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lunes, 4 de diciembre de 2017

Voy a votar por @goyosalazar


Por Gregorio Salazar


No creemos que a ninguna fuerza política le estaría permitido hacer un acto de campaña electoral a las puertas mismas del Panteón Nacional, a escasos cincuenta metros de los manoseados huesos del Padre de la Patria. Debe estar declarada zona de seguridad o ser coto privado de las fuerzas mesiánicas que ocupan Venezuela.

Lo primero no lo tengo claro, pero de lo segundo sí tengo la absoluta seguridad. De otra forma la candidata a alcaldesa del municipio Libertador, Erika Farías, no hubiera podido instalarse allí con toda la parafernalia mecánica, técnica y tecnológica como lo hizo el pasado martes frente al Altar de la Patria.

Era un despliegue impresionante: dos graderías metálicas móviles con capacidad para unas quinientas personas cada una; dos gigantescas tarimas, una de las cuales era ocupada por un grupo musical de por lo menos 15 integrantes;  dos enormes pantallas electrónicas a todo color que repetían incesantemente que todo eso lo hacía la candidata “Por amor a Caracas”, algo que en absoluto mostró su compañero de partido en el cargo.  Hay que adicionar el despliegue de cámaras de televisión, equipos de sonido, decenas de parales de iluminación distribuidos estratégicamente en el semicírculo de la plazoleta, donde se daba cita gente debidamente convocada y enfranelada por el comando de campaña de la aspirante roja-rojísima.

Eso, a pepa de ojo, cuesta decenas de millones de bolívares, lo que de entrada me mueve ingenuamente a hacerle a la abanderada y al PSUV la misma pregunta que la vieja canción caraqueña le hacía a La Chica del 17: 

“¿De dónde saca pa´tanto como destaca?”. A lo mejor se dirá que de alguna rifa o una cena pagada generosamente por los comensales contribuyentes, al estilo de las campañas electorales gringas. En ese caso habría que preguntar de dónde sacó la comida que les ofreció, porque eso en este país no lo hay, como no lo sea para las fuerzas mesiánicas y sus arreados copartidarios.


Del primero que me acordé fue del batallador profesor Samán, quien hace su campaña para el mismo cargo que Erika repartiendo unos recuadritos de papel con su imagen impresa en una sola tinta donde se parece más al ayatolá Jomeini que a él mismo. Si alguien se orientara por esa estampilla electoral y tratara de ubicarlo en el tarjetón municipal se llevaría la ingrata sorpresa de que, siendo candidato, ni siquiera tuvo derecho a colocar su nombre en la boleta, pese a que lo apoyan los revolucionarios PCV y PPT.

Después me acordé de esa voz denunciadora de la corrupción y del rumbo abiertamente antidemocrático de la revolución que es Nicmer Evans, que ni recuadrito de papel tiene y, además, en la solitaria tarjeta de Nuvipa, organización que lo apoya,  invirtieron nombre y apellido. Así debe competir con las siete tarjetas muy bien ubicadas de la candidata Farías.

Siguiendo el mismo contraste, me acordé del colega Manuel Isidro “Chiro” Molina, quien fieramente batalla a toda hora por las redes para promocionar su candidatura lanzada por UPP89 y que, a diferencia de las muchas unidades vehiculares con las que cuenta Erika, deja las suelas de los zapatos para llegar hasta las zonas populares.

Y lo mismo puede decirse de Oscar Arnal, de Copei, a quien hay que reconocerle el mérito de que jamás se ha rendido, lo mismo que a la concejal Maribel Castillo, de Avanzada Progresista, luchadora y conocedora a fondo de la ciudad que aspira administrar.

El despilfarro obsceno, el dispendio pornográfico de las candidaturas del PSUV en general y la de Farías en particular no es, a fin de a cuentas, nada que sorprenda porque ya en su famosa carta a Maduro el ex ministro Giordani confesó que en el año 2012 “llevamos la economía al extremo por el objetivo esencial de ganar las elecciones presidenciales”. Es decir, reventaron la economía en un costosísimo y falsario circo proselitista que han venido repitiendo en cada certamen electoral. Y volverán a hacerlo cuantas  veces crean necesario para seguir reinando sobre este mantel de cenizas en que han convertido a Venezuela. Es lo que les dicta su demencia ideológica y la obsesión por el poder perpetuo.

Uno no puede mantenerse impasible, de brazos cruzados, quedarse en casa ante semejante tragedia nacional. Contra quienes indolentemente destruyen al país y ponen cada día más en riesgo la vida de los venezolanos más vulnerables, los ciudadanos no podemos dejar de ejercer nuestros derechos políticos y el arma más efectiva que tenemos: el voto. Se necesita expresarnos en contra de la barbarie, se necesita votar y, contra viento y marea y a conciencia, a votar iremos.

03-12-17




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