Américo Martin 18 de mayo de 2015
Vamos por partes:
DE LAS ELECCIONES EN GENERAL
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Votar siempre es mejor que abstenerse, aun en las condiciones más
deplorables.
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Se va a las elecciones para ganarlas o para construir un movimiento
nacional o para las dos cosas. En las elecciones de 1941, de las que salió
electo presidente Isaías Medina Angarita por el voto parlamentario, AD y otros
sectores postularon a Rómulo Gallegos. No tenía el ilustre novelista
posibilidad alguna de vencer, dado que los votos a favor de su rival estaban
virtualmente pre-contados, y no obstante Gallegos fue inscrito en calidad de
candidato simbólico. ¿Por qué AD se embarcó en una operación sin posibilidad
alguna de ganar? Porque al entrar en campaña movilizó al país y puso en el
centro del debate a Gallegos, Betancourt y el programa de AD. Se valió de las
elecciones para construir un movimiento nacional aunque en ese momento no para
derrotar a Medina.
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Se va a la abstención para
protestar y rechazar arbitrariedades. Hay quien cree que es posible crear
conciencia “no votando” e incluso que puedan hacerse movilizaciones importantes
sin centrarlas alrededor de candidatos. En todo caso –píensan- deslegitima a
los candidatos electos
La experiencia demuestra lo contrario:
la abstención desmoviliza, desmotiva y fracciona a la disidencia.
Lo que en verdad deslegitima a una
autoridad es el fracaso de su gestión o su derrota en el cotejo de votos. La
impresionante abstención de 2005, la más grande que se haya realizado en
Venezuela, no deslegitimó a nadie. Los diputados oficialistas electos actuaron normalmente y
con reconocimiento interno e internacional independientemente de su precaria
votación. La gente se acostumbró a verlos. Ni siquiera se les pudo acusar de
cometer fraude porque tal delito consiste en desconocer o arrebatar votos
emitidos. Si teniendo a derecho a votar, alguien no lo ejerció, no podrá alegar
fraude por una decisión que solo a él pertenece.
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Lo que sí ocurrió es que los abstencionistas no pudieron formar un
movimiento porque por su naturaleza la abstención es eso: no actuar. De allí
que a la corta se perdió el efecto, se disgregó la fuerza y el gobierno controló por completo el poder
legislativo, que usó libremente de la manera más criminal. El porcentaje de
Chávez, que había declinado, tomó cuerpo otra vez.
DE LAS PARLAMENTARIAS DE ESTE AÑO
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Hay una conexión directa entre los bajos porcentajes electorales
atribuidos por las consultoras más calificadas al gobierno y la profunda crisis
en todos los órdenes en que se ha sumido el país. Como nunca antes, el masivo
malestar lleva a la población a responsabilizar al presidente Maduro y a su
régimen por los insoportables problemas del país. El deseo de cambio es
ampliamente mayoritario.
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Otra desoladora conclusión que reúne consenso en los especialistas, es
que no hay margen para cambiar estos signos en el corto o mediano plazo, mucho
más con el miedo oficialista a tomar decisiones elementales como el alza de la
gasolina o el levantamiento de los controles de cambios y precios.
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En definitiva, se espera con razón que en las parlamentarias se
producirá un poderoso voto-castigo. El gobierno puede ser demolido muy a pesar
del ventajismo y las trampas que suele aplicar.
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Otros factores a considerar son la debilidad creciente del gobierno, las
serias contradicciones en el bloque político dominante y la intensa atención
puesta sobre estas elecciones por gobiernos y movimientos del mundo. Durante
meses, el CNE ha pospuesto la fecha de las elecciones (porque como es fácil de
colegir, teme que el gobierno sea vencido) pero hasta gobiernos y personas
tenidas por amigos le están exigiendo que adelante la consulta electoral (casos
notables: Samper, Rousseff para citar solo a gente tenida por cercana al madurismo)
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Serán las elecciones más seguidas del continente. Un fraude abierto le
haría perder legitimidad de origen y sería denunciado por factores decisivos.
Fraudes menores serán conjurados o en caso de no serlo, serán absorbidos por un
considerable colchón de votos.
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¿Qué más podría hacer el gobierno? En realidad su margen de maniobra es
menor que el del pasado, aparte de que Maduro no es Chávez. Pero lo que se
observa es un esfuerzo desmedido de los voceros oficialistas destinado a
convencer a la disidencia democrática de que abstenerse es lo que le conviene,
y fomentar las pugnas dentro o contra la MUD, dentro o contra ciertos
dirigentes naturales. Algo así como persuadirnos de lo bueno que es el
suicidio.
Ante semejante esguince, lo procedente,
lo lógico es cerrar brechas en el frente opositor, levantar la pasión del voto
y disponerse a obtener una mayoría sustancial.
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