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viernes, 28 de diciembre de 2018

El otro lado de la balanza, por @AngelOropeza182




Ángel Oropeza 27 de diciembre de 2018

El cierre del año constituye el final de un ciclo y es la oportunidad que se toman muchas personas para realizar un necesario balance de lo vivido durante el período.

Los humanos aprovechamos los ciclos estacionales de nuestro entorno ambiental para dividir nuestra vida en "capítulos", que tengan un final pero sobre todo un nuevo comienzo. La división en "capítulos vitales" es importante porque facilita la evaluación de lo hecho y la mejor comprensión de nuestro transitar existencial. Además, esos “nuevos comienzos” son útiles porque nos proveen psicológicamente de nuevas oportunidades para corregir errores, ensayar mejoras y mantener siempre viva la esperanza que podemos ser como queremos y alcanzar lo que deseamos.

La oportunidad de hacer un balance y reinventarse constantemente que deriva de la división perceptual de nuestra vida en ciclos, es fundamental para mantener viva la fe en nosotros mismos, evitar la impresión de que nuestra vida es una sucesión caótica y desordenada de acontecimientos, y para darle sentido a la trayectoria, accidentes y rumbo de nuestra propia existencia como personas y como país.

Desde la perspectiva de nación, en la balanza de 2018 el plato de lo negativo presenta un peso abrumador. Los venezolanos han padecido el peor año de su historia republicana en todas las esferas de lo político, lo económico y lo social. Cualquier descripción en papel es injusta al lado del lacerante drama humanitario que sufre el país, y ante el insultante saldo de dolor, miseria y sistemática tortura social del modelo de dominación madurista.

Sin embargo, las balanzas son instrumentos de medición de dos platillos. Y al lado del plato de lo negativo, es necesario identificar los saldos que pueden colocarse como contrapeso del lado positivo del artefacto. Dada la limitación de espacio, mencionemos solo tres que, a pesar de la tragedia que nos azota a los venezolanos, constituyen aspectos concretos que alimentan de manera tangible la esperanza en la pronta materialización del anhelado cambio político.

En primer lugar, y a pesar de la feroz represión contra quien piense distinto, de la omnipresente propaganda oficialista y del permanente chantaje de exigir sumisión para poder aspirar a derechos básicos, la mayoría de los venezolanos –de acuerdo con las investigaciones serias de opinión pública– dista mucho de ser un pueblo entregado y rendido. En vez de resignación y abulia, los rasgos principales actuales de la población al final de 2018 son de confusión, angustia y molestia. Es un país en búsqueda de un momento y un camino, distinto de la percepción falsa de haber tirado la toalla. El año termina, y la dictadura solo se mantiene por la fuerza bruta, muy lejos de por la aceptación voluntaria de a quienes somete. Y este es el mayor peligro que los opresores saben que enfrentan.

En segundo lugar, la alternativa democrática –a diferencia también de percepciones poco enteradas y de matrices opináticas interesadas– ha avanzado tanto en unidad como en organización. Ya presente y funcionando en todos los estados de Venezuela, el Frente Amplio ha logrado aglutinar progresivamente una inédita combinación de gremios, sindicatos, partidos y sectores sociales del país, en búsqueda constante por construir, desde abajo hacia arriba, la unidad superior que reclaman los venezolanos y sin la cual no será posible ni la materialización del cambio político ni la reconstrucción del país.

Y finalmente, como consecuencia de lo anterior, se ha comenzado a articular, a partir de los distintos proyectos elaborados por diferentes factores sociales y políticos, una propuesta unitaria de políticas públicas que debe ser todavía consensuada con la mayor cantidad posible de sectores organizados del país, y que constituirá la agenda que guiará las tareas de recuperación de Venezuela.

En medio de la pavorosa oscuridad en que terminamos 2018, estas tres son luces que nos indican que la esperanza de la liberación no solo está viva sino que sigue cobrando fuerza. Sirvan estos días finales del año para recordar que el futuro no está escrito, sino que será la consecuencia de lo que hagamos. Y ya comenzamos la tarea.

Ángel Oropeza


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