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lunes, 27 de febrero de 2017

La dama y el caporal (I) por @tulioehernandez


Por Tulio Hernández


I. 

En reconocimiento a la que había sido una excelente gestión, Alejandro Armas se negó a relevar a Sofía Ímber de la dirección del museo que ella misma había fundado. El de Arte Contemporáneo de Caracas.

Corre el año 1989. Armas es el primer presidente del Consejo Nacional de la Cultura nombrado por Hugo Chávez en su primer gobierno. Y la cabeza de Sofía, uno de los más preciados objetos del deseo de un pequeño círculo de artistas e intelectuales que, por el momento, tiene influencia sobre el teniente coronel. El círculo o rosca, como los llama el habla popular venezolana, susurra al oído del presidente que la continuidad de Ímber al frente del MACC es interpretado por el “pueblo” como una prueba de que las élites de siempre siguen conduciendo el aparato cultural.

Sofía reúne en una sola persona todo lo que a los conjurados les perturba. Vida exitosa y cosmopolita. Formación intelectual sólida. El mérito de haber construido de la nada, en la era democrática, un museo y una colección objeto de referencia y admiración internacional. Un poder personal y una gran capacidad de lobbyng con políticos influyentes y artistas e intelectuales de prestigio continental. Y, como guinda, la fama de ser una figura pública de derecha, más el pecado mortal de haber sido la esposa de Carlos Rangel, el autor de Del buen salvaje al buen revolucionario, un bestseller que desmontaba lúcidamente las mitologías simplistas de la izquierda marxista latinoamericana y sus adoradores europeos.

Armas, por supuesto, fue desplazado. Lo sustituye el artista plástico y gestor cultural Manuel Espinoza quien de inmediato, suponemos, decide ofrecer como prueba de incondicionalidad mayor al comandante en jefe llevarle la cabeza de Sofía. Lo hace y cual Herodes Antipas destituye al Bautista de su cargo y se lo ofrenda en una bandeja al teniente devenido en Salomé.


Pero, más tarde, Espinoza también es sacrificado. Lo sustituye otro miembro del círculo del poder cultural rojo. El arquitecto Francisco Sesto, encargado de cerrar el caso. Sesto, quien a la larga sería bautizado graciosamente en el mundillo cultural como Terminator II, elimina el nombre de Sofía Ímber del museo y sustituye sus logos y los de todos los museos nacionales por una imagen única: el perro y la rana. Uno de los tantos  sellos, o pintaderas, usados por  la etnia panare para decorar sus cuerpos con fines rituales ahora convertido en logo.

Hay muchas protestas porque los emblemas eliminados no eran cualquier cosa. Son obra de los maestros de la era de oro del diseño gráfico venezolano: Leufert. Nedo. Gego. Y de sus alumnos adelantados: Sotillo. Irazábal. Belisario.

II . 

Sofía Ímber no estaba sola cuando inició aquella gran empresa museística. Era el momento, mediados de los años 70, del primer gobierno de Pérez, cuando se produjo el más grande florecimiento institucional de apoyo del Estado a la cultura que se haya conocido en toda nuestra historia republicana.
Además de Ímber en el MACC, en ese momento, 1974-1975,  José Antonio Abreu fundaba el Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles, hoy también referencia internacional. Virginia Betancourt, el Instituto Biblioteca Nacional, la red de bibliotecas públicas y el Archivo Audiovisual de Venezuela, el primero en su género en el país. Isaac Chocrón le da forma al potente proyecto de la Compañía Nacional de Teatro. María Teresa Castillo, desde el Ateneo de Caracas, al Festival Internacional de Teatro. Reconocido luego con el León de Oro de Venecia como el más importante de América Latina.

Es una época frenética. Nace el Nuevo Cine Venezolano. Un país que a lo largo del siglo XX  había hecho sólo unas cuantas películas pasa ahora, en un solo año, con la creación de la Dirección de Cine del Ministerio de Fomento, a otorgar créditos para que se realicen 35 largometrajes. En la misma década se crea en Ciudad Bolívar el Museo Jesús Soto, de arte cinético; en Valera, el Museo Salvador Valero, de arte popular; y en Porlamar, el Museo Francisco Narváez, para honrar a los grandes artistas margariteños. Otro país cultural ha comenzado.

26-02-17




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