Por Eddie Ramírez, 16/03/2014
Tiene razón el General en Jefe Vladimir Padrino López cuando afirma que los guardias nacionales no son bestias. Por fin acierta este general de cuatro estrellas, no ganadas en batallas para garantizar la soberanía nacional, ni en posiciones cívicas en defensa de la Constitución, sino por ser sumiso a una ideología que ha fracasado en donde se impuso y por ser palafrenero de quien usurpa la primera magistratura.
Ciertamente, bestias son los animales domésticos de carga, tales como los caballos y las mulas, que son seres nobles. También se consideran bestias, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, a seres fantásticos, generalmente monstruos; evidentemente nuestros guardias son reales y de apariencia física humana. El diccionario además consigna la acepción de persona ignorante, pero nuestros guardias saben leer y escribir y han pasado por una escuela de formación, la cual asumimos contempla, entre sus enseñanzas, el aspecto de los derechos humanos y sus correspondientes sanciones nacionales e internacionales. Definitivamente no son bestias.
Entonces, ¿cómo calificar a quienes torturan a los manifestantes? ¿Cómo llamar a quienes lanzan bombas lacrimógenas directamente al cuerpo? ¿Cómo evaluar a quienes lanzan esas bombas, delante, en medio y detrás de los manifestantes con el único propósito de causarles daño? ¿Cómo definir a quienes innecesariamente disparan balas de plástico a quemarropa y asesinan a una joven venezolana? ¿Cómo catalogar a quienes se prestan a proteger a los paramilitares rojos para que agredan a los ciudadanos?
Definitivamente, quienes han actuado contra los manifestantes no son bestias, sino malandros inescrupulosos que sienten placer infligiendo daño a seres humanos. Asesinos y torturadores que piensan que sus crímenes quedarán impunes por creer falsamente que esta llamada revolución perdurará para siempre. Los venezolanos demócratas tenemos que comprometernos a que los crímenes cometidos por guardias nacionales, por los policías nacionales y por los paramilitares rojos no queden impunes. Así mismo, que el peso de la justicia caiga sobre los jefes civiles y militares que han actuado directamente o que son cómplices por ordenar o por callar. Al final la civilización se impondrá a la barbarie.
¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!
Eddie Ramírez
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