Walter Molina Galdi 08 de octubre de 2024
El
boletín del CNE tiene inconsistencias demostradas por académicos de diferentes
universidades, quienes además, verificaron las actas publicadas por la
oposición.
Los
maestros del crimen perfecto nos han enseñado que, para evadir la justicia, se
requiere una planificación meticulosa y una ejecución impecable, diseñada con
un único objetivo: borrar todo rastro que pueda incriminar al
perpetrador. En contraste, el anuncio de Nicolás Maduro como
ganador de las elecciones presidenciales está lejos de cumplir con estos
estándares. La evidencia apunta a un fraude evidente: resultados
matemáticamente imposibles, la negativa a publicar datos desglosados por
centros de votación, la omisión de auditorías esenciales estipuladas en la
normativa electoral y un supuesto hackeo sin rastro alguno.
Pero lo más revelador fueron las pruebas que no previeron: las actas
recopiladas por los testigos opositores, que demostraron claramente la victoria
del opositor Edmundo González Urrutia.
Esta es la historia.
La
jornada electoral había transcurrido en paz ese domingo 28 de julio, con
algunos retrasos que se superaron durante la tarde y muy pocos
-excepcionalmente pocos- episodios de violencia. Largas filas se extendieron en
las afueras de los centros de votación y el ánimo general era optimista. Hasta
que comenzó a caer la tarde. A medida que se acercó la hora del cierre de
votación comenzaron a rodar los rumores: los testigos electorales eran
amedrentados. El personal del Consejo Nacional Electoral (CNE) se negaba a
cerrar los centros sin votantes, no permitirían imprimir copias de las actas,
querían impedir la verificación pública ciudadana. Comenzaron los
enfrentamientos, y en las redes sociales se difundieron videos de las luchas en
los centros. Multitudes enteras gritando para pedir el conteo de votos, grupos
armados amedrentando a periodistas y testigos electorales, militares
resguardando los centros, pero sin intervenir para evitar los conflictos.
La
gente se impuso en los centros y empezaron a circular los videos de testigos
electorales leyendo los resultados de sus mesas. González Urrutia ganador, se
escuchó en muchos de ellos. No era sorpresa: la alta participación fue notoria
en las filas de los centros. María Corina Machado, líder opositora, había
confirmado esta percepción con algunos datos. Después de votar en Caracas,
declaró a la prensa que su comando -que llevaba varios exit polls y quick
counts como estrategia de defensa del voto- estimaba un 42.1% de
participación hasta la 1 de la tarde: más de 9.3 millones de votos en todo el
país.
La
legislación venezolana impide revelar resultados antes del boletín del CNE,
pero las declaraciones de Machado asomaban una evidente victoria del abanderado
opositor. Coincidía la encuestadora internacional Edison Research, cuyo exit
poll publicado desde Estados Unidos estimaba una victoria de González
Urrutia con 65% sobre un 31% de votos para Nicolás Maduro. Desde muy temprano
todo apuntaba a un resultado claro y bastante holgado.
En la
sede del CNE, la ansiedad aumentaba. Sin motivo aparente, la presentación del
primer boletín se retrasaba. Los rectores, que usualmente anuncian el cierre de
mesas de votación a las 6 de la tarde, desaparecieron de la vista de la prensa.
La dirigente Delsa Solórzano, testigo opositora ante el CNE, intentó
entrar al proceso de totalización y las autoridades electorales lo impidieron.
Aunque insistió, no logró cumplir el rol para el cual estaba acreditada. Más
tarde, desde el comando opositor al otro lado de Caracas, Solórzano denunció
irregularidades en los centros: el personal del CNE y Plan República impedían
el acceso de los testigos opositores a las actas. Poco después, el
dirigente Omar Barboza afirmó que los testigos opositores habían recabado
30% de las actas que demuestran los resultados de las mesas y pedía que le
permitieran a los testigos terminar de recolectarlas. Se hizo evidente que la
victoria opositora, que parecía segura, estaba en peligro.
Y el
temor se confirmó con la llegada de la directiva del CNE ante la sala de
prensa, cinco horas después de cierre de los centros de votación, a golpe de
medianoche. Solo aparecieron cuatro de los cinco rectores principales,
dirigidos por el presidente del Poder Electoral, el chavista Elvis Amoroso,
el mismo funcionario que firmó la inhabilitación de María Corina Machado en
2023, cuando era contralor.
