Por Juan
Marcos Colmenares*, 14/05/2015
”Las leyes
no sirven para nada, porque los hombres buenos no las necesitan y los malos no
las cumplen” (Séneca).
La semana pasada, en un operativo policial
contra bandas delictivas, Julio Méndez actor de la película “Pelo Malo” fue
abatido por el CICPC. Al parecer, él y otros individuos fueron agarrados
infraganti por los funcionarios cuando cometían un robo de vehículos. Esa misma
semana, el Ministerio Público logró privativa de libertad para José Daniel Surdo
Padrón, jugador de baloncesto de Guaiqueríes de Margarita, por ser cooperador
en un robo a mano armada.
En Venezuela padecemos una situación de
anomia, una pérdida a toda referencia de valores y principios y un
desconocimiento de las normas y las leyes. La anomía es una enfermedad social. Una
situación donde las personas actúan como les viene en gana, desconociendo las
normas y cometiendo infracciones y delitos; niegan las reglas de
comportamiento, no las aceptan y hacen su voluntad.
Pero es el mismo gobierno quien fomenta la
anomia, al violar la Constitución y las leyes. Abusando del poder encarcela a
estudiantes, twiteros y opositores por el “delito” de pensar diferente, les
viola sus derechos, los maltrata y tortura en las cárceles de Ramo Verde, el
Sebín y La Tumba. Y como controla el poder judicial, al ser provisorios más del
80% de los jueces, interviene en sus nombramientos y destituye a quienes se
atreven a aplicar la ley por encima de la política; hace eternos sus juicios y
niega el derecho a la defensa.
La corrupción es otro ejemplo de anomia, que
en Venezuela existe a todos los niveles. Militares de alto rango y prominentes funcionarios
se encuentran implicados en corrupción y narcotráfico, pero son premiados con
embajadas y ministerios. Decenas de miles de millones de dólares son saqueados,
escondidos en los bolsillos de la oligarquía militar y sus cómplices civiles,
son descubiertos en bancos de Andorra, España, Luxemburgo, Panamá y Suiza; pero no pasa nada. En
Venezuela no existe democracia, tenemos una cleptocracia, un gobierno de
ladrones.
Este ambiente de anomia e impunidad en el
cual convivimos estimula el delito. El año pasado la impunidad en materia de
corrupción, violación de los derechos humanos, secuestros y delitos comunes fue
de 98%. El “Índice de Percepción de la
Corrupción 2014” de la organización Transparencia
Internacional, que clasifica a los países según el nivel de corrupción en
el sector público, en una escala de 0 (muy corrupto) a 100 (muy limpio), sobre
174 países escrutados ubicó a Venezuela en el puesto 161 con 19 puntos.
Vivimos una situación de anomia extrema,
caos, anarquía e inseguridad. Sin estado
de derecho, sin gobernabilidad, ni legitimidad. Vivimos en un país donde los
pobres no comen, la clase media no compra y los ricos no duermen. ¿Hasta cuándo
vamos a soportar esto?
*Abogado
Miembro de Vente Venezuela
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