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miércoles, 26 de junio de 2019

Madres y abuelas venezolanas: la presión por emigrar, por @carlosrawlins




CARLOS GARCIA RAWLINS 25 de junio de 2019

Viajan con sus hijos y nietos por tierra a través de tres países, recorriendo puestos de control fronterizos y cruzando ríos cuyas aguas alcanzan la altura de sus cinturas. 16 mujeres cuentan su testimonio en un viaje que han emprendido hacia lo desconocido para resguardar a sus familias

1.       Marlioth Armas, de 28 años, sostiene en brazos a su hija Erimar, de 2, mientras espera en una fila para procesar sus documentos en el centro de servicio fronterizo entre Ecuador y Perú, antes de continuar su viaje a Lima. Marlioth llora de frustración al recordar la escasez de bienes básicos por la que emigró de Venezuela: "Solo quiero vivir en un lugar donde podamos obtener cosas y ser normales".

2.       "Realmente apostaba por Guaidó. Estaba segura de que iba a cambiar el país", señala Andraimi Laya, de 22 años, mientras es retratada con su hija Jessy, de 2, en Tumbes (Perú). Andraimi, que soñaba con ser oficial de policía, abandonó su sueño y su casa cuando el presidente peruano, Martín Vizcarra, anunció que los venezolanos deben tener pasaportes y visas para ingresar a Perú a partir del 15 de junio. "Dije, 'no, no voy a morir aquí. Esta podría ser mi última oportunidad'".

3.       Teresa Amaro, de 83 años, oriunda de Barquisimeto es retratada junto a su hija Maite Pérez, de 43, y su nieto Edwar Coste, de 7, antes de continuar su viaje a Perú. Teresa se rehusaba a salir del país, pero tras sufrir un ataque cardíaco y frente a la dificultad para encontrar medicamentos, accedió a la petición de su hija para emigrar. En su casa ya no contaban con electricidad ni gas para cocinar.

4.       Suramay Farias, de 47 años, abraza a su hija Franchesca, de 8, mientras esperan para procesar sus documentos en el centro de servicio fronterizo entre Ecuador y Perú antes de continuar su viaje a Chiclayo. Suramay nunca había pensado en abandonar el país, pero estaba preocupada por el futuro de su hija menor y decidió ir a Perú, donde sus otros hijos han estado viviendo durante un año: "Me dijeron, mamá, ven aquí para que puedas darle a la niña la oportunidad de tener una mejor dieta y una mejor vida". Para Suramay lo más difícil ha sido dejar en Venezuela a su madre y su marido: "Esto no es lo que quería. Me gustaría tener a mis hijos en Venezuela".

5.       Erika Fernández, de 33 años, espera en una fila con sus hijos Ronald, de 10, y José, de 3, en el centro de servicio fronterizo entre Ecuador y Perú. Fernández, enfermera de profesión, viaja para encontrarse con su esposo, quien ha estado en Perú por un año. "Todo ha sido terrible desde que salí de mi casa y todavía es una pesadilla (...) Mi hijo ha estado vomitando desde la noche anterior, lo llevé a la Cruz Roja y me dieron agua para rehidratarlo y paracetamol en caso de que tenga fiebre", explica Erika. Entre sus motivaciones para emigrar, destaca el ideal de conseguir una mejor calidad de vida para sus hijos: "No quiero enseñarles que tienen que luchar por la comida, sino que cualquiera que trabaje, puede comprarla".

6.       Arlene Gerder, de 38 años, espera un taxi junto a sus hijos José, de 4, y Dayana, de 14, para continuar su jornada a Pisco. "Un día ya no teníamos comida y mi hija me dijo que tenía hambre. Ya habíamos comido lo poco que teníamos y lo que quedaba era para el día siguiente, pero ella me dijo que tenía hambre y le di lo que tenía". Arlene salió de Venezuela por primera vez hace siete meses y ahora regresa a Perú después de recoger a sus hijos en Venezuela. "Me fui con 130 dólares y algunas joyas de oro, eso fue todo lo que llevé conmigo. Mis hijos sufrirán, pero aquí sufrirán con un estómago lleno", explica Arlene.

7.       Iris Mejías, de 68 años, fue diagnosticada con cáncer unos meses después de que su hija y su yerno dejaran Venezuela para ir a trabajar a Perú. Ahora, descansa con su nieta Victoria, de 10 años, en el centro de servicio fronterizo entre Ecuador y Perú antes de continuar su viaje a Lima. Iris trabajó más de 40 años como enfermera, pero su salario actual no alcanzaba para comprar la comida de una semana. "Después de la cirugía, no he podido recibir quimioterapia porque no tenemos acceso a medicamentos. Me decepciona que me hayan robado la vejez". Iris emprendió el viaje para llevar a Victoria con su madre, por miedo a que el cáncer la consumiera dejando a la pequeña "en el limbo", mientras los dos hermanos mayores de Victoria se quedaron en Venezuela completando sus estudios.

8.       Génesis Valera, de 27 años, está embarazada de seis meses. Antes de llegar a Perú, tuvo que cruzar la frontera entre Colombia y Venezuela por senderos y ríos junto a sus tres hijos: Sebastían, de 7 años; Claudia, de 6 e Isaías, de 2. "Fui a través del agua, me dijeron que me callara porque había guerrilleros alrededor". Una vez en Colombia, Génesis viajó en autobús pero tuvo que caminar parte del camino para evitar un punto de control. "Tuvimos que esperar en el medio de los arbustos durante dos horas, estaba oscuro y muy frío, mientras esperábamos que el autobús nos recogiera de nuevo", cuenta Génesis. Ahora, desea dar a luz en Perú y conseguir un trabajo para suplir las necesidades básicas de sus cuatro hijos.

9.       Erika Quevedo , de 28 años, carga en sus brazos a su hijo Gabriel, de 1, y toma de su mano a su hija Osmariel, de 6. Ocho días duró su viaje desde que salió de su ciudad natal, Barquisimeto (Venezuela), hasta el punto de control fronterizo en Tumbes (Perú). Erika y su familia fueron víctimas de la estafa de "guías" en Colombia que prometen ayudar a los migrantes con el viaje y luego desaparecen con el dinero. Tras el timo, se unió a otras madres solteras que conoció en el camino y así logró llegar a Perú. "Cualquier cosa es mejor que ser madre en Venezuela" explica Quevedo y cuenta que al dar prematuramente a luz a su hijo Gabriel, no pudo llamar a una ambulancia ni costearse un viaje al hospital. En cambio, su madre fue su partera: "Si no fuera por mi madre, mi hijo no estaría aquí".

10.    María Valdez, de 31 años, vendió hace un año su casa para reunir el dinero que su esposo necesitaba en su viaje a Perú. Ahora, María viaja junto a sus hijos Yoimairy, de 9 años, y Darien, de 1, para reencontrarse con él, porque el dinero que enviaba a Venezuela no era suficiente para sostenerse. "Tan pronto estuve en Caracas, quise regresar a casa, el autobús me pedía dinero y no lo tenía, mi hija comenzó a llorar y dijo que no quería ir, que era horrible". María confiesa que el pensar en el bienestar de sus hijos le permitió mantenerse fuerte en la travesía.

11.    Juviamdy García, de 19 años, viaja junto a su hijo Luian, de 2, para reencontrarse con su esposo, quien ha vivido desde hace un año en Perú. Juviamdy, paramédica, cuenta con 20 dólares para intentar llegar a Lima, mientras su hijo con amibiasis ha tenido episodios de diarrea y sangre en las heces durante la travesía. "Llegamos a San Antonio (Venezuela) el lunes y (el guía) nos ayudó a cruzar (la frontera) utilizando los caminos. Cuando llegamos al otro lado, la policía colombiana nos detuvo y nos hizo regresar. Tuvimos que regresar al río, pero esa vez solo con los niños, porque nadie nos ayudó". Juviamdy estudiaba medicina, pero desertó al quedar embarazada y tras una experiencia traumática en la que durante un día de clases, entraron varios hombres con armas al aula para robar al grupo.

12.    Némesis Ramírez, de 22 años, contrató un guía para facilitar su viaje por Colombia junto a sus hijos Ailin, de 6, y Raimar, de 5 meses. Ahora lo lamenta. La dejaron en Cúcuta cuatro días y tuvo que dormir con sus hijos en el suelo. "Lloré y quise volver, pero mi hija me dijo que quería continuar, que quería seguir viajando para ver a su padre. Y si ella era fuerte, tenía que ser más fuerte que ella". Hace tres meses su esposo viajó a Perú y ahora buscan reencontrarse con él. "Acabamos de traer las cosas como si fuéramos el fin de semana a la playa. No pude traer una sola muñeca para mi hija", cuenta Némesis.

13.    Ailin Tua, de 43 años, espera un taxi junto a sus hijas Paola, de 18, y Sofía, de 13. En Venezuela, Ailin era costurera, dueña de su propio taller; pero la falta de clientes y el alto precio de la materia prima le obligó a cerrar. En 2017, su esposo abandonó el país y emigró a Perú, donde a los seis meses de su llegada consiguió finalmente un trabajo estable que le permitió enviar dinero a Venezuela. Mientras tanto, tuvo que dormir en la calle casi cuatro meses. El detonante para decidir salir del país fue una amenaza de secuestro: "Recibí una llamada y me dijeron: 'Quiero 350 dólares o iré a secuestrar a Paola y Sofía, iré a sus escuelas'". Ailin cogió un taxi, buscó a sus hijas en el colegio y empacó en dos bolsas negras lo que pudo encontrar para ir a casa de su hermana. Luego, emigró a Perú para intentar establecer un nuevo hogar, antes de regresar a Venezuela para recoger a sus hijas.

14.    Crisyesmil Rosales, de 23 años, viaja a Arequipa con cinco menores bajo su tutela: sus hijos Andres, de 6; Aranza, de 2; Sara, de 20 meses y sus hermanos Angeli, de 8; Abraham, de 6. Para ella, lo más difícil ha sido dormir con todos los niños en la calle. Tras la medida anunciada por el Gobierno peruano, la madre de Crisyesmil —quien ya reside en Perú— decidió enviarles dinero para emprender un viaje que ya les ha tomado ocho días. "Mi mamá estaba desesperada allí en Venezuela porque si puedes comer, no puedes vestirte, y si te vistes, no comes. Eso es algo difícil". Crisyesmil espera conseguir un buen trabajo para avanzar y dar así lo mejor a sus hijos y hermanos.

15.    Rosalba Barrios, de 51 años, viaja junto a su hija Joselin y sus nietras Horailyn y Rogerlin. "Emigrar no es fácil", explica Rosalba entre lágrimas y agrega: "Nunca quise irme. No es fácil decir adiós y dejar la vida que conoces". En menos de 18 meses, perdió a su hijo de 28 años en un robo a mano armada y a su madre, de 83 años, quien no pudo acceder a los medicamentos de su tratamiento por cáncer. Ahora Rosalba viaja a Perú para encontrarse con sus hijos en Lima.

16.    Elizabeth Rondón, de 28 años, emprendió un viaje desde Maracaibo (Venezuela) hacia Trujillo (Perú) con sus hijos Luis, de 5, Samantha, de 2 y Samuel, de cuatro meses. Desde marzo, Elizabeth había decidido dar clases a sus hijos en casa por las malas condiciones de las escuelas. "No tienen agua en los baños ni para beber". Además, cuenta que la decisión de emigrar la tomó por el desafío que supone ser madre en Venezuela actualmente: "Estás tan cansada de todo lo que haces durante el día. Cuidar a los niños, lavar su ropa, encontrar la comida y tener que lidiar con un corte de energía en la noche sabiendo que durará por lo menos 12 horas". El fallo eléctrico se prolongó desde marzo hasta junio en la ciudad de Maracaibo.


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