Amoroso
leyó frente a los medios de comunicación el primer boletín de resultados de la
elección presidencial con 80% de las mesas escrutadas, 59% de participación y
una «tendencia irreversible»: Nicolás Maduro reelecto con 5.15
millones de votos, por encima de 4.45 millones obtenidos por González Urrutia.
La tendencia conocida y reportada durante el día era totalmente contraria.
Varios
detalles del anuncio levantaron sospechas. La primera fue que el CNE no anunció
el cierre de mesas de votación, a diferencia de otros procesos electorales
previos; y también fue llamativo el retraso para anunciar los resultados, cinco
horas después del cierre de las mesas, que la autoridad electoral justificó
denunciando un supuesto hackeo al sistema de transmisión de
resultados, que habría pospuesto la totalización y la posibilidad de emitir los
resultados. El hackeo, afirmó, fue un sabotaje dirigido al
Poder Electoral con la intención de sabotear el proceso desde Macedonia del
Norte, país que rechazó conocer denuncia alguna sobre este supuesto ataque.
Pero
había otros problemas con el boletín. Para empezar, los resultados presentados
no reflejaban la tendencia que se reportaba desde la tarde. Además, la cuenta
del boletín no cuadraba: la diferencia de apenas 700 mil votos entre los
principales candidatos no era suficiente para determinar una tendencia
irreversible y los porcentajes anunciados en el boletín -51.2% de votos para
Maduro, 44.2% para González Urrutia y 4.6% entre el resto de candidatos- eran
una imposibilidad matemática. Un detalle no menor: en la mesa de la directiva
electoral faltaba el rector Juan Carlos Delpino, ficha de la
oposición, del partido Acción Democrática.
En el
palacio presidencial de Miraflores se instaló una tarima para la celebración,
donde un grupo de chavistas celebraron -no sin expresiones de sorpresa- tras
escuchar los resultados.
Un día
después del anuncio del CNE, la vocería la tomaron directamente Machado y
González Urrutia. La oposición ya alcanzaba 73.2% de las actas electorales,
tenían las pruebas de los resultados de una amplia mayoría de los centros de
votación. Los resultados no se correspondían con lo anunciado por el CNE.
«El
presidente electo es Edmundo González Urrutia, porque con las actas que nos
faltan, aunque el CNE les pusiera el 100% de los votos a Maduro, no alcanza»
declaró Machado en una rueda de prensa.
Mientras
el país hizo erupción en una serie de protestas que se propagaron rápidamente
en todos los estados, que llevaron a la generalizada destrucción de estatuas
del fallecido Hugo Chávez y fueron reprimidas brutalmente, las autoridades del
CNE, nuevamente sin el rector Delpino, se apresuraron a proclamar oficialmente
a Maduro como el presidente reelecto aunque no había resultados definitivos.
Las
actas recabadas por el comando opositor siguieron aumentando en los siguientes
días, hasta alcanzar el 83.5% de los centros. La primera semana tras la
elección terminó con varias protestas opositoras, una severa represión, más de
mil detenidos políticos y 24 muertes en las calles. Pero también terminó con un
sitio web de acceso libre donde se podían revisar todas las actas electorales
recabadas por la oposición, escaneadas y con los códigos de verificación de su
autenticidad. Nunca antes la oposición había podido probar con tanta fuerza su
resultado, nunca el Poder Electoral ha alcanzado el nivel de transparencia
demostrado por el comando opositor.
Nunca
antes se había podido demostrar un fraude. Y esto, además de la recopilación
crucial de las actas electorales, se logró gracias a simples matemáticas.
La
improbabilidad del resultado anunciado
El New
York Times reportó
tras la elección -citando fuentes internas- que el chavismo no
esperaba una derrota, o al menos no una diferencia tan pequeña que se hiciera
imposible de superar con el ventajismo electoral habitual en Venezuela. Esta
hipótesis podría explicar la superficialidad de los resultados en el primer
boletín anunciado por el CNE.
Candidato |
Cantidad
de votos |
Porcentaje |
Nicolás
Maduro Moros |
5.150.092 |
51.2 |
Edmundo
González Urrutia |
4.445.978 |
44.2 |
Otros |
462.704 |
4.6 |
Votos
totales |
10.058.774 |
100 |
Boletín oficial del CNE
La
cantidad de votos asignados en ese boletín a Maduro, a González Urrutia y a la
opción ‘otros’, coincide con los porcentajes anunciados: 51.2%, 44.2% y 4.6%,
respectivamente.
