Herbert Hudde 09 de mayo de 2015
En una entrevista que le hizo
recientemente Pedro Penzini al economista Jesús Casique, este divulgó algunas
interesantes cifras, que sin duda deben llenar de terror a cualquier
venezolano. Según los pronósticos del FMI para el 2015, Venezuela tendrá la
inflación más alta del mundo, casi 100%, seguida de Ucrania con el 33,5%,
(observen la diferencia), y tendrá el mayor decrecimiento económico, es decir,
la mayor contracción del PIB, del planeta, –7%, seguida de Ucrania con –5,5%.
También indicó que actualmente el riesgo país de Venezuela es el segundo en el
orbe, solo superado, otra vez, por el de Ucrania. La inflación desde la
reconversión monetaria del 2008, que iba a hacer de nuestra moneda una sólida
roca, ha sido del 739% en esos 7 años, y la roca, es decir, el bolívar, no
llega ni a triste majarete.
Está claro que el FMI no va a acertar
con el 100% de precisión todos sus vaticinios, pero también está claro que las
cosas van a estar más o menos por allí (salvo que sobrevenga algún hecho
milagroso o catastrófico). Por ejemplo, es impelable que Venezuela va a tener
la inflación más alta del mundo, y que la diferencia con la segunda será
abismal. Que esta, en vez del 100%, sea mayor (como muchos, incluyéndome,
creemos), o que no llegue sino al 80%, no tiene nada de particular, porque esa
cifra puede ser cualquier cosa, dependiendo de las medidas que tome el
Gobierno, pero ello no cambia el cuadro general de la situación.
A pesar de que según Rafael Ramírez y
otros ilustres personeros del Gobierno, el modelo económico chavista ha sido
profundamente exitoso, todo lo anterior pone en evidencia muy claramente el
fracaso de éste y el desastre en que nos ha sumido, que se manifiesta con las
múltiples penurias que padecemos, de todos conocidas, las cuales,
lamentablemente y según los mencionados pronósticos, van a aumentar de forma
apreciable este año. ¡Vaya panorama que nos espera!
Ahora bien, las preguntas que me hago,
ya muy cerca de la desesperación, son las siguientes: ¿Va el Gobierno a seguir
con la ridícula e insoportable machaca de echar la culpa del comportamiento de
nuestra economía, a todas luces el peor, no de Latinoamérica, sino del planeta,
a la guerra económica de los pelucones? ¿Es que no se van a dar cuenta de que
están orinando fuera del perol? ¿Achacarán a la caída de los precios petroleros
todo el fracaso que las cifras anteriores indican?
Ciertamente el derrumbe de los precios
petroleros empeorará las cosas, pero la inflación del año pasado, que no se vio
afectada por ello, fue de cerca del 70%, y la contracción del PIB ese año,
aunque no la han publicado porque ahora el Gobierno lo esconde todo (práctica
insólita y vergonzosa), debe haber estado por el 5%. El riesgo país tampoco se
acaba de deteriorar; viene mal desde hace varios años. El desabastecimiento y
la escasez hicieron su aparición con el barril a 90$, y no ahora que está en
50. ¿Entonces?
Uso el término desesperación, primero
porque es lo que siento cuando veo qué pasa y pasa el tiempo y esta gente sigue
aferrada a este torcido modelo que nos hunde más y más en el hoyo, y segundo
porque debido a los achaques de que disfruto, consumo un montón de medicamentos,
y ya he pasado unos buenos vaporones por no conseguir muchos de ellos. Por
ejemplo, hace unos meses la tensión me subió a 18, y logré aplacarla porque me
consiguieron el medicamento que uso en Guatemala, donde a pesar del “mala”, se
consigue de todo. ¡Inaudito! Y como yo hay millones pelando por medicinas y
otros insumos médicos, al punto de que las muertes por ello ya se han hecho
cotidianas.
Aunque siempre trato de ver las cosas
con objetividad, normalmente procuro ser optimista, pero creo que estoy
llegando al punto de suscribir lo que me dijo un pana hace poco: ¡Aquí ya no
hay nada que hacer! Y no cito textualmente todo lo que me dijo, porque si lo
hago no me publican el artículo.
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