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domingo, 23 de diciembre de 2018

A nuestros compatriotas migrantes, por _@toquedediana




Carlos E. Aguilera A. 22 de diciembre de 2018
_@toquedediana

“Para el logro del triunfo siempre ha sido indispensable pasar por la senda de los sacrificios”
Simón Bolívar

Próxima la fecha de la celebración del día de la navidad no podemos menos que evocar con tristeza, llanto y dolor la ausencia de nuestros seres más queridos, que empujados por la tragedia que aflige al país, abandonaron la patria en busca de nuevos horizontes y en procura de un mejor porvenir.

Es muy difícil decir adiós, y guardar en el interior del alma, la extraña sensación de una separación sin fecha de retorno, procurando al mismo tiempo reprimir las lágrimas, y evitar salir en veloz carrera para el abrazo y beso final de la triste despedida, y el doloroso instante de la partida definitiva, hasta el momento mismo que se pone pié a la grada de la escalera del autobús o del avión, en el que partirá o pronto levantará vuelo, dejando atrás la estela de una imagen de todos sus seres queridos, con sus brazos levantados en la despedida final.

Sami Nair afirma que “emigrar es desaparecer para después renacer; emigrar es renacer para no desaparecer”.

La emigración es un fenómeno tan viejo como la humanidad. Millones de personas han dejado sus hogares para emprender una vida nueva en algún lugar del mundo que, en ocasiones, no les ha recibido con los brazos abiertos.  Cuando alguien decide emigrar, deja atrás el lugar que le vio nacer, los lugares que construyen los recuerdos de toda una vida; deja atrás sus costumbres, sus tradiciones, su cultura; deja atrás a familia, amigos, a personas muy queridas. Deja atrás todo esto, sabiendo que pasará mucho tiempo hasta que pueda volver a verlos; en algunos casos, jamás. Mucho se ha hablado de la importancia de la integración, de la inserción, de la inclusión pero, ¿quién piensa en el dolor del inmigrante?

No todas las personas que emigran van a sufrir necesariamente un duelo. De hecho, algunos viven experiencias enriquecedoras y positivas, mejoran su calidad de vida, conocen nuevas culturas y disfrutan sintiéndose ciudadanos del mundo

También el temor a la pérdida de identidad: es un factor poco frecuente. Si el choque cultural es muy fuerte o los habitantes del país huésped muestran rechazo, el inmigrante podría desarrollar cierto rechazo a integrarse en esa nueva sociedad. Aumentan los sentimientos de arraigo hacia su propia cultura y se intensifica la búsqueda de contacto con compatriotas.

Por ello, deberíamos pararnos a pensar en lo que supone abandonar el país de origen para comenzar una vida en un nuevo lugar. Algo que va mucho más allá de la integración, lo cual supone un proceso emocional realmente duro y doloroso que también requiere de apoyo y ayuda.

Quienes emigraron y en particular quienes siguieron la misma ruta que emprendió el Libertador, el más grande latinoamericano, un ser superior, signado por la gloria y la inmortalidad, comprenderán el valor del sacrificio, tal como lo afirmó José Enrique Rodó: Bolívar fue “grande en el pensamiento, grande en la acción, grande en la gloria, grande para magnificar la parte impura que cabe en el alma de los grandes, y grande para sobrellevar, en el abandono y en la muerte, la trágica expiación de la grandeza”. Y los venezolanos somos herederos de ese hermoso legado, que dejó el Libertador de cinco naciones: Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia.

En síntesis, Bolívar un ser que pequeño de estatura pero gigante de la historia universal nos sirve de inspiración y ejemplo para perseverar y alcanzar metas, propuestas e ideales. Debemos olvidar que quien desgobierna nuestro país y lo tiene sumido en el caos, la corrupción, inseguridad, violencia y pobreza, no se eternizará en el poder y que Venezuela ha pasado del hombre más importante de la historia del siglo XIX, a la historia más nefasta del siglo XXI con Maduro. En pocas palabras, un paso de la grandeza a la vulgaridad.

Desde esta su tierra amada, que es la nuestra, hacemos llegar a todos nuestros compatriotas que emigraron a distintas latitudes del globo terráqueo, nuestro abrazo hermano, cargado del mejor de los alientos, del calor humano y con la mayor intensidad, cubierta de la fortaleza, seguridad e ilusiones de vida y familia, pues sabemos que ustedes representan el indestructible vínculo de generaciones presentes y futuras, con costumbres, principios y valores, base principal de una sociedad, como la venezolana.

¡Feliz Navidad hermanos!

Carlos E. Aguilera A.
_@toquedediana

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