La
correspondencia de las proporciones es exacta, advirtieron
análisis iniciales publicados en la red social X. Esta precisión en uno de
los porcentajes no es imposible, pero es bastante difícil de lograr que
coincida en los tres porcentajes fue bastante llamativo pues, entre otras
cosas, el cálculo no deja espacio para votos nulos. Las estimaciones amateurs
en X señalaban que la probabilidad de esta coincidencia en las cifras era de 1
por cada 10.000 casos. Es decir, muy poco creíble que sucediera. La hipótesis
más lógica y probable es que el cálculo haya sido el contrario: en lugar de
contar votos y a partir de ellos calcular los porcentajes, el CNE partió de los
porcentajes que querían asignar a cada candidato y con una simple regla de tres
calcularon los votos que correspondían a cada proporción según el total.
El segundo boletín anunciado por el CNE
el 2 de agosto profundizó esta
hipótesis. Esta vez, con el 96.87% de las actas transmitidas, sí se
incluyeron votos nulos y al menos dos decimales. Pero a partir del tercero
nuevamente se veían números redondos. Además, se sumó una nueva coincidencia
extraña: el porcentaje de actas transmitidas era exactamente igual al
porcentaje de electores -de todo el registro electoral- que estaban
contabilizados en esas actas transmitidas. Cada acta representa una mesa de
votación, que a su vez pertenece a un centro electoral. Hay mesas de votación
con más o menos electores inscritos, hay centros con más o menos mesas de
votación, la cantidad de electores varía entre cada uno. Es decir, una vez más,
es muy poco probable que el porcentaje de actas refleje exactamente el mismo
porcentaje de votos contabilizados.
Las
actas electorales, los elementos probatorios
Pronto,
los resultados improbables del CNE y las actas publicadas por la oposición se
convirtieron en interés para el mundo académico. Comenzaron a publicarse análisis
más profundos y completos, con metodologías académicas, que añadieron nuevos
elementos para dudar sobre el resultado anunciado por el CNE.
Las
actas son los comprobantes que se imprimen de la máquina de votación durante el
escrutinio, el proceso del sistema automatizado en cual se cuentan los votos de
cada candidato y se emiten los resultados de la mesa de votación. Este proceso
se inicia cuando las mesas de votación cierran y ya no reciben nuevos
electores. El primer paso es la impresión del acta principal. Una vez impresa
el acta, se inicia el proceso de transmisión automatizado de los resultados de
cada máquina a los dos centros nacionales de totalización, ubicados en Caracas.
La impresión del acta precede la transmisión. Una vez que los resultados son
transmitidos, se procede a imprimir copias del acta para el presidente de la
mesa y los testigos acreditados por los partidos políticos.
El comando opositor reunió, escaneó y
digitalizó 25.073 de las 30.026 actas electorales, el 83,5% de las mesas de
votación. Con base en estos resultados, la participación fue 60,08% con una
amplia ventaja a favor de González Urrutia:
Cada
acta tiene distintos elementos de seguridad: códigos alfanuméricos, una firma
digital, un código QR que incluye la información de cada acta y permiten
verificar la información de los documentos. Es lo que el CNE ha llamado
«redundancia de sistemas de seguridad», pues cada fase del proceso electoral
tiene distintos elementos que se comprueban entre sí. Los testigos y sus firmas
en cada acta, los códigos de cada acta, el QR que permite acceder digitalmente
a la información, la verificación ciudadana que permite a los votantes ingresar
y ver el conteo manual de una muestra de mesas. En este caso, además, muchos
testigos tomaron la iniciativa de grabar en video el escrutinio público y
divulgarlo en redes sociales. Así, con buscar videos de ese día es fácil
verificar los resultados de las actas de cada centro publicadas y escaneadas en
el sitio web opositor.
Candidato |
Cantidad
de votos |
Porcentaje |
Edmundo
González |
7.303.480 |
67 |
Nicolás
Maduro |
3.316.142 |
30 |
Otros |
267.640 |
2 |
Total
de votos |
10.888.475 |
Boletín oficial CNE
Dorothy
Kronick, profesora de la Universidad de Berkeley, analizó los mecanismos de
verificación del voto electrónico, incluyendo los comprobantes de votación
individuales, las constancias del proceso de verificación ciudadana y las actas
de escrutinio. Evaluando el rol de estos mecanismos en elecciones anteriores,
el funcionamiento del sistema electoral y los datos de las actas publicadas por
la oposición, Kronick concluyó
que estos documentos son legítimos y prueban la victoria de González
Urrutia.
Por su
parte, un
modelo de análisis de fraudes del profesor Walter Mebane Jr., de la
Universidad de Michigan, concluyó que solo 2 de las 24.532 mesas sobre las
cuales se tienen actas de votación públicas muestran algún indicio de fraude.
El análisis concluye descartando la posibilidad de un fraude opositor y, de
hecho, afirma que elecciones anteriores venezolanas presentan más indicios de
fraudes que la presidencial.
José
Morales-Arilla, profesor venezolano en la Escuela de Gobierno del Tecnológico
de Monterrey, publicó un análisis basado en las horas de impresión de 24.102 de
las actas publicadas por la oposición: el análisis demostró que éstas se habían
impreso antes de las 7:30pm del día electoral. Como la impresión de las actas
de los testigos ocurre después de la transmisión de los resultados, para esa
hora -alrededor del horario en que se produjo el supuesto hackeo–
ya se había transmitido el 61% de las actas. Los resultados hasta entonces
indicaban que González Urrutia tenía 68.1% de los votos y Maduro el 29.6%. Para
poder ganar la elección, Maduro debía obtener al menos el 79.3% de los votos en
todas las mesas que aún no habían transmitido resultados, explica el
análisis. «De acuerdo a nuestro modelo y a la data que se había impreso
cada 15 minutos desde las 6pm, estimamos que voltear la elección era
esencialmente imposible desde las 6:45 pm. Es decir, los resultados de la
elección eran «irreversibles» desde muy temprano», dijo Morales-Arilla.
Una
iniciativa espontánea e independiente, liderada por Giuseppe Gangi, descargó
todas las actas publicadas por la oposición, las organizó, analizó los
resultados y confirmó los datos publicados por el comando opositor. Como
verificación extra, recopilaron los videos publicados en redes sociales de las
lecturas de las actas en los centros de votación. Verificaron y vincularon cada video
encontrado con el acta correspondiente a la misma mesa de votación y
demostraron que los resultados se corresponden. Hasta ahora han compartido más
de 350 videos, pero siguen aceptando contribuciones públicas. El sitio web se
llamó Macedoniadelnorte.com, en
un guiño irónico a la denuncia del hackeo del CNE.
Además,
cuatro medios internacionales hicieron análisis independientes de las actas
publicadas por la oposición. La agencia estadounidense The
Associated Press analizó casi 24 mil imágenes de las actas, 10.26
millones de votos. Aunque no pudo verificar de forma independiente el origen de
cada acta, la agencia concluyó que los resultados demuestran una victoria de
González Urrutia y exponen «serias dudas» sobre los resultados electorales
venezolanos. The
New York Times recibió las estimaciones de expertos electorales que
atribuyeron la victoria a González Urrutia e hizo su propio análisis. Afirmaron
que «el Times pudo replicar ampliamente las estimaciones de los investigadores
sobre los resultados con una diferencia de dos puntos porcentuales». El
análisis de The
Washington Post llegó a la misma conclusión: «El candidato de la
oposición en Venezuela probablemente recibió más del doble de votos que el
presidente Nicolás Maduro». El
País de España, por su parte, destacó la opacidad del Poder Electoral: «los
datos aportados por los opositores son más profundos y más verificables».
Un hackeo inviable
La
denuncia del hackeo que hizo el CNE, y que posteriormente
repetirían los distintos voceros del gobierno, no se corresponde con el
funcionamiento del sistema electoral y sus diversos mecanismos de protección.
Es inviable, afirman expertos.
También
lo afirmó el propio CNE doce días antes de la elección, cuando el responsable
técnico y de seguridad de la institución, Carlos Hernández, declaró que la red de
telecomunicaciones estatal de CANTV utilizada para la transmisión estaría
«totalmente aislada para evitar acceso externo a los servidores». En la
declaración afirmó que era «lejanamente probable» el acceso al sistema de un
agente externo. En caso de alguna irregularidad, afirmó, se levantaría una
alarma.
De
hecho, el propio sitio web del CNE -al que no se tiene acceso desde el 29 de
julio- señalaba en su sección sobre tecnología electoral que el sistema usa
«redes privadas, sin acceso externo» y recalcaba que «se imprime el Acta de
Escrutinio antes de transmitir» como mecanismo de seguridad y auditoría.
Desde
la elección, las autoridades no han mostrado ninguna prueba del ataque
cibernético, tampoco del supuesto fraude cometido por la oposición, cuyo
liderazgo ha sido acusado de forjar las actas y usurpar las funciones del CNE
al anunciar resultados paralelos y distintos a los del ente electoral.
Las
auditorías eliminadas
El CNE
suspendió tres auditorías previstas en el calendario electoral después de la
elección. La auditoría de Telecomunicaciones estaba prevista para el 29 de
julio, un día después de la elección, y permitía verificar las líneas de
transmisión de los resultados. Era un proceso crucial para detectar e
identificar algún ataque a la transmisión y encontrar pruebas para demostrar la
denuncia de sabotaje del CNE.
El 2
de agosto, cinco días después de la elección, estaba prevista la auditoría de
Verificación Ciudadana, en la cual se revisan los resultados del 1% de las
mesas de votación: se examinan sus actas, el número de electores de cada una,
se compara la cantidad de comprobantes de voto con votantes totales de cada
mesa y se comprueba la transmisión de estos resultados.
La
auditoría de Datos Electorales debió hacerse entre el 5 y el 8 de agosto, una
semana después de la elección. En esta auditoría se verifican las huellas
dactilares registradas por la máquina captahuellas, que se usa durante la
elección para comprobar la identidad de cada elector y activar la máquina de
votación.
No hay
explicaciones para la suspensión de estos hitos electorales. En una entrevista
con CNN,
el periodista Eugenio Martínez, del portal Votoscopio, explicó que estas
auditorías tienen períodos específicos para garantizar la integridad de los
datos de la elección. Si se hicieran fuera de este período, el CNE tendría que
hacer una auditoría forense: «certificar que las bases de datos y el material
electoral que presenta el CNE se corresponde con el generado el 28 de julio y
no es un material electoral que se generó con posterioridad», declaró a CNN.
El
peritaje bajo sospecha
Estas
acusaciones -y el resultado anunciado por el CNE- fueron «convalidados» por una
sentencia de la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), tras un
supuesto peritaje realizado a petición de un recurso contencioso introducido
por Maduro.
El
proceso, que se hizo de forma privada y sin publicación de actas, respaldó a
Maduro como presidente reelecto. No fue sorpresa: por años se ha documentado la
parcialidad del Poder Judicial a favor del gobierno chavista, tras un
desmantelamiento general de su institucionalidad. La Misión de Determinación de
los Hechos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, que investiga violaciones
de derechos humanos desde 2014 en el país, advirtió que el TSJ «no tiene
independencia ni imparcialidad», tampoco el CNE. «El gobierno ejercitó
influencia indebida en las decisiones del TSJ, incluyendo a través de mensajes
directos a jueces y comunicados públicos», afirmó la jefa de la misión, Martha
Valiñas.
La
Academia Nacional de Ciencias Políticas denunció varias irregularidades en el
procedimiento del peritaje del TSJ, incluyendo su falta de transparencia, el
hecho de que la Sala Electoral no tiene competencia para certificar resultados
electorales. Hacerlo, afirmó la academia en un comunicado,
implica que la Sala «ha incurrido en usurpación de funciones», también una
violación de la autonomía del Poder Electoral, y tendría como consecuencia «la
nulidad de la sentencia».
Las
sospechas sobre el proceso fueron confirmadas por el
medio de investigación Armando.info, que reveló en un reportaje cómo el
supuesto peritaje fue en realidad un «simulacro de revisión pericial», que
llevó a la ya previsible ratificación de Maduro como presidente reelecto. Las
tomas del proceso de revisión que transmitió VTV fueron, en realidad, una
puesta en escena. Entre otras revelaciones, la investigación expuso que el
peritaje no tuvo protocolos y que los encargados de hacer la supuesta auditoría
no eran especialistas independientes sino funcionarios del CNE disfrazados para
ocultar su verdadera identidad; los únicos dos especialistas externos, tienen
vínculos previos con el chavismo. De hecho, uno de ellos fue candidato
parlamentario por el Partido Socialista Unido de Venezuela en 2010.
Las
contradicciones
Lograr
el crimen perfecto también requiere un factor importante: que todos los
cómplices mantengan la misma versión de los hechos. Cuando uno de los
participantes cambia la seña, toda su narrativa pierde credibilidad. Y esto es
lo que ha pasado una y otra vez desde la noche de la elección.
De
hecho, las contradicciones iniciaron con el mismo anuncio de los resultados.
Cuando anunció el primer boletín y la denuncia del supuesto hackeo al
sistema de transmisión, Amoroso dijo que «en las próximas horas» se publicarían
los resultados electorales en el sitio web del CNE y se entregarían los
resultados en un CD a todos los partidos políticos. Si el CNE pudo dar los
resultados con el 80% de las actas escrutadas, ¿quiere decir que el hackeo había
sido superado? ¿Cómo podían tener acceso a los resultados si el hackeo seguía
e desarrollo? Y si así fue, ¿en qué afectaba el hackeo si
podían ver los resultados pese al supuesto sabotaje?
Durante
la noche de la jornada electoral, después de las 8 de la noche, el ministro de
Defensa, Vladimir Padrino
López, declaró que la jornada electoral había transcurrido en paz, con solo
«incidencias menores y minúsculas». Su declaración ocurrió dos horas después
del cierre de mesas de votación, cuando ya debía estar la transmisión en
desarrollo y, por lo tanto, el supuesto hackeo. ¿Cómo el ministro
declaró «incidencias menores» si el sistema estaba bajo ataque?
El 31
de julio, dos días después de la elección, Nicolás Maduro
declaró ante el TSJ que el PSUV tenía en sus manos el 100% de las
actas electorales y estaban «listos para presentarlas». Como la oposición, el
PSUV tenía testigos en las mesas de votación y ellos también recibieron sus
copias de actas. El CNE no había presentado aún los resultados totales de la
elección y, de hecho, pasarían
dos días más antes de que Amoroso presentara el segundo boletín con
96% de las actas escrutadas… ¿Por qué ni el PSUV ni el CNE hicieron públicas
las actas de votación para probar sus resultados?
Recurrir
al TSJ planteaba otro problema, incluso conceptual. Si la elección ocurrió en
calma, el CNE pudo resolver el supuesto hackeo y los
resultados anunciados eran reales, ¿por qué era necesaria una legitimación del
TSJ? El solo hecho de acudir al Poder Judicial era una especie de
reconocimiento de que el Poder Electoral —que se supone autónomo— no cumplió
sus funciones.
Durante
el proceso de supuesta investigación del TSJ, la Sala Electoral citó a los diez
candidatos presidenciales. No compareció el opositor González Urrutia. En la
primera citación, cuando apenas se iniciaba el proceso de averiguación, el
tribunal declaró que los resultados del CNE eran irreversibles. ¿Qué se
investigaría entonces, si la decisión ya estaba tomada? ¿Por qué no exigir al
CNE hacer sus propias auditorías para investigar el sistema?
El
propio «peritaje» del TSJ mostró supuestamente el material electoral de la
elección, cajas llenas de actas y comprobantes de votación para la revisión de
los supuestos peritos. Si el CNE tenía todo el material electoral a su
disposición, ¿por qué no publicó los resultados por mesas de votación?
Una
semana después, cuando se suponía ya el TSJ estaba investigando el caso, la
vicepresidenta Delcy Rodríguez afirmó ante el cuerpo diplomático del país que
el CNE no había publicado resultados «por el ataque
cibernético masivo». El mismo día de la declaración de la
vicepresidenta, Diosdado
Cabello afirmó en su programa televisivo que todos los testigos del
PSUV entregaron sus actas electorales y estaban en manos de la dirigencia del
partido. Si el CNE había podido anunciar dos boletines electorales, ¿qué tenía
que ver el hackeo con la falta de publicación de los
resultados que ya existían? ¿Por qué Maduro afirmó una semana antes que ya
tenían todas las actas? ¿Cómo podía el PSUV y el comando opositor tener sus
actas —incluso si afirmaban que eran distintas— y el CNE no era capaz de
publicar resultados?
Y un
día después, el propio Cabello declaró en la Asamblea Nacional que en Venezuela
nunca se han publicado las actas electorales, sino los resultados. Tampoco
explicó por que no había resultados y olvidó un detalle importante: en el año
2013, el propio PSUV publicó un sitio web con todas las actas electorales para
probar la victoria de Maduro en las presidenciales, en las cuales enfrentó como
candidato al exgobernador Henrique Capriles Radonski. Es decir, el PSUV hizo lo
mismo —aunque con menos sofisticación— que el comando de González Urrutia. Sin
embargo, el 19 de agosto el Ministerio
Público anunció una investigación contra los líderes opositores por
publicar las actas electorales, el argumento es que son falsas, aunque todos
los elementos de seguridad permiten verificar públicamente su veracidad.
Las
contradicciones se extendieron a las reacciones ante los acompañantes
electorales. Una semana antes de las elecciones Padrino
López se reunió con los representantes del Centro Carter y destacó «la
seriedad que representa» en materia electoral. Tras la elección, los voceros
oficiales han atacado a la organización, incluyendo Maduro; también pusieron en
duda la legitimidad y validez del Panel de Expertos electorales de la ONU,
cuando ambas organizaciones fueron las únicas con cierta credibilidad e
independencia invitadas a participar en la elección venezolana. Esa
autorización solo la podía otorgar el chavismo: sus propios acompañantes invitados
fueron los que denunciaron las irregularidades del proceso.
El
ventajismo desde el punto de partida
Pero
todas estas irregularidades iniciaron, de hecho, mucho tiempo atrás. El uso de
recursos públicos para campaña electoral, la ausencia de voceros opositores en
medios estatales, la censura a medios privados para evitar difusión a líderes
de la oposición son prácticas ya muy ejercidas en eventos electorales
anteriores.
Este
ventajismo se profundizó con medidas más severas, como la judicialización de
partidos opositores -cuyas tarjetas electorales fueron arrebatadas a sus
dirigencias tradicionales-, la persecución del equipo cercano de María Corina
Machado y la inhabilitación de diversos dirigentes políticos, incluyendo a la
propia líder opositora.Todas estas medidas violaron los Acuerdos de Barbados,
firmados por gobierno y oposición, con los cuales se esperaba sentar las bases
de una elección con garantías democráticas.
Otras
medidas del CNE afectaron el desarrollo democrático del proceso. No solo se impidió
la postulación de Machado, electa candidata en las primarias opositoras
realizadas en octubre de 2023, tampoco se permitió inscribir a la filósofa
Corina Yoris, designada por Machado como su representante en la elección. Las
trabas del sistema, sin más justificación que fallas técnicas, llevaron a la
postulación del gobernador Manuel Rosales y de Edmundo González Urrutia,
directivo de la coalición opositora Plataforma Unitaria Democrática (PUD), y
quien fundiría como «tapa» o representante temporal para mantener el espacio en
el tarjetón de votación mientras los partidos opositores definían un candidato
definitivo.
Cuando
terminaba el período de postulaciones electorales, finalmente se decidió la
candidatura de González Urrutia como definitiva y Rosales declinó en su favor.
Así, el candidato opositor fue, hasta cierto punto, elegido o autorizado por
las autoridades electorales.
El CNE
también obstaculizó el proceso con otras medidas, como la falta de campañas
institucionales para promover el voto y las trabas para la inscripción y
actualización de votantes en el Registro Electoral. La jornada de registro de
nuevos votantes en 2024 es la más limitada de la última década, con apenas 315
puntos de inscripción en todo el país, en comparación con los 1300 puntos
instalados para las presidenciales de 2012 y mil para las elecciones de
autoridades regionales en 2021. Además, solo hubo 30 días de registro, mientras
que en 2012 hubo 88 días y 155 para las legislativas de 2015. La anterior
elección presidencial en 2018, tuvo 531 puntos de inscripción de votantes en
apenas 10 días de jornada.
Esta
situación fue aún más limitada para los votantes en el extranjero. Venezuela
tiene alrededor de 7.77 millones de emigrantes, según el Alto Comisionado de
Naciones Unidas para los Refugiados, de los cuales se estima que hay alrededor
de 4 millones de personas mayores de edad que pueden votar. Pero el registro
electoral en el extranjero incluye apenas a 69.211 venezolanos. Sin embargo,
requisitos complejos -como la residencia legal permanente- y el cierre de sedes
diplomáticas venezolanas en países como Estados Unidos y Canadá, así como
retrasos inexplicables de más de diez días en la apertura del Registro
Electoral en países como Argentina, España y Chile, limitaron la posibilidad de
voto de los venezolanos en el extranjero.
Todavía
no hay resultados
Más de
un mes después de la elección presidencial, el CNE no ha mostrado los
resultados definitivos y completos de la elección, desagregados por mesa de
votación. Con este retraso, se ha incumplido la normativa electoral, que
estipula la publicación de resultados a los actores políticos en las primeras
48 horas tras la elección y la publicación completa de resultados en la Gaceta
Electoral hasta 30 días después de la elección. También ha violado la sentencia
de la Sala Electoral que convalidó los resultados, pues en ella se exhortó al
CNE a cumplir con la publicación en la Gaceta Electoral.
A las
denuncias opositoras, las excusas de las autoridades, el hackeo no
comprobado y las actas electorales publicadas se sumó un nuevo argumento en
contra de los resultados oficiales anunciados por el CNE: las denuncias de los
acompañantes internacionales invitados por el Poder Electoral, el Centro Carter
y el Panel de Expertos electorales de la ONU.
La
representación del Centro Carter salió del país tras la contienda y en un
comunicado enumeró todas las irregularidades del proceso, para concluir que la
elección «no puede ser considerada como democrática» y que «ha infringido
numerosos preceptos de la propia legislación nacional». El Panel de Expertos de
la ONU dijo en su informe preliminar que la gestión de resultados del CNE «no
cumplió con las medidas básicas de transparencia e integridad que son
esenciales para la realización de elecciones creíbles».
Semanas
después de la elección, el rector electoral Juan Carlos Delpino finalmente
declaró públicamente en un
comunicado para denunciar «falta de transparencia y veracidad» en los
resultados del CNE. El rector afirmó que no estuvo en la sala de totalización,
debido a las irregularidades observadas durante el proceso electoral y por eso
dijo que carece «de la evidencia que respalda los resultados anunciados».
La
reacción internacional fue clara: excepto países como Rusia, Cuba y Nicaragua,
la gran mayoría de los gobiernos ha rechazado el reconocimiento de Maduro como
presidente electo. La Unión Europea, Estados Unidos y países latinoamericanos han
pedido que se publiquen las actas electorales y se permita una verificación
independiente, de preferencia internacional, para reconocer los resultados.
Los
gobiernos de México, Colombia y Brasil también han evitado el reconocimiento e
iniciaron gestiones diplomáticas con las autoridades venezolanas, no han tenido
resultados. Las relaciones con estos gobiernos, particularmente con Colombia y
Brasil, están marcadas por tensiones. Aunque sus cancillerías han anunciado
intentos para reunirse con Maduro, no han podido concretar un encuentro. La
decisión del gobierno venezolano de revocar la autorización a Brasil para
proteger y representar las sedes diplomáticas argentinas en Caracas profundizó
la división. En la residencia diplomática argentina se encuentran refugiados
seis integrantes del equipo cercano de Machado, quienes pidieron asilo en marzo
tras ser acusados por conspiración, traición a la patria, y recientemente por
supuestos planes terroristas y magnicidas.
La
organización Foro Penal ha registrado casi 1800 detenciones por motivos
políticos desde el 29 de julio, incluyendo dirigentes opositores, dirigentes
regionales del comando opositor, testigos de mesa y más de cien adolescentes,
de los cuales han sido liberados unos 80; se han denunciado 24 muertes durante
las protestas postelectorales y violaciones de derechos humanos y procesales,
incluyendo la imputación de terrorismo en audiencias con defensores públicos
impuestos a los acusados y traslados irregulares a dos grandes cárceles a las
que han llamado «centros de reeducación».
No hay
explicaciones del ente electoral, tampoco pruebas públicas sobre las
acusaciones. Machado y González Urrutia permanecieron resguardados desde la
elección. Solo se ha visto a la líder política en las manifestaciones organizadas
por la oposición en Caracas y en entrevistas virtuales concedidas desde su
clandestinidad. Ambos rechazaron públicamente ofertas de asilo político y
salida del país, pero la primera semana de septiembre González Urrutia llegó a
Madrid tras solicitar asilo en España y recibir un salvoconducto para viajar.
El
sitio web del CNE permanece desconectado. El país todavía no tiene acceso a sus
resultados.
Walter
Molina Galdi
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