Walter Molina Galdi 09 de octubre de 2024
Lo que
está haciendo el régimen chavista es lo más aberrante que ha ocurrido en
Latinoamérica en muchas décadas. Su odio a los venezolanos no tiene
precedentes. No hay una sola justificación para no desear y trabajar, con todas
las fuerzas, para que semejantes criminales dejen el poder desde donde hacen
tanto daño.
Mientras yo escribía estas líneas de indignación, dolor y rabia, y mientras usted las lee, hay cientos de venezolanos inocentes siendo torturados por los bárbaros que ocupan, por la fuerza bruta, el poder. Muchos de ellos son niños y niñas, como sus hijos o los míos, como sus hermanos pequeños, nietos o sobrinos. No cabe en el pecho la tristeza ni en la mente el entendimiento de semejante crueldad, porque para un ser humano promedio, tanta maldad es mucha. Nos sobrepasa. Y eso… eso es el chavismo.
Hannah
Arendt, en Los orígenes del totalitarismo, describió cómo los
regímenes totalitarios despojan a las personas de su humanidad, convirtiéndolas
en simples objetos a los que se puede manipular y destruir sin remordimientos.
Esta deshumanización permite que la violencia, incluso la más brutal, se normalice
en ellos, en quienes forman parte de esa pequeña élite (incluyendo a los
cómplices habituales).
Por
otro lado, la psicóloga Alice Miller, en Por tu propio bien, habla
del «gusto por la crueldad» que ciertos individuos y sistemas desarrollan
cuando sienten que tienen poder absoluto sobre otros. Esta crueldad se expresa
no solo como un medio para perpetuar su dominio, sino también como un reflejo
del desprecio que sienten hacia su propia gente, a la que perciben como sumisa
o traidora. ¿Y son traidores unos niños de 13, 14, 15 y 16 años? Para Nicolás
Maduro, para Diosdado Cabello y para los ejecutores de las torturas, sí.
Los
jóvenes y niños son hoy, para la barbarie chavista, los objetivos principales.
Ellos, que nos
odian profundamente a todos los venezolanos, ven en los más jóvenes su
principal obstáculo, pues ni con todo el dinero del mundo pudieron colonizar
sus mentes. Los chamos que no conocen ni la democracia ni la libertad, quieren
ser libres y piden democracia. Ellos son la razón por la cual nuestra
República, que han intentado extinguir, sigue existiendo.
Y todo
ese desprecio que la tiranía venezolana siente por los jóvenes, lo han
demostrado siempre. Lo demostraron en las protestas de 2014, 2016, 2017 y 2019.
Lo demostraron destruyendo el sistema educativo y las universidades. Lo
demostraron dejando ciego a Rufo Chacón (de 16 años). Lo demostraron separando
a tantas madres presas políticas de sus hijos. Lo
demostraron y demuestran cada día cuando obligan a cientos de padres, con sus
pequeños en brazo, a cruzar el Darién o montarse en una balsa mal hecha para
huir del país. De su país. De nuestro país. Porque Venezuela es y así lo
reafirmamos el 28 de julio, nuestra. No de ellos que la odian.
Pero
como la maldad de estos sujetos no se diferencia en nada a la maldad de la que
antes se regocijó Adolf Hitler, Iósif
Stalin o Jorge Videla, quisieron ir más allá y, desde que Edmundo
González Urrutia ganó las
elecciones por casi 40 puntos de diferencia, decidieron mostrar una peor cara
de lo que ya habían mostrado (si aquello era posible) y a los crímenes de lesa
humanidad por los que fueron juzgados
en Argentina y son investigados en La Haya, decidieron agregar la
tortura sistemática a menores de edad. Con alevosía, con saña y con mucho
disfrute. Sí, disfrutan dañar a niños y niñas. Hasta la fecha, al menos, a 158
de los cuales más de 40 siguen secuestrados en mazmorras destinadas a vejar,
humillar y destrozar.
Lauriannys
Cedeño, de 16 años, fue secuestrada el 14 de agosto (y “liberada” sin
cerrarle la causa un mes después). “Lau”, como le dicen, se acaba de graduar de
bachiller, pero no pudo celebrarlo bien porque la “operación Tuntún” (ese
crímen constante que anuncian por televisión ellos mismos) llegó a su casa en
Carúpano, estado Sucre, pues ella había reenviado unos mensajes vía WhatsApp
por el descontento ante los resultados de la elección presidencial y por esto,
fue denunciada por Nilsa López de Mata, miembro de la Unidad de Batalla Bolívar
Chávez (UBCh) y trabajadora de la alcaldía de Carúpano. Lauriannys sufrió un
colapso nervioso en el momento de su detención que le ocasionó daños
cerebrales. Desde entonces, presenta convulsiones y ataques de pánico.
Como a
Lau, el régimen chavista le ha dañado la vida a muchas, muchas niñas. De hecho,
a varias inocentes secuestradas se les ha sometido a encierros junto a hombres
adultos, quienes las han violentado sexualmente en lo que solo puede
describirse como un horror indescriptible. También se conoció que siete
menores de edad (entre ellos una niña de 16 años) fueron pasados a
juicios ilegales en los tribunales de la tiranía en el estado Carabobo. Algunos
de ellos perdieron piezas dentales producto de las golpizas y otro tiene las
tetillas quemadas, porque le pusieron electricidad. Seguimos esperando, claro,
que UNICEF, ONU Mujeres y los diferentes colectivos feministas se pronuncien.
El
mismo día que inició leyendo sobre semejante atrocidad, terminó con los audios
de los gritos desgarradores de madres e hijos escuchados en el Centro de
Detención Preventivo de Adolescentes y Féminas de Caraballeda en La Guaira
(estado Vargas, como siempre será), donde permanecen ocho adolescentes acusados
de terrorismo. ¡Vaya cosa!, en Venezuela, quienes han creado el más horrible
terrorismo de Estado de nuestra historia, llaman terroristas a unos niños que
solo quieren vivir en libertad.
“Ahí
hay ocho menores de edad, hoy no nos dejaron recibir visitas y eso fue una
tortura para nuestros hijos, porque lo que recibieron fue golpes. Pido que nos
ayuden, esto es demasiado, les botan la comida y les pegan cuando
quieren”, denunciaron
las madres que escuchaban con angustia como golpeaban a sus muchachos.
Duele. Duele mucho. Y da rabia. Mucha rabia.
Erich
Fromm en El miedo a la libertad señala que muchos tiranos
proyectan en sus ciudadanos los aspectos de sí mismos que más odian. Así, el
maltrato a los niños y la violencia gratuita se convierten en una forma de
purgar ese odio, canalizándolo hacia quienes no tienen capacidad de defensa.
Estas dictaduras, en su sed de control, disfrutan de la tortura y del
sufrimiento ajeno porque eso reafirma su poder y perpetúa el terror. No hay
nada que describa mejor a los criminales que oprimen a Venezuela. Disfrutan el
dolor de los demás y si son inocentes indefensos, como los niños, lo disfrutan
más.
Lo que
está haciendo el régimen chavista es lo más aberrante que ha ocurrido en
Latinoamérica en muchas décadas. Su odio a los venezolanos no tiene
precedentes. No hay una sola justificación para no desear y trabajar, con todas
las fuerzas, para que semejantes criminales dejen el poder desde donde hacen
tanto daño. Hay que lograrlo por nuestros hijos, porque si Andrés Eloy Blanco
escribió que “cuando se tiene un hijo, se tiene al hijo de la casa y al de la
calle entera, se tiene al que cabalga en el cuadril de la mendiga y al del
coche que empuja la institutriz inglesa y al niño gringo que carga la criolla y
al niño blanco que carga la negra y al niño indio que carga la india y al niño
negro que carga la tierra”, entonces nosotros tenemos, también, al niño
torturado que grita con desespero. Y hay que liberarlos, a ellos y a su país
todo. No tenemos otra opción.
Walter
Molina Galdi
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