Elizabeth Gutiérrez 20 de febrero de 2023
Hace
21 años, un 11 de enero, el botánico Charles Brewer celebraba
el descubrimiento de una grieta en las Tierras Altas de Guayana, después de
haber recibido una invitación de su compañero de expediciones Ricardo Cisneros
para explorar lo que presumían era una cueva que habían visto en la base
del Aprada-tepui.
Brewer-Carías, el célebre naturista, conocido en Venezuela por haber descubierto las cavernas que atraviesan al tepuy Autana y las grandes simas de Sarisariñama, describió cómo se preparó para la excursión.
“Busqué algunas imágenes de radar lateral (SLAR) para emplearlas como mapa y así ubicar de manera aproximada el lugar de aquella ‘cueva’ que nadie había visitado antes y que gracias al empleo de un geoposicionador portátil, podríamos establecer las coordenadas del lugar para llegar allí cada vez que quisiéramos”.
“Me
emocionaba mucho la idea de realizar otro descubrimiento de nivel mundial,
fotografiar y publicar lo que encontrara allí; pero sabía muy bien que
antes de descubrir cualquier cosa, fuera ello una rana, una planta o una
caverna nueva para el mundo, había que cumplir con ciertos requerimientos”,
añadió.
En
1978, Brewer dirigió una expedición a esta misma meseta y había aterrizado en
la cumbre por primera vez, donde desveló muchas especies nuevas para el mundo.
Sin embargo, 24 años más tarde, un viaje liderado por él se acercó a una de las
grietas que se abrían en la base oeste del tepuy.
El
pasadizo secreto
La
grieta que Brewer y su equipo exploraban parecía bastante estrecha al
principio, pero a medida que el helicóptero se acercaba, se reveló un vacío de
250 metros de altura detrás de una cascada que daba la impresión de ser una
cueva secreta.
“Se
abrió ante nosotros a medida que el helicóptero progresaba hacia la oscuridad
que se percibía detrás de una cascada y que parecía impedir la entrada. El
piloto se dispuso a volar con mucha precaución por el agua que empañaba las
ventanas mientras atravesábamos parte de la cascada y cuando súbitamente cesó
el ruido del agua que estallaba debido al golpe del rotor, nuestra ansiedad se
transformó en asombro, ya que a pesar de la oscuridad, distinguimos la
magnitud del vacío”, contó.
El
venezolano relató que el piloto descendió para aterrizar con mucha cautela
debido a la penumbra y lo peligroso del terreno cubierto de grandes piedras
redondeadas, lisas y resbalosas. No obstante, un ligero movimiento puso en
riesgo su vida.
“Le sugerí al piloto que aterrizaría mejor si yo me bajaba a tierra antes de que tocara el suelo, para señalarle cuál sería el mejor lugar para acomodar el aparato, una maniobra que nos pareció fácil, no contaba con que el helicóptero suspendía gracias a la presión de una turbulencia de aire. Me di cuenta un poco tarde que flotaba en el aire y decidí alejarme para evitar un accidente y dirigir la maniobra desde lejos“.
La
exploración continuó, y mientras el naturalista y su compañero Cisneros
recorrían la zona, notaron la presencia de unas pequeñas ranitas que daban
saltos muy vigorosos para esconderse. Al estudiarlas más de cerca, se dieron
cuenta que eran una especie nueva para el mundo, que más tarde fue descrita por
los herpetólogos César Barrio-Amorós y Oswaldo Fuentes como Colostethus breweri
y Anomaloglossus breweri.
“Estas
ranitas estaban emparentadas con las ranas Dendrobates que son venenosas pero
lentas, y quizás representarían una especie nueva para el mundo ya que nadie
había colectado ni visitado antes aquel lugar tan remoto”.
La
historia del nombre que identifica este lugar lo hace más inusual y no es lo
que parece. A simple vista, desde su interior, la entrada simula una silueta
pero no tiene nada que ver con un significado o experiencia aterradora. El
pasadizo secreto detrás de la cascada fue bautizado como la “Cueva de El
Fantasma” gracias a la similitud con un antiguo y famoso héroe de los cómics. “De
inmediato, nos hizo recordar a la Cueva de El Fantasma, aquel refugio donde se
escondía el personaje justiciero creado por el caricaturista Lee Falk que se
tapaba la cara con un antifaz e iba montado en un caballo blanco para asistir
pronto donde la gente lo necesitara”, rememoró el también escritor
Charles.
La
hazaña memorable
Pero
ese día en el viaje de regreso, tras conocer la “Cueva de El Fantasma”,
el espeleólogo venezolano también encontró una rendija en la montaña que
despertó su curiosidad y lo llevó a emprender una de las exploraciones más
grandes y significativas de su carrera. Años después, el resultado de sus
estudios y mediciones fue identificar la gruta de cuarcita más grande del mundo
con su nombre: La Cueva Charles Brewer.
Brewer
contó que el descubrimiento de la cueva no fue algo planeado, sino que surgió
como una observación casual en uno de sus vuelos sobre el Macizo del
Chimantá. “Durante aquel sobrevuelo fue cuando vimos como una
quebrada entre miles, parecía surgir por un agujero en la base de una pared de
unos 100 m de altura y pensamos entonces que aquella sería una ‘rendija’
abierta por un río que habría formado un puente de roca, o que también podría
representar la entrada de alguna caverna”.
A pesar de que el piloto de aquel vuelo no le tomó en serio, Brewer no dejó de lado su curiosidad y logró tomar algunas fotografías oblicuas del paraje. De vuelta en Caracas, al ampliar las imágenes y observarlas con lentes estereoscópicos, pudo apreciar que se trataba de un sistema de cuevas de cuarcita de proporciones colosales.
“Dos
años más tarde y acompañado por 12 voluntarios que financiaron la primera
exploración, iniciamos los estudios y las mediciones de rigor, al encontrar que
el lugar no era un puente de roca, sino la entrada a un sistema de cavernas de
cuarcita que entonces los exploradores decidieron bautizar con mi nombre y que
resultaría la cueva de mayor dimensión en Venezuela y la cueva de cuarcita de
mayor dimensión en el mundo”.
Desde
entonces, la Cueva Charles Brewer ha sido objeto de numerosas expediciones y
estudios por parte de científicos y espeleólogos de todo el mundo, y se ha
convertido en una de las maravillas naturales más destacadas de nuestro país.
Los
emocionantes hallazgos no solo se registraron en una publicación herpetológica,
sino que también fueron mencionados en el libro “Entrañas del Mundo Perdido” de
Brewer y Audy, donde se identificó y se dio por descubierta aquella enorme
grieta, hoy llamada la “Cueva de El Fantasma”.
“Un
rincón mágico”
“La
Cueva del Fantasma“, es la descripción errónea que muchos le han dado al
enigmático lugar. Asimismo, tienden a confundirla con la caverna de cuarcita
más grande del mundo, “Cueva Charles Brewer“. Sin embargo, Karen Brewer
explicó que son dos parajes distintos que no tienen nada en común.
“Cuando
observaron por primera vez este lugar, entraron y había una cascada en la boca
de esta grieta. Tuvieron que pasar a través de la nube de gotitas de agua
suspendidas para poder ir más adentro de la grieta. Y entonces, eso les llamó
mucho la atención y parecía la guarida de ‘El Fantasma’, que era un personaje
de las caricaturas que salía los domingos. Creo que tenía un disfraz morado o
azul. Él tenía una guarida detrás de una cascada y esto les recordó eso y la
llamaron la Cueva de ‘El Fantasma’, que no es lo mismo que la ‘Cueva del
Fantasma’ que no existe o no la conozco“.
La
gigantesca formación rocosa Charles Brewer se encuentra en las profundidades
del Macizo de Chimantá, en una de las cumbres que se llama Churi-tepui. En
cambio, “la Cueva de El Fantasma”, está ubicada a muchos kilómetros de
distancia entre sí.
“Creo
que las confunden porque la foto de la Cueva de ‘El Fantasma’, que es la
grieta, que parece como una urna, una gota gigante, la luz que se ve y que hay
unos helicópteros pequeñitos en el fondo, fue una foto que impactó visualmente
y se viralizó. Como la había tomado mi papá más o menos en ese mismo tiempo, en
esos mismos años, se hizo el descubrimiento de la cueva Charles Brewer. Pienso
que la gente hizo un enlace entre las dos, pero en realidad no lo son”,
aclaró.
Karen,
amante de la naturaleza, fiel defensora de la biodiversidad y cómplice de las
exploraciones más fascinantes junto a su padre, contó que visitó la grieta y
precisamente, presenció el momento en que se capturó la icónica fotografía que
luego trascendió y popularizó el paraíso natural. “Recuerdo cómo las
gotitas de agua me daban en la cara, como un aerosol movido por la caída de ese
volumen enorme de agua. Había un ventarrón y todo estaba empapado, había que
tener cuidado al caminar sobre las rocas resbalosas. Un lugar precioso, un
rincón mágico“.
Nunca
antes existió alguna publicación o avistamiento de la cavidad, lo que ocurría
en sus entrañas, la transformación del entorno, la aparición de nuevas
especies, pero luego de la conquista de Charles Brewer se convirtió en un ícono
que abrió una brecha a las siguientes exploraciones. Ciertamente, existe mucho
más allá de lo que percibimos y los años arrojan algunos enigmas que aguardan
con cautela a la espera de ser descifrados por el hombre. De esta forma, se
encuentran distintos parajes turísticos de Venezuela que merecen ser
descubiertos, admirados y protegidos.
“Es lo
más bonito, pues es un lugar que debe ser explorado porque hay especies nuevas.
Somos de los que pensamos que, si no se conoce lo que tenemos, no lo podremos
cuidar o proteger. Encontramos una nueva especie de rana en unos
minutos que estuvimos ahí. Así permanecen muchas zonas del país, llenas de
riquezas que realmente son valiosas: Nuestra biodiversidad y ecosistemas únicos
que debemos conocer y proteger“, opinó Karen.
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