Julio Castillo Sagarzazu 03 de octubre de 2022
Seria
pretencioso y también fantasioso tener una respuesta clara a esta pregunta. No
obstante, lo que sí podría afirmarse es que quizás, nunca antes como ahora han
tenido tanto peso en las definiciones de política interna de los países las
determinantes externas y la realidad geopolítica internacional.
Comparemos
nada más, que entre las abdicaciones de Bayona y los sucesos del 19 de
abril de 1810, que llevaron a conformar una Junta Conservadora de los Derechos
de Fernando VII, depuesto por la fuerza, corrieron casi dos años.
Ahora, “el aleteo de una mariposa en Hong Kong puede provocar una tormenta en Nueva York” casi de inmediato. Los acontecimientos los vivimos en tiempo real y la geopolítica deviene en un ingrediente de la situación interna, sin filtros y sin dilaciones.
El
mundo viene de conocer dos acontecimientos de resonancia mundial: La pandemia y
la guerra en Ucrania. Ambos están provocando crisis profundas, grandes transformaciones
y cambios internos en los países. Casi podría asegurarse que muy pocos
gobiernos quedarán incólumes. Al que no lo agarre el chingo de la pandemia, lo
estará agarrando el sin nariz de la guerra. La incertidumbre genera temores e
inseguridades sociales y quizás promueva una peste común: el fortalecimiento de
los populismos de toda orientación. La necesidad de “vengarse” de las élites
tradicionales hará que los ciudadanos terminen volteando a ver y dando su
confianza a los más estridentes y a los que postulan salidas milagrosas para
salir de la crisis. La pérdida de democracia y libertades de todo género es una
de las consecuencias más importantes de todo este este proceso.
Estos
populismos tienen en común el autoritarismo, el nacionalismo exacerbado
(postizo o no) y el desprecio patente por los derechos sociales y políticos de
las mayorías. Las manifestaciones populares, la movilización social, tienen,
frente a estos regímenes, un margen muy estrecho de llegar a lograr los cambios
políticos. La falta de escrúpulos, de sensibilidad social y la represión
organizada y persistente le restan valor a los que otrora fueron grandes
mecanismos de cambios sociales. El poder de las armas y su decisión de usarlas
contra la gente, hace más difícil el accionar social.
No
obstante, todos los autoritarismos y los regímenes populistas tienen grietas.
Los que hoy están gobernando (de cualquier signo), como ya dijimos,
experimentarán la erosión de las crisis de la pandemia y la guerra. Son esas
grietas justamente los que las fuerzas democráticas están en la obligación de
aprovechar.
La
negación de las libertades, incluyendo las políticas y las electorales, hemos
dicho que es una de las características de estos regímenes. Sin embargo, de
tanto en tanto están en la obligación de “relegitimar” sus mandatos. Los
procesos electorales que tienen lugar en esos momentos son una oportunidad de
aprovechar esas grietas. Por más regimentada que está una sociedad (al menos
hasta ahora ha sido así) las campañas electorales dan la oportunidad de
encauzar políticamente la protesta y señalar al cambio político como una meta
social a alcanzar.
En
Bielorrusia y en Barinas (¡vaya ejemplos más disimiles!) esas campañas tuvieron
una resonancia importante y fueron una oportunidad para “politizar” la
ciudadanía. Otra cosa muy distinta, obviamente, es cobrar la victoria. En
Bielorrusia el fraude fue impuesto por la fuerza de las armas y en Barinas, se
logró concretar.
Todo
entonces dependerá del contacto y del papel que juegue el liderazgo en trenzar
alianzas orgánicas (no virtuales) con la población para que el entusiasmo que
puedan despertar candidatos o liderazgos no se los lleve el viento.
De
allí que, con todas las limitaciones que tenemos en Venezuela, vale la pena
jugarse el quintico de tratar de usar un proceso y unas eventuales elecciones,
para intentar una respuesta eficaz frente al régimen y la recuperación de la
democracia y las libertades.
Ya hay
un botón de muestra, pequeño pero significativo: los precandidatos a unas
posibles primarias están recorriendo el país. Por allí por donde pasan dejan
una semilla sembrada y algún grado de entusiasmo están generando.
Se
trata de profundizar este fenómeno para que la semilla pueda ser cosechada.
Julio
Castillo Sagarzazu
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