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domingo, 24 de junio de 2018

Éxodo, migración, desarraigo por @perroalzao



Por Arnaldo Esté


Uno trata de ser optimista y reclamar propuestas. No es fácil. Los abastos, la calle, las noticias muestran un equipo derrotado. Un país destruido y en cuesta abajo; hay que felicitar a las bandas del gobierno por su única eficacia: la destructiva.

La migración es inherente a los seres vivos y sus referencias están en los grandes libros, en el Éxodo en la Biblia, La Hiyra en el Corán, en los estudios científicos, en la sociogénesis, la simbiogénesis y los mestizajes que de ellas se generan. Irse de un espacio a otro en busca de mejoras, o fuga de desastres o tragedias. Es tema mayor en el Mediterráneo y el Medio Oriente y toma visajes salvajes en el lenguaje y acciones del peculiar héroe del oeste que hace las funciones de presidente de Estados Unidos.

La expansión de Occidente y su industrialismo por todo el mundo llega a Venezuela con cierta tardía rapidez y provoca un desplazamiento del campo a la ciudad que genera la emergencia de un valor malvado que llamamos petrofilia, al ser utilizados los beneficios y símbolos de la explotación petrolera para la compra de conciencias. Un cultivo de la venalidad y la mendicidad para el logro o incremento del poder político.

Pero nunca alcanzó esa forma de relación social, esa petrofilia, la dimensión y daños de estos últimos veinte años, cuando se la vincula a la devoción y mitificación de un caudillo. Un descaro que se viene abajo cuando la caída de esos recursos impide mantener ese cultivo.

La caída es terrible al descubrirnos desprovistos de alternativas éticas y económicas, y objetos de un régimen que se agarra el poder en acciones, corrupciones y medidas dictatoriales.


Aquí se ubica lo que llaman y tenemos que llamar éxodo de venezolanos. Una actitud que tiene más de fuga que de búsqueda y que, como ocurre con la violencia en las calles, no se puede olvidar. A todos nos toca y todos nos informan: hijos, hermanos, amigos, alumnos vecinos nos asedian con esas noticias y testimonios. Y se constituye como la sensación de que algo muy grande e importante se vacía. El país no solo se descoyunta sino que se vacía.

Ese tono mayor de huida descubre el traslado de la incertidumbre interna a los que llegan a otras tierras. No es fácil cuantificarlo ni conozco estudios rigurosos de este éxodo, pero me sobran confesiones. No sé cuántos son, pero sé que son millones. Pareciera predominar la ausencia de proyectos y la inevitable compañía de necesidades y angustias. Un tono que podría anunciar que no hay desarraigos o extravío de los propios orígenes, sino prontos retornos de gente enriquecida tanto por el viaje como por la necesidad de buscar y construir, más que de esperar que otro resuelva.


23-06-18




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