Asdrúbal Aguiar 04 de junio de 2024
El
poder electoral venezolano –servil a la dictadura y de suyo en pánico– luego de
recibir la noticia de que se le habrían suspendido las sanciones que pesaban
sobre algunos de sus miembros e impuestas por Europa, ahora arremete y declara
que no aceptará la misión de observación electoral de esta para el venidero 28
de julio.
Otra vez se carga el régimen de Nicolás Maduro a los Acuerdos de Barbados –que la dictadura nunca ha respetado, tanto que inhabilita a María Corina Machado– al igual que se burló el mismo Maduro de los Acuerdos de Mayo de 18 de febrero y 23 de mayo de 2003, construidos para revocarle el mandato a su causante, a Hugo Chávez Frías.
La
verdad histórica es que la oposición democrática –cuando era verdadera
oposición– derrotó electoralmente al chavismo, así no hubiese cobrado o
dilapidado la fuerza electoral que más tarde se le confiase. Capítulo aparte es
el de la derrota de Chávez y su reforma constitucional, logro de la generación
de 2007 y de la Fuerza Armada, comandada por Raúl Isaías Baduel, que muere en
las mazmorras.
Que a
la propia OEA, la más indicada por ser la más experta y con experiencia en la
región para la observación de elecciones, se le hubiesen cerrado las puertas
contándose con el ucase opositor en Barbados, apenas hace reiterar lo que no ha
dejado de ser la constante, a saber, la disposición a la burla de la voluntad
popular por parte del régimen desde cuando secuestró a Venezuela a partir de
1999.
¡Y es
que lo primero que cabe recordar es que el mito de las mayorías del chavismo es
sólo eso, un mito, una mentira, una FakeNews! Fue construido por Chávez Frías
desde su indiscutible victoria electoral en 1998. Se trató de un mito que no
desafía siquiera el congreso de la república electo ese mismo año y encabezado,
entre otros, por Henrique Capriles. Como tampoco le puso coto la añeja Corte
Suprema, hasta que advirtió que sería descabezada y lo denuncia su presidenta
ante el país y sus pares.
¿O se
olvida que, a pesar del huracán de Chávez, suerte de Júpiter tonante sacado de
su foso electoral por quienes luego serían sus primeras víctimas, el chavismo
(MVR, MAS, PPT) sólo obtiene 70 diputados y 17 senadores frente a los 167
diputados y 33 senadores del llamado polo democrático (AD, Copei, Proyecto
Venezuela, Convergencia) en esas elecciones de finales del siglo XX?
Aun
así, la presidencia del Congreso se le entregó sumisamente al presidente
entonces electo, hasta que este lo descabeza con la Constituyente, su primer
experimento de burla, de engaño al país, de subversión de la voluntad electoral
democrática.
¿O se
olvida que la Constituyente que parteara el pecado original que ha sido la
Constitución dictatorial hoy desmaterializada: la bicha, la bolivariana, fue
electa con los votos válidos de un magro 40,70% del padrón electoral? El voto
chavista, que alcanza 65% de ese 40%, al término se asigna a sí 121 escaños
dejándole al polo democrático sólo 4 constituyentes. Fue su primera tropelía
electoral.
Pues
bien, la cuestión es que la burla siempre tiene límites o estos les llegan con
el paso del tiempo y final del jolgorio. Dicen bien los entendidos en
cuestiones de filosofía y los que saben pensar, que el parámetro de todo está
en el concepto o en la regla, con la que no pocos –como el madurismo de
actualidad– creen poder jugar y eludir, como si se pudiese eludir lo
ineludible. Sin voluntad popular detrás, así se simulen los votos, ni hay
nación, ni hay república, menos se da la experiencia de la democracia. Y, tal
como nos ocurriese a los venezolanos desde hace 25 años, son las golondrinas
que llegan desde afuera y siempre prestas a succionar de nuestro suelo sus
riquezas, dicen y repiten ad nauseam que el chavismo es una
arrolladora mayoría electoral.
Es
verdad que la renovación y la resiliencia muchas veces exige que se desafíen
parámetros y hasta se juegue con ellos con el cinismo de la burla alegre y
despreocupada, para provocar, a la manera de Sócrates, correcciones y
superaciones tras un ejercicio de verdadera sabiduría. Quien esto escribe –he
de confesarlo– de tanto en tanto se pregunta sobre ¿cómo adecuar el principio
democrático de la separación de poderes, que es tiempo institucional para las
decisiones y garantía del derecho de quienes carecen de poder –ante una
emergente revolución digital que provoca cambios en las realidades a cada
segundo, de forma instantánea? Y allí vale, entonces, como lo dice Manfred
Kerkhoff, burlar positivamente el cerco de la tradición al objeto de provocar
un nuevo horizonte, lo que estaría por venir.
Pero
la democracia, que es experiencia humana y de libertad, que implica autonomía
para conocer, para saber, para decidir libremente, más allá del ejercicio de
burla que uno haga de sus formas para intentar mejorarlas, por sí sola le pone
límites tanto a la crítica seria como a la burla frívola y chata como
traicionera.
No se
puede realizar el teatro de la democracia –diálogo entre actos y públicos–
vaciándola de su contenido sustantivo, que es la libertad y son todos los
derechos para todas las personas. Y es que la propia libertad es el horizonte,
y como lo indica la misma raíz griega del horizonte (horizo) este
significa “yo delimito”, y esto es lo que la voluntad popular encarnada en
María Corina Machado le dice al chavismo y al régimen: Es hasta el final, hasta
que la voluntad popular sea respetada. Y ese es el límite infranqueable,
incluso para la torpe imaginación de los alabarderos de la dictadura y su
cohorte de alacranes.
Asdrúbal
Aguiar
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