir a la “oposición mayoritaria”, la que realmente le hace daño, que es la encabezada por Juan Guaidó y la Asamblea Nacional y de allí que surjan esos planteamiento de: “defender el Esequibo venezolano” e incorporar la fracción del PSUV a la Asamblea Nacional, que en realidad lo que persigue al sumar los votos de los diputados de esa “oposición minoritaria” es romper la mayoría de 2/3 que tiene la “oposición mayoritaria” en la Asamblea.
  • Tercero, no obstante, para tratar de controlar la Asamblea Nacional, el régimen se vio precisado a reconocerla en el acuerdo firmado en la Casa Amarilla al señalar que sus diputados se incorporarían a una Asamblea, supuestamente en “desacato” y dejando de paso en entredicho a su propia e ilegítima Asamblea Nacional Constituyente;
  • Cuarto, con respecto a la nueva conformación de un CNE, sospechábamos que esta es una promesa vacía –como todas las del régimen– pues sabemos que varios de los miembros del CNE tienen sus periodos vencidos y deben ser renovados de todas formas; no es difícil suponer que de ocurrir la incorporación del PSUV a la Asamblea Nacional, como ninguna de las fracciones alcanzará la mayoría necesaria de 2/3 para elegir un nuevo CNE, este será designado nuevamente por el TSJ, dominado por el régimen, usurpando nuevamente las funciones de la Asamblea.
En conclusión, podemos afirmar que el acto perpetrado el 16 de septiembre por esa llamada “oposición minoritaria” con la dictadura fue un acto fallido, que desprestigiará más a sus supuestos líderes, que, al no conseguir objetivos políticos importantes, dejan la enorme duda de si los beneficios obtenidos con ese acto no serían de otro tipo.

Ismael Pérez Vigil

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