Por Luis Manuel
Aguana, 18/05/2015
Desde tiempos que
ya no me quiero acordar, el jabón azul ha sido considerado el “jabón del
pueblo”. Sí, ese jabón que servía para todo, no solo para bañarte sino para
lavar la ropa, bañar al perro, bañarte cuando tenías una infección en la piel,
sacarte los piojos, en fin, para casi para cualquier cosa que tuvieras. La
gente siempre lo compraba como parte de su vida, así como comprar azúcar,
harina pan, o aceite. Y ahora gracias a la “revolución” y la tecnología, el
jabón azul ha subido de estatus. ¡Sí! Aunque ustedes no lo crean, ahora la
“revolución bonita” reivindica al jabón azul al mismo nivel que cualquier
Camay, Dove o antibacterial costoso.
En efecto, tal vez
la gente no lo recuerde pero Sarita Montiel decía en su cuña que ella “cuidaba
“su bellísimo cutis con Camay”. O más recientemente las cuñas
perfeccionistas del jabón Dove, lleno de crema, que según sus anunciantes
alarga la juventud de las mujeres pasaditas de edad. Pero ya eso es cosa del
pasado. De acuerdo al régimen ahora se puede equiparar el jabón azul con los
jabones de más “clase”, sin ofender por supuesto al primero.
De acuerdo a la
siguiente historia “de la vida misma”, proveniente de una de las miles de
personas afectadas por estos desafueros del régimen, usted de ahora en adelante
no podrá ningunear al popular jabón azul: “… Ayer pasé por el Gamma.
Llegué tarde a la repartición del papel sanitario, pero había jabón de baño.
Tomé los que correspondían, dos, pero al llegar a caja me dicen que no puedo
llevalosr porque yo ya había comprado esta semana, cosa que no era cierta. El
gerente me preguntó que si yo había comprado jabón azul en Farmatodo, le dije
que sí, entonces me explicó que ya ambos establecimientos estaban en
sincronía y que por eso no me podían vender los dos jaboncitos y que a
esto se irían sumando paulatinamente el resto de los supermercados y farmacias…” (Subrayado
nuestro).
¡Estaban en
sincronía! Ya lograron conectar los primeros establecimientos electrónicamente
para evitar que usted “repita” las compras. Ya había advertido que pronto el
régimen llegaría a esa fase superior de violación de derechos humanos (ver Captahuellas, Derechos Humanos y Racionamiento). Pero mi
imaginación no fue más pródiga que la realidad porque lo que no se me ocurrió
fue que aplicarían criterios a la compra de los productos; y eso no tiene nada
que ver con tecnología. Colocan al jabón azul en la misma categoría que el
jabón de baño. Imagino que dentro de poco colocarán las servilletas de mesa en
la categoría del papel higiénico, con lo cual aquel que compre papel sanitario
no podrá poner servilletas en su mesa y viceversa.
Pero eso no es lo
grave. Lo grave es que al colocar la tecnología al servicio de este plan
comunista se violan automatizadamente nuestros derechos constitucionales. No me
canso de repetir que de acuerdo al Art. 117 de la Constitución, “Todas las
personas tendrán derecho a disponer de bienes y servicios de calidad, así como
a una información adecuada y no engañosa sobre el contenido y características de
los productos y servicios que consumen; a la libertad de elección y a un
trato equitativo y digno”. (Subrayado nuestro).
De nuevo, nótese
aquí la frase derecho de disponer de bienes y servicios. En ninguna parte
de ese artículo se habla de que el Estado pueda disponer a su discrecionalidad
de los bienes o servicios de los ciudadanos o si los funcionarios públicos
pueden administrar ese derecho.
Pues bien, no solo
están disponiendo de nuestro derecho constitucional de escoger qué comprar,
sino que ahora deciden por nosotros si el jabón azul es bueno para bañarnos o
no. Mañana decidirán si todos debemos vestir como los chinos, de un solo color
y modelo de ropa, o si tal vez será mejor que todos nos ajustemos a la dieta
del arroz.
Han destinado
tecnología costosa como la de las captahuellas, interconexión entre
supermercados, incluso obligado a las grandes cadenas de medicinas y víveres
como las del ejemplo arriba señalado, para evitar que la gente no compre
“repetido”, basado en el criterio de algún burócrata que no sabe diferenciar
entre el jabón azul y el jabón para bañarse; pero no han destinado ni un
policía de punto para evitar que se vendan bultos de papel higiénico y harina
pan a precios del mercado negro. ¿Y por qué? Porque son ellos quienes manejan
ese negocio (ver video del caso del papel higiénico en Muestra de socialismo con
los enchufados venezolanos (GNB).
A nadie de esas
colas le venden por bultos, eso era antes cuando Venezuela era otra. Entonces,
¿por qué evitar que alguien se lleve un jabón para bañarse, supuestamente
impidiendo un negocio que en su mayoría no se maneja a ese nivel de detalle?
¿Por qué concentrar la atención en quienes difícilmente pueden repetir pequeñas
compras porque las colas son imposibles de volverse a hacer para el común de la
gente?
La respuesta sale
inmediata: para desviar la atención de los verdaderos “bachaqueros” que se
encuentran en el gobierno, que sí son los que manejan bultos y camiones enteros
de papel higiénico, harina pan, pañales y pare usted de contar, culpabilizando
deliberadamente a quienes dejan su salario haciendo una cola de supermercado.
Pasa lo mismo en la frontera del Táchira y Zulia con la gasolina donde el
“culpable” es el ciudadano al que hay que imponer una tarjeta de racionamiento
de combustible cuando el negocio de verdad pasa por la frontera para Colombia
en camiones a la vista gorda de la GNB.
No solo el régimen
nos atropella gastando lo que no tiene para que tecnológicamente el jabón azul
sea lo mismo que el jabón antibacterial, sino que encubre con eso a los
verdaderos ladrones y acaparadores de mercancía, agravando aun más la
situación.
Pero ese no es el
verdadero fondo del problema. Esto que nos pasa no es más que una grave
distorsión, y como nos parece tan aberrante llegamos a pensar que la gimnasia y
la magnesia son la misma vaina. No debemos molestarnos porque el régimen
confunda el jabón azul con el jabón para bañarse. Debemos arrecharnos (y
perdonen mi mal inglés) porque hemos perdido la libertad para
escoger. Y al ir conculcándonos poco a poco esa libertad, morimos de igual
manera…
No esperemos la
reivindicación de otro producto popular de la mano de algún resentido social
del régimen, porque se nos irá la vida con ello. Procedamos más bien a exigir
nuestro derecho a decidir en qué categoría deseamos poner al jabón azul y al
resto de los productos de acuerdo a lo que consideremos conveniente. Esa es una
de las prerrogativas del Depositario de la Soberanía, no de ningún gobierno. Si
todos llegamos a tener claro eso, no solo nos bañaremos con el producto que nos
dé la gana, sino que en el proceso habremos recuperado nuestra libertad…
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