Ismael Pérez Vigil 13 de agosto de 2022
Es
el momento −siempre lo es− de tocar los temas álgidos de la política
venezolana. La semana pasada abordamos el voto en el exterior, sus dificultades
y posibilidades reales. Toca ahora reflexionar sobre el tema de las primarias,
a lo mejor es tentar demasiado a la suerte.
Aunque
no se sabe aún cómo, cuándo, ni otros detalles, la escogencia del candidato de
la oposición, para las elecciones presidenciales de 2024, se llevará a cabo
mediante elecciones primarias. Sin embargo, resultan bizarros −en su acepción
de “raro” y “extravagante” − algunos de los aspectos que rodean la discusión de
ese tema.
Las variantes.
Las
variables que están en juego son innumerables y discusión se decanta
emparejando términos y conceptos y haciendo las combinaciones, infinitas,
correspondientes. Solo por mencionar algunas, las primarias pudieran ser: con o
sin CNE; con una o con doble vuelta; con participación de todos o solo algunos
opositores; con votación de todos los inscritos en el registro electoral o
mediante algún “filtro opositor”; votarán los venezolanos en el exterior o no
votarán; participarán los inhabilitados políticos, partidos y candidatos −en
abierto desafío al régimen− o no lo harán; se dará cabida a los presos
políticos o se prescindirá de ellos; y por allí seguiría la lista, que como se
puede ver, en una respuesta pueden entrar varias o todas esas combinaciones,
juntas o por separado, lo que nos daría, aplicando la fórmula correspondiente,
varios cientos de posibles opciones y combinaciones. Discutir estas opciones,
para algunos es estratégico, pero para otros es simplemente una manera de
exacerbar diferencias y generar más rupturas y divisiones.
Discusiones
Bizantinas.
Restricciones
obvias de espacio me impiden tratar todas las opciones y sus combinaciones;
solo me referiré a dos aspectos de la muy amplia discusión y, para empezar,
resulta ineludible hablar de la más bizantina de esas discusiones −para mi
gusto, claro− que es esa de si las primarias de oposición se deben hacer con o
sin el CNE.
Digo
que una discusión bizantina, porque se hagan o no con el CNE, eso no va a
impedir que el régimen intente sabotear o influir en el proceso; bizantina,
porque hacerlas con el CNE supone ahorrarse una buena cantidad de dinero y
disponer de más centros y máquinas para agilizar el proceso, sabiendo como
sabemos los costos que implican estas dos cosas, para los escasos recursos de
que dispone −o no dispone− la oposición democrática; bizantina porque
seguramente algunos de los que participarán, se declararán “pobres” de
solemnidad y sin recursos para contribuir con su cuota del aporte −alegando por
supuesto “razones democráticas” de peso, “libertad de voto” y demás excusas,
para dejar de aportar lo que deben aportar− y así contribuirán a encarecer el
proceso para los que si aportarán o para que se quede con un gran déficit o
mono, que nadie sabe −seguramente, nadie− quien lo cubrirá; bizantina, porque
pase lo que pase, decídase lo que se decida, en cuanto a hacerlo o no con el
CNE, los “inefables radicales” y anti oposición democrática, de todas maneras
no participarán, aunque se haga sin el CNE; siempre encontrarán alguna excusa
para negarse y darle la patada a la mesa o a la lámpara, o a ambas.
Mi
fórmula.
Por lo
tanto, en mi opinión, lo sensatamente político es que la oposición democrática
trate no solo de maximizar la participación, poniendo más mesas, más máquinas y
más centros de votación, sino también bajar costos, para ahorrar recursos que
pueda dedicar a movilizar votantes, que de todas maneras sabemos que
difícilmente pasaremos del 15% los que iremos a votar. Histórica y
desgraciadamente ese es el porcentaje de participación en estos eventos y,
sinceramente hablando, no se percibe hoy en día un ánimo que pueda superar este
porcentaje.
Esto
implica, como es fácil darse cuenta, solicitar el apoyo del CNE para realizar
la elección, ahorrar recursos e incrementar puntos de votación. No solo eso,
siendo consecuentes y tratando de buscar el mayor consenso posible para el
candidato opositor, de no lograr el ganador en primera vuelta un porcentaje
significativo −digamos del 30% de los votos−, se debe ir a una segunda vuelta,
para que el candidato resultante goce de amplio consenso. En la misma lógica de
lograr la más alta participación, deben votar todos los que deseen hacerlo y
estén en el registro electoral, inhabilitados o no, incluidos los partidarios
del régimen, descartando esa monserga de que de esa forma los “chavistas”
decidirían quien es el candidato; creer eso no es más que una fantasía, los ya
escasos partidarios de régimen −menos del 18% de los votantes− que no se
movilizan para votar por los suyos, no lo van a hacer para escoger el candidato
de la oposición; y si lo hacen, mejor, aumentarán el caudal de participación y
votos. Naturalmente, creo que en el proceso deberán participar quienes están en
el exterior, para lo cual la oposición, sin contar en ese caso con el CNE ni
los consulados, debe procurar abrir la mayor cantidad de mesas y centros que
sea posible e implantar la posibilidad de votar electrónicamente.
Pre
candidatos a granel.
El
otro elemento que quiero considerar, que no debería ser raro, pero que
sorprende a muchos, es la cantidad de precandidatos a disputar esa única plaza.
Hasta la última “lista” de precandidatos que revise en persona, había 31
aspirantes; pero ya he escuchado cifras que pasan de 50. Digo que no es algo
raro y que además, en vez de lamentarse con discursos moralistas sobre la
“ambición política”, ¿Por qué no verlo como una señal del “vigor” de nuestra
oposición, que es capaz de generar tal cantidad de aspirantes, por más que
todos sepamos que una buena parte de ellos no tiene la más mínima calificación
para el oficio, mucho menos el carisma o la simpatía popular?; pero, democracia
es democracia y todos puede tener su aspiración y derecho; el pueblo que
siempre juega a ganador, se encargará de darles su dosis de “ubicación” y
bajarlos de esa nube.
Pero
entiendo que, a muchos sorprenda, de manera ingrata, esa hemorragia de
ambición, un tanto desmesurada, habida cuenta que el entusiasmo de la población
por participar, como ya dije, escasamente llegará al 15% de los mayores de 18
años, aquí y en el exterior. En cualquier caso, cuantos más aspirantes, más gente
habrá en la búsqueda de apoyo y mayor será la movilización que se logre, que es
de lo que se trata: Sacudir la apatía, indolencia y desánimo alrededor de la
vía electoral.
Conclusión.
Son
muchos más los temas en torno a las primarias, pero creo que con lo planteado
tenemos material para discutir y en todo caso, lo importante es definir cuanto
antes la fórmula completa, que permita la mayor participación posible y nos
permita dedicarnos cuanto antes, con un candidato en la calle, a plantearle al
país una opción creíble para salir de este inaguantable oprobio.
Ismael
Pérez Vigil